Regresa la primavera a Vancouver.

sábado, 30 de julio de 2022

Julio: EL CONDE DE MONTE- CRISTO, de Alexandre Dumas


(Fragmentos del capítulo XIV)

- Estamos a 30 de julio de 1816; no hace más que diecisiete meses que ha permane- cido preso.

- ¿No hace más? -repuso Dantés-. ¿Le parecen poco diecisiete meses? ¡Ah!, señor, ignora usted lo que son diecisiete meses de cárcel; diecisiete años, diecisiete siglos, sobre todo para un hombre como yo, que estaba próximo a ser feliz; para un hombre con vela abierta en una carrera honrosa, y que todo se lo pierde en aquel mismo instante, que del día más claro y hermoso pasa a la noche más profunda, que ve su carrera destruida, que no sabe si aún le ama la mujer que antes lo amaba, que ignora si su anciano padre está muerto o vivo. Diecisiete meses de cárcel para un hombre acostumbrado al aire del mar, a la independencia del marino, al espacio, a la inmensidad, a lo infinito; caballero, diecisiete meses de cárcel es el mayor castigo que pueden merecer los crímenes más horribles del vocabulario humano. Tenga compasión de mí, caballero, y pida para mí no indulgencia, sino rigor, no indulto sino justicia. Justicia, señor, yo no pido más que justicia. ¿Quién se la niega a un preso?

(...)

Esta visita había hecho revivir a Dantés. Desde su entrada en el calabozo se había olvidado de contar los días; pero el inspector le había dado una fecha nueva, y esta vez no la olvidó, sino que arrancando un pedazo de yeso de la pared escribió en el muro: 30 de julio de 1816. Desde ese momento señaló con una raya cada día que pasaba para poder calcular el tiempo.

Alexandre Dumas (Francia, 1802-1870).

La ilustración corresponde a una fotografía del legendario castillo de If,
en el que Dumas ubica los años en prisión de Edmundo Dantés.

viernes, 29 de julio de 2022

Julio: DRÁCULA, de Bram Stoker

"A la sagrada memoria de George Canon, quien murió con la esperanza de una gloriosa resurrección, el 29 de julio de 1873..."
 
(Lápida de George Canon con fecha 29 de julio hace 150 años)
 
Evidentemente, esto era una broma del lugar, porque el anciano rió al hablar y sus amigos le festejaron de muy buena gana.
 
- Pero -dije-, seguramente no es esto del todo correcto porque usted parte del supuesto de que toda la pobre gente, o sus espíritus, tendrán que llevar consigo sus lápidas en el Día del Juicio. ¿Cree usted que eso será realmente necesario?
 
- Bueno, ¿para qué otra cosa pueden ser esas lápidas? ¡Contésteme eso, querida!
 
- Supongo que para agradar a sus familiares.
 
- ¡Supone que para agradar a sus familiares! -sus palabras estaban impregnadas de un intenso sarcasmo-. ¿Cómo puede agradarle a sus familiares el saber que todo lo que hay escrito ahí es una mentira, y que todo el mundo, en este lugar, sabe que lo es? Señaló hacia una piedra que estaba a nuestros pies y que había sido colocada a guisa de lápida, sobre la cual descansaba la silla, cerca de la orilla del peñasco.
 
- Lean las mentiras que están sobre esa lápida -dijo.
 
Las letras quedaban de cabeza desde donde yo estaba; pero Lucy quedaba frente a ellas, de manera que se inclinó y leyó:
 
- A la sagrada memoria de George Canon, quien murió en la esperanza de una gloriosa resurrección, el 29 de julio de 1873, al caer de las rocas en Kettleness. Esta tumba fue erigida por su doliente madre para su muy amado hijo. "Era el hijo único de su madre que era viuda." A decir verdad, señor Swales, yo no veo nada de gracioso en eso -sus palabras fueron pronunciadas con suma gravedad y con cierta severidad.
 
