Regresa la primavera a Vancouver.

miércoles, 31 de mayo de 2023

Tampico: BANDERAS SOBRE EL POLVO, de William Faulkner

"En enero, su tía recibió una postal de Bayard fechada en Tampico..."

(
Fragmento de la quinta parte, capítulo 2)

En enero, su tía recibió una postal de Bayard fechada en Tampico; y un mes más tarde un cable solicitando dinero desde la ciudad de México. Y esa fue la última intimación suya, que contemplaba permanecer en determinado lugar el tiempo suficiente para recibir la respuesta, aunque de vez en cuando las extravagantes postales indicaban donde había estado, tras un brutal camino sombrío. En abril llegó la tarjeta de Río, y luego se abrió un intervalo en el cual parecía haberse desvanecido por completo, durante el cual la señorita Jenny y Narcissa mantenían la tranquilidad en casa, con los días centrados en la placidez del niño esperado a quien la señorita Jenny ya había nombrado Juan.

William Faulkner (Estados Unidos, 1897-1962)
Obtuvo el premio Nobel en 1949,

martes, 30 de mayo de 2023

Tampico: HUASTECA, de Gregorio López y Fuentes

"... y mientras numerosas personas hacían sonar el timbre deseosas de bajar, el elevadorista se puso el sombrero y ganó la calle sin avisar a nadie..."

(
Fragmento)

¡Tampico!

El nombre parecía imantado por las leyendas de la prosperidad económica, de las fortunas hechas de la noche a la mañana y de la vida licenciosa.

No era raro oír versiones como ésta:

- Un elevadorista acaba de hacer un depósito de cien mil dólares en el banco...

- ¿Eso es lo que acostumbran a dar propina aquí?

- No hombre, el elevadorista se vino de su tierra, dejando un terrenito que le heredó su padre. A una de las empresas se le puso en la cabeza que no había mejor lugar para una refinería y mandó a uno de sus apoderados a tratar con el dueño. El representante petrolero tomó el elevador y, mientras subían, le dijo:

- Te compro tu terreno.

- No lo vendo.

- Cincuenta mil...

El elevador ya iba de bajada cuando el hombre recibió un cheque por cien mil, y mientras numerosas personas hacían sonar el timbre deseosas de bajar, el elevadorista se puso el sombrero y ganó la calle, sin avisar a nadie, abandonando el trabajo.

Gregorio López y Fuentes (México, 1897-1966).

lunes, 29 de mayo de 2023

Tampico: LA CIUDADELA y MÁS ALLÁ DE ESTE LUGAR, de A. J. CRONIN

"... y a Denny, que al fin había dejado Drineffy y viajaba a Tampico como médico de un barco petrolero."

La ciudadela

(Fragmento del capítulo XIII de la segunda parte)

Por las noches iba a ver a Boland, y dos veces visitó a los Vaughan, que lo hacían quedarse para la partida de bridge. Y en una ocasión, para gran sorpresa suya, se encontró jugando al golf con Llewellyn. Les escribió cartas a Hamson y a Denny, que al fin había dejado Drineffy y viajaba a Tampico como médico de un barco petrolero. Su correspondencia con Christine era un modelo de brillante reserva. Pero buscaba distracción especialmente en su trabajo.

(Fragmento del capítulo II de la cuarta parte)

Abrumado por sus dificultades, Andrew anhelaba la amistad de sus colegas. Había asistido a una reunión de la Asociaición Médica local sin quedar muy satisfecho. Denny estaba aún en el extranjero. Habiendo encontrado a Tampico de su gusto, Philip había aceptado un puesto de cirujano en la compañía petrolera Nuevo Siglo. Al menos por el momento, estaba perdido para Andrew. Enviado a Cumberland, Hope, entretanto, coleccionaba corpúsculos para el «Paraíso de los Locos», según le decía en una tarjeta postal de colores chillones.

