"Encerrarse lo mismo que en invierno en contra de la peste, honrándola con luces y licores..."
(Fragmento)
El joven:
Cálmate, Luisa;
El joven:
Cálmate, Luisa;
esta calle es
refugio silencioso
contra la
muerte, sin que nada pueda
ni nadie
interrumpir nuestros festines.
Pero tú sabes
que ese coche negro
puede pasar así
por todas partes.
Balsingham, oye,
para reanimarnos
y para
interrumpir las discusiones
y los nuevos
desmayos femeninos,
canta para
nosotros unos versos
llenos de
libertad, llenos de vida,
que no se
inspiren en la triste Escocia.
Una canción a
Baco, apasionada,
nacida al lado
de una copa llena.
El presidente:
No sé ninguna,
pero voy a deciros
un himno en
alabanza de la Peste,
escrito anoche.
Al retirarme a casa,
sentí un extraño
gusto por la rima
y compuse estos
versos que yo creo
buenos para
decirlos con voz ronca.
Todos:
¡Un himno en
alabanza de la Peste!
¡Vamos a oírle!
Bravo, bravo, bravo.
El presidente:
¡Qué alegre es
el calor de los festines y el crepitar del fuego,
cuando el
invierno poderoso guía
con belicosos
fines
en contra de
nosotros, como en juego,
sus tempestades
y su nieve fría!
Otro invierno,
la peste, reina airada,}
avanza valerosa
de su rica
cosecha envanecida
y con golpes de
azada
da en la ventana
como en una fosa.
¿Qué hacer, qué
hacer para salvar la vida?
Encerrarse lo
mismo que en invierno
en contra de la
peste,
honrándola con
luces y licores
y con olvido
eterno,
entre baile y
festín se manifieste
de su reino los
vivos resplandores.
Produce
embriaguez la dura guerra,
el borrascoso
viento,
la tormenta en
un mar embravecido,
el abismo que
aterra
y de la peste el
infeccioso aliento,
todo cuanto los
hombres han temido.
Todo cuanto
amenaza con la muerte
oculta una
delicia,
prenda tal vez
de la supervivencia.
Se nota uno más
fuerte
al sentir del
peligro la caricia;
no hay ventura
mayor que esa conciencia.
Sin terror a las
sombras sepulcrales,
sin horror al
destino,
Gloria a ti,
peste, te glorificamos.
Alcemos los
cristales,
en tu honor
escanciemos nuestro vino
y mejor si en la
copa te encontramos.
(Entra un viejo
sacerdote)
Sacerdote:
Sacrílego
festín, locos, impíos,
que turbáis con
canciones bochornosas
la negra paz
impuesta por la muerte.
Entre los
tristes llantos funerarios,
entre las caras
pálidas yo rezo,
junto a las
sombras, en el cementerio,
pero vuestras
odiosas alegrías
impiden que haya
paz en los sepulcros
y hacéis temblar
la tierra con sus muertos,
como si tantas
tantas oraciones
de ancianos y
mujeres no sirvieran
para santificar
el camposanto.
Ya podríais
pensar que los demonios
atormentan el
alma del ateo
y entre burlas
la bajan encendida
a
las negras moradas infernales.
Aleksandr Pushkin (Rusia, 1799-1837).
(Traducido al español por O. Savich y Manuel Altolaguirre).
La ilustración corresponde a Festín durante la peste (inspirado en la obra de Pushkin), de Arthur Nikitin.
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