- ¡No lo encuentra gracioso! ¡Ja! ¡Ja! Pero eso es porque no sabe que la doliente madre era una bruja que lo odiaba porque era un pillo..., un verdadero pillo...; y él la odiaba de tal manera que se suicidó para que no cobrara un seguro que ella había comprado sobre su vida. Casi se voló la tapa de los sesos con una vieja escopeta que usaban para espantar los cuervos; no la apuntó hacia los cuervos esa vez, pero hizo que cayeran sobre él otros objetos. Fue así como cayó de las rocas. Y en lo que se refiere a las esperanzas de una gloriosa resurrección, con frecuencia le oí decir, señorita, que esperaba irse al infierno porque su madre era tan piadosa que seguramente iría al cielo y él no deseaba encontrarse en el mismo lugar en que estuviera ella. Ahora, en todo caso, ¿no es eso una sarta de mentiras? -y subrayó las palabras con su bastón-. Y vaya si hará reír a Gabriel cuando Geordie suba jadeante por las rocas con su lápida equilibrada sobre la joroba, ¡y pida que sea tomada como evidencia!
 
No supe qué decir; pero Lucy cambió la conversación al decir, mientras se ponía de pie:
 
 - ¿Por qué nos habló sobre esto? Es mi asiento favorito y no puedo dejarlo, y ahora descubro que debo seguir sentándome sobre la tumba de un suicida.
 
 
Bram Stoker (Irlandés fallecido en Inglaterra, 1847-1912). 

domingo, 24 de julio de 2022

Julio: CAÑAVERAL, de Ángela Figuera Aymerich

"¿Quién me cerraba los ojos, que, solos se me cerraban?"

Entre las cañas tendida;
sola y perdida en las cañas...
 
¿Quién me cerraba los ojos,
que, solos, se me cerraban?
 
¿Quién me sorbía en los labios
zumo de miel sin palabras?
 
¿Quién me derribó y me tuvo
sola y perdida en las cañas?
 
¿Quién me apuñaló con besos
el ave de la garganta?
 
¿Quién me estremeció los senos
con tacto de sierra y ascua?
 
¿Qué toro embistió en el ruedo
de mi cintura cerrada?
 
¿Quién me esponjó las caderas
con levadura de ansias?
 
¿Qué piedra de eternidad
me hincaron en las entrañas?
 
¿Quién me desató la sangre
que así se me derramaba?
 
... Aquella tarde de Julio,
sola y perdida en las cañas.
 
 
Ángela Figuera Aymerich (España, 1902-1984).

jueves, 21 de julio de 2022

Julio: LAS OLAS, de Virginia Woolf

"He arrancado ya todas las hojas del mes de mayo y de junio -dijo Susana- y veinte días de julio..."

(Fragmentos)

- ¡Durante cuántos meses -dijo Susana., durante cuántos años he subido estas escaleras, en los días lúgubres del invierno y en los días helados de la primavera!. Ahora estamos en pleno verano. Jinny y yo subimos a cambiarnos trajes blancos para ir a jugar tenis. Rhoda nos sigue. A medida que subo, voy contando los peldaños que quedan atrás como algo definitivamente pasado. En la misma forma, cada noche, arranco del calendario el día que acaba de terminar y hago con él una pelotilla de papel. Hago esto para vengarme, mientras Betty y Clara dicen sus oraciones arrodilladas. Yo no rezo. Yo me vengo del día que acaba de pasar. Sobre su imagen le enrostro mi despecho y mi rencor. «Por fin estás muerto, le digo, ¡día pasado en el internado, día aborrecido!...»

(...)