Más allá de este lugar (también conocida como Un error judicial)

(Fragmento del capítulo I de la segunda parte)

Ese era el antídoto que podía aplicar para enfrentar su melancolía actual. Cuando regresó de la tienda, apenas llegó a casa y se puso el delantal para emprender, con una determinación silenciosa, la tarea de trapear y pulir el piso, lavar las cortinas de las ventanas, lustrar la rejilla, bruñir los latones, trabajó en sus dos habitaciones hasta dejarlas brillando.

Durante el fin de semana miró impotente a su alrededor: no había nada más que hacer, ni una mota de polvo que pudiera sacudir. Inquieta, bajó al dominio de la señora Hanley y comenzó los preparativos para hornear un pastel. Después, se sentó en la sala de su casera, escuchando la carta más reciente de Joe, el marido de la señora Hanley, que había zarpado de Tampico y debía atracar en Tilbury el lunes siguiente. Pero, tristemente, su atención se desvió de las noticias del ingeniero.

Archibald Joseph Cronin (Escocés fallecido en Suiza, 1896-1981).

(La ciudadela fue traducida al español por Enrique Pepe).
(Más allá de este lugar es una traducción del inglés de Jules Etienne).

domingo, 28 de mayo de 2023

Tampico: ORO NEGRO, de Tina Sierra


(
Fragmentos)

Al llegar a Tampico, sorprendióles la intensa animación que se advertía. Había sido Tampico, hasta entonces, uno de esos pueblos sin mayor importancia. (página 33)

Siendo el tiempo en que todo Tampico se dirigía a tomar baños de mar a La Barra, balneario de moda. (página 36)

(Párrafos de la página 111)

Este es el elemento que compone, casi en su totalidad, el personal de las compañías, no sólo en los campos, sino en el mismo Tampico, donde se separan del elemento mexicano, teniendo no sólo su colonia apartada, sino balnearios y centros de diversión, en donde no se atreven a entrar personas decentes, aún de su misma nacionalidad, por ser aquéllas verdaderas bacanales, como en las escenas pelicule- ras.
(...)

Las mujeres, como se comprenderá, son un poquito peor, pues para acompañar a estos aventureros sería inocente pensar que vinieran damas.

Cultivan todos los vicios, desde la morfina y demás drogas heroicas, hasta el licor, del que hacen un uso inmoderado. Por turno se reúnen en sus casas, puras mujeres, y se pasan, tarde y noche, jugando fuertes cantidades y bebiendo licores hasta embria- garse.
(...)

Regularmente afectos a la bebida, cometen innúmeros atropellos, sobre todo manejando sus automóviles que, sin reparar en nada, pasan sobre haciendas y per- sonas, causando daños, sin cuento.
Tina Sierra (México, ¿?).

La ilustración corresponde al casino de Miramar, construido en 1932.

sábado, 27 de mayo de 2023

Tampico: SANGRE Y HUMO, o EL TIGRE DE LA HUASTECA, de K. Lepino

"'- ¿Es muy lindo el puerto de Tampico? -Ya lo creo."

(
Fragmento del capítulo III:
¡Al primer tapón... zurrapa! ¡Frente a frente! ¡El tigre! Hacia la Villa)

¿Y te crees que tío Lencho se huela por dónde venimos? -le contestaba Pancho Estrada.

- ¡Quién sabe Pancho! Me temo muchas cosas.

- No temas, chula. Mañana estaremos en Tampico.

- ¿Es muy lindo el puerto de Tampico?

- Ya lo creo.

- ¿Y muy grande?

- ¡Diez mil veces más grande que la Villa!

- ¡Dicen que tiene mucha agua!

- La mar.

- ¿Qué cosa es la mar?

- Un charco de agua muy grande, en el que nadan unas canoas enormes, como iglesias, con torres y campanas.

- ¿Cómo será de grande?

- Figúrate que se junta con el cielo.

- Chis.

María se quedó azorada; acababa de oír un tropel de caballos por el lado de la puerta.

(Fragmento del capítulo V: En busca del tío Lencho)

La noche del 27 de Mayo a que nos referimos, la pasó don Concho sentado en el poyo de la puerta de su habitación, con el rifle entre las piernas y la botella de aguardiente y el morral de cartuchos al lado, en espera de que Pancho Estrada fuera a cumplir la amenaza propalada de vengarse de todos los amigos de tío Lencho.