He arrancado ya todas las hojas del mes de mayo y de junio -dijo Susana- y veinte días de julio. Las he arrancado y he formado con ellas una pelotilla, de modo que ya no existen, excepto como un peso sobre mi corazón. Han sido días truncos, semejantes a mariposas nocturnas con sus alas quemadas, incapaces de emprender el vuelo. Sólo me quedan ocho días aquí; dentro; de ocho días, descenderé del tren y saltaré a la plataforma a las seis veinticinco. Entonces mi libertad desplegará sus alas desprendiéndose de todas las restricciones que las tenían trabadas: de las horas de disciplina, de la rutina de los días, de la obligación de estar aquí y allá a horas determinadas. La vida comenzará de nuevo el día en que, al abrir la portezuela del tren, vea a mi padre con su viejo sombrero y sus polainas. Voy a estremecerme de emoción, voy a echarme a llorar. Y, a la mañana siguiente, me levantaré al amanecer. Saldré por la puerta de la cocina e iré a pasearme por el campo. Grandes caballos montados por fantasmas galoparán detrás de mí y se detendrán súbitamente. Veré a las golondrinas rozar la hierba. Me dejaré caer sobre la tierra húmeda, junto al río, y contemplaré a los peces deslizándose entre las cañas. Las agujas de los pinos dejarán sus huellas en las palmas de mis manos. Allí voy a poder entreabrir y examinar de cerca esta cosa dura que ha crecido aquí dentro de mí durante todos estos inviernos y veranos, en las escaleras y en los dormitorios. Yo no quiero, como Jinny, ser admirada. Yo no quiero que la gente alce sus ojos en éxtasis al entrar a una habitación. Yo quiero dar y que me den, y quiero la soledad para desplegar en ella mis posesiones.
 
Virgina Woolf (Inglaterra, 1882-1941).
 
(Traducido del inglés por Lenka Franulik).

lunes, 18 de julio de 2022

Julio: LA NÁUSEA, de Jean Paul Sartre

"Madeleine se echa a reír. Hace girar la manivela y la cosa empieza de nuevo."

(Fragmento)
 
Un día de julio...
 
- Madeleine, ¿quiere poner de nuevo el disco? Una vez más, antes de que me vaya.
 
Madeleine se echa a reír. Hace girar la manivela y la cosa empieza de nuevo. Pero ya no pienso en mí. Pienso en aquel tipo que compuso esta melodía, un día de julio, en el calor negro de su cuarto. Trato de pensar en él a través de la melodía, a través de los sonidos blancos y acidulados del saxofón. Hizo esto. Tenía dificultades, no todo le iba como Dios manda: cuentas que pagar -y además debía de haber por ahí alguna mujer que no pensaba en él como lo hubiera deseado-, y además había esa terrible ola de calor que transformaba a los hombres en charcos de grasa derretida. Todo aquello no tenía nada de muy lindo ni de muy glorioso. Pero cuando oigo la canción y pienso que la hizo aquel tipo, considero... conmovedores su sufrimiento y su transpiración. Tuvo suerte. Por lo demás, no se habrá dado cuenta. Debió de pensar: ¡con un poco de suerte, sacaré unos cincuenta dólares! Es la primera vez desde hace años, que un hombre me parece conmovedor. Quisiera saber algo sobre ese tipo. Me interesaría conocer sus dificultades, si tenía una mujer o si vivía solo. No por humanismo; al contrario. Porque hizo todo esto. No tengo ganas de conocerlo; además quizá haya muerto. Obtener sólo algunos informes sobre él y poder pensar en él, de vez en cuando, al escuchar este disco Eso es. Supongo que a aquel tipo no le haría ni fu ni fa si le dijeran que en la séptima ciudad de Francia, en los alrededores de la estación, hay alguien que piensa en él. Pero yo sería feliz si estuviera en su lugar; lo envidio. Tengo que irme. Me levanto, pero vacilo un instante, quisiera oír cantar a la negra. Por última vez.
 
Jean Paul Sartre (Francia, 1905-1980).
Obtuvo el premio Nobel de literatura en 1964

sábado, 16 de julio de 2022

Julio: HABLA, MEMORIA, de Vladimir Nabokov

"Aquella silenciosa tarde de julio en que la encontré completamente quieta (sólo se movían sus ojos) en una arboleda de abedules..."