La noche, aunque sin luna, era bastante clara. Un incendio gigantesco devoraba el “zacatal” tostado de la serranía de enfrente, iluminando con vivos fulgores toda la campiña.

Anónimo.
Novela publicada en 1918 bajo el seudónimo de K. Lepino.

viernes, 26 de mayo de 2023

Tampico: 1919, de John Dos Passos

"... se podía ver la cama con almohadas blancas y un retrato de la Virgen encima..."

(
Fragmento del capítulo Joe Williams)

El maldito matasanos judío trató de sacarle otros veinticinco pavos para completar la cura, pero Joe dijo que al carajo con todo aquello y se enroló de marinero en un petrolero completamente nuevo de la Standard Oil, el Montana, que zarpaba para Tampico y luego seguiría, unos decían que hasta Adén y otros decían que hasta Bombay. Joe estaba harto del frío y la humedad y las heladas, de las sucias calles de Brooklyn y de las tablas de logaritmos del curso de náutica, que no le entraban, y de la alegre voz de la señora Olsen. Ésta empezaba a comportarse como si quisiera mandar en él; era buena persona, sí, pero ya era hora de largarse.

El Montana dobló Sandy Rock en medio de una furiosa tempestad de nieve que venía del noroeste, pero tres días más tarde estaban ya en la corriente del Golfo, al sur del cabo Hatteras, cabeceando suavemente con las camisas de algodón de los marineros secándose en cuerdas tendidas entre los cables. Era agradable estar de nuevo en el mar azul.

Tampico era un infierno; dicen que el mezcal lo vuelve loco a uno si se bebe demasiado; había grandes salas llenas de hispanos grasientos bailando con el sombrero puesto y la pistola en la cadera, y orquestas y pianos mecánicos que funcionaban a todo volumen en cada bar, y peleas y texanos borrachos de los pozos de petróleo. Las puertas de los cuartos de los burdeles estaban abiertas, de modo que se podía ver la cama con almohadas blancas y un retrato de la Virgen encima, y las lámparas proyectaban sombras raras y los papeles de colores temblaban; las chicas morenas de cara ancha estaban apoyadas en la puerta con bragas de encaje. Pero todo era tan endiabladamente caro que se gastaron toda la pasta enseguida y tuvieron que volver a bordo antes de medianoche. Y los mosquitos invadían el castillo de proa, y las moscas durante el día, y hacía mucho calor y nadie podía dormir.


John Dos Passos (Estados Unidos, 1896-1970).

(Traducido al español por Mariano Antolín Rato).

jueves, 25 de mayo de 2023

Tampico: TAMPICO (antes PESADI- LLA) y EL REGRESO, de Juan Guzmán Cruchaga


Tampico

(Fragmentos)

El servicio que don Alamiro se había dignado hacerme, gracias a la ayuda eficaz de Félix Nieto, no era en realidad tan apreciable como parecía a primera vista. Mi consulado no valía un comino. Mi sueldo dependía de los derechos consulares y pasaban los días eternos y las noches horribles y no se divisaba la esperanza de cobrar lo necesario para vivir.

Con la promesa de pagar por mensualidades compré algunos muebles para la oficina y para mi dormitorio modesto en los arrabales de la ciudad, en la calle «Jazmines». No comprendí jamás la razón de ese nombre porque mi pobre calle era fea como la más fea y triste callejuela, y toda su extensión de barro y petróleo estuvo siempre huérfana de flores.

(...)

El pago de mi rincón, el arriendo de la oficina, la cancelación de mi deuda (¡los muebles!) y mis gastos de hotel me obligaban a efectuar las más extrañas operaciones aritméticas, las transacciones más fantásticas y a vivir una vida de subterfugios, escondites, excusas, explicaciones y molestias insufribles. En Tampico no se podía vivir en aquellos tiempos con mis escasos recursos. Con la mayor economía era forzoso gastar más de doscientos dólares para sobrevivir. Recorriendo las calles, hondamente preocupado, descubrí un insignificante restaurante chino, sucio y oscuro