(Fragmento inicial del capítulo duodécimo)

I

Cuando conocí a Tamara -por darle un nombre que concuerde con su nombre real- ella tenía quince años, y yo uno más. El lugar era la accidentada pero bonita región (negros abetos, blancos abedules, turberas, henares y baldíos) que se encuentra justo al sur de San Petersburgo. Una guerra lejana continuaba acercándose poco a poco. Dos años después, ese trillado deus ex machina que fue la Revolución Rusa, hizo que me alejase de ese inolvidable escenario. De hecho, ya entonces, en julio de 1915, ciertos borrosos agüeros y retumbos entre bastidores, y el cálido aliento de fabulosos cataclismos, estaban afectando a la llamada escuela «simbolista» de la poesía rusa, sobre todo a los versos de Alexander Blok.

Durante el comienzo de ese verano y a todo lo largo del anterior, el nombre de Tamara había estado aflorando (con esa fingida ingenuidad que suele adoptar el Destino, cuando va en serio) aquí y allá en nuestra finca (Prohibido el paso) y en las tierras que mi tío poseía (Estrictamente prohibido el paso) al otro lado del Oredezh. Lo encontraba escrito con un palo en la arena rojiza de alguna de las avenidas del parque, o a lápiz en un enjalbegado portillo, o recién grabado a navaja (pero sin terminar) en la madera de algún viejo banco, como si la Madre Naturaleza me estuviese dando misteriosos avisos de la existencia de Tamara. Aquella silenciosa tarde de julio en que la encontré completamente quieta (sólo se movían sus ojos) en una arboleda de abedules, pareció que Tamara hubiese surgido allí por generación espontánea, entre aquellos árboles vigilantes, con la silenciosa cabalidad de una manifestación mitológica.

Vladimir Nabokov
(Ruso nacionalizado estadounidense y suizo, fallecido en Suiza, 1899-1977).

(Traducido al español por Enrique Murillo).

viernes, 15 de julio de 2022

Julio: EL LECTOR DE JULIO VERNE, de Almudena Grandes


(Fragmento que acontece el 15 de Julio de 1947)

Todavía estaban riéndose de mí cuando Pepe el Portugués apareció al final de la calle y se acercó despacio, con los pulgares enganchados en los bolsillos del pantalón, la barbilla alta. Parecía uno de esos pistoleros que salían en las portadas de las novelas que vendía la Piriñaca y que siempre prometían mucho más de lo que daban, porque aunque Curro, que las compraba todas, no quisiera prestármelas, de vez en cuando conseguía despistarle para coger una, meterla dentro de mis libros, y leerla mientras hacía que estudiaba. Entonces buscaba ansiosamente las descrip- ciones de mujeres en corsé que su dueño usaba como pretexto para no dejármelas, y nunca las encontraba, sólo tiros y más tiros, emboscadas y duelos que siempre parecían uno solo contado muchas veces. Pero aunque el Portugués se pareciera en su manera de andar a esos aventureros que se llamaban Jack o Billy, no era igual que ellos, porque no me defraudaba nunca.

- Te estaba buscando, Nino. ¿Tienes algo importante que hacer?
 
 - No -contesté enseguida, y me levanté del suelo como impulsado por un muelle, sin tomarme la molestia de volver la cabeza para contemplar la mirada de envidia que compartían Paquito y Miguel-, qué va.
 
- Pues vente conmigo, anda. Tengo una cosa para ti... Pero diles adiós a tus amigos, ¿no?
 
- Adiós -dije, y por fin les miré, y ya no se reían. Cuando habíamos andado un trecho, se volvió y me dijo que no me hiciera ilusiones.
 
 - Es sólo una cesta de brevas, para tu madre, pero se me ha ocurrido que igual preferías que ellos no se enteraran de tan poca cosa.
 
Aquel día era 15 de julio de 1947, víspera de la Virgen del Carmen, y todo estaba en su sitio todavía. Lo recuerdo porque ningún habitante de la Sierra Sur olvidará jamás lo que pasó al día siguiente, ni aquella noche, ni el día que llegó después.


Almudena Grandes (España, 1960-2012).

domingo, 10 de julio de 2022

Julio: EL CIELO DE LOS LEONES, de Ángeles Mastretta

"... en el julio de lluvias que se disfruta bien tras la ventana, viendo mojarse al mundo..."

Divagaciones para Julio

(Fragmento)

Ya lo sabemos, algunos cronopios no se mueren. Cortázar aquí anda. Más aún en los meses que van y vienen con la lluvia trayendo su nombre.

Cuando yo era niña, en todo el centro de México había colegio en julio y vacaciones en diciembre. Sé que iba contra la costumbre internacional y que provocaba toda clase de complicaciones a la hora de cambiar de país o de estado, pero era mucho mejor tener vacaciones en el hermoso invierno nuestro, que en el julio de lluvias que se disfruta bien tras la ventana, viendo mojarse al mundo mientras uno le da vueltas a de qué está hecho y cómo funciona o se descompone.

Julio es un mes hermoso para pensar, para escribir, para tener nostalgia y contar historias. No sé por qué me voy de vacaciones cuando tengo cuatrapeada en el alma una novela que ahora empezaba a buscar rumbo. Pero uno es así, cuando ve cerca el fuego se echa a correr. Cuando el aire trae lluvia se echa a correr, cuando los hijos quieren aire corre tras ellos. Iré de viaje. Con Cortázar en el mes como una luz.


Ángeles Mastretta (México, 1949).

jueves, 7 de julio de 2022

Julio: MIS ÚLTIMOS VEINTICINCO AÑOS DE VIDA, de Yukio Mishima


Mi proyecto era conceder el mismo valor a mi cuerpo y a mi espíritu y ofrecer una demostración práctica de ello, destruyendo de raíz las ilusiones del modernismo literario. Es un antiguo sueño mío fundir, mediante un acto de voluntad, los extremados contrastes de la fragilidad del cuerpo y la fuerza de la literatura, de la debilidad de la literatura y la solidez del cuerpo: una empresa probablemente jamás intentada ni siquiera por los escritores europeos, y cuyo cumplimiento me habría permitido, como escribió Baudelaire ¨a ser verdugo y el ajusticiado¨.

Mis últimos veinticinco años de vida
Publicado en el diario japonés Sankei, el 7 de Julio de 1970.

Yukio Mishima: Kimitake Hiraoka (Japón, 1925-1970).

miércoles, 6 de julio de 2022

Julio: DESCUBIERTA, de Guy de Maupassant


(Fragmento inicial)

El barco estaba lleno de gente. Se pronosticaba un feliz viaje; los havreses iban a dar un paseo a Trouvllle.

Soltaron las amarras; un silbido anunció la partida; un estremecimiento sacudió el barco, mientras se oía en torno un rumor de agua removida.

Giraron las ruedas, se detuvieron y giraron de nuevo suavemente. Cuando el capitán dijo en el portavoz que le servia para dar sus órdenes a los maquinistas: "¡En marcha!", las ruedas comenzaron a girar con rapidez.

Nos apartábamos del muelle.

Los viajeros agitaban sus pañuelos, como si se despidiesen para América, y los amigos que se quedaban en tierra hacían otro tanto.

El sol de julio cala sobre las sombrillas, sobre los trajes claros, sobre los ros- tros alegres, sobre las aguas del Océano en calma. Cuando hubo salido del puerto el vaporcito, trazó una curva rápida para dirigir su proa puntiaguda hacia la costa lejana entrevista vagamente a través de la bruma matinal.

A nuestra izquierda se abría la embocadura del Sena, de veinte kilómetros de ancho. De trecho en trecho, grandes boyas indicaban los bancos arenosos y se distinguían a lo lejos las aguas dulces y cenagosas del río, que, sin mezclarse con el agua salada, señalaban grandes franjas amarillentas en la superficie verde y pura del mar.

Guy de Maupassant (Francia, 1850-1893).

martes, 5 de julio de 2022

Julio: A PRINCIPIOS DE JULIO, de Eugenio Montale

"Pero ahora, a principios de julio, cada segundo gotea y el plomero está de vacaciones."

Estamos a principios de julio y el pensamiento
ha entrado en moratoria.
No se ven dramas,
más bien disfunciones.
Que el ritmo de la mente diverge,
y esto inexplicablemente provoca serias preocupaciones.
Se afronta mejor el tiempo cuando es denso,
basta medio día para despejarlo.
Pero ahora, a principios de julio, cada segundo gotea
y el plomero está de vacaciones.

(Siamo ai primi di luglio e già il pensiero
è entrato in moratoria.
Drammi non se vedono,
se mai disfunzioni.
Che il ritmo de la mente si dislenti,
questo inspiegabilmente crea serie preoccupazioni.
Meglio si affronta il tempo quendo è folto,
mezza giornata basta a sbaraccarlo.
Ma ora ai primi di luglio ogni secondo sgoccia
e l'idraulico è in ferie).

Eugenio Montale (Italia, 1896-1981).
Obtuvo el premio Nobel en 1975.

(Traducido del italiano por Jules Etienne).

lunes, 4 de julio de 2022

Julio: CRIMEN Y CASTIGO, de Fiódor Dostoyevski

"Había tenido la suerte de no encontrarse a su patrona en la escalera."

(Fragmento inicial)

Una tarde extremadamente calurosa de principios de julio, un joven salió de la reducida habitación que tenía alquilada en la callejuela de S... y, con paso lento e indeciso, se dirigió al puente K...

Había tenido la suerte de no encontrarse con su patrona en la escalera.

Su cuartucho se hallaba bajo el tejado de un gran edificio de cinco pisos y, más que una habitación, parecía una alacena. En cuanto a la patrona, que le había alquilado el cuarto con servicio y pensión, ocupaba un departamento del piso de abajo; de modo que nuestro joven, cada vez que salía, se veía obligado a pasar por delante de la puerta de la cocina, que daba a la escalera y estaba casi siempre abierta de par en par. En esos momentos experimentaba invariablemente una sensación ingrata de vago temor, que le humillaba y daba a su semblante una expresión sombría. Debía una cantidad considerable a la patrona y por eso temía encontrarse con ella. No es que fuera un cobarde ni un hombre abatido por la vida. Por el contrario, se hallaba desde hacía algún tiempo en un estado de irritación, de tensión incesante, que rayaba en la hipocondria. Se había habituado a vivir tan encerrado en sí mismo, tan aislado, que no sólo temía encontrarse con su patrona, sino que rehuía toda relación con sus semejantes. La pobreza le abrumaba. Sin embargo, últimamente esta miseria había dejado de ser para él un sufrimiento. El joven había renunciado a todas sus ocupa- ciones diarias, a todo trabajo.

En el fondo, se mofaba de la patrona y de todas las intenciones que pudiera abrigar contra él, pero detenerse en la escalera para oír sandeces y vulgaridades, recrimi- naciones, quejas, amenazas, y tener que contestar con evasivas, excusas, embus- tes... No, más valía deslizarse por la escalera como un gato para pasar inadvertido y desaparecer.

Fiódor Dostoyevski (Rusia, 1821-1881).

domingo, 3 de julio de 2022

Julio: VERANO, de Max Aub

"Julio dará su mies al sol que más caliente..."

1

Igual que en amor,
lo que dieras, doy.

Después de haber dado
por nubes su nieve,
campo, espejo fiel,
por azul da verde.

Igual que en amor
lo que dieras, doy.

2

Julio dará su mies
al sol que más caliente,
voluptuosa miel
que al viento ondula y cede.
  

Max Aub (Español nacido en París en 1903 y fallecido en México en 1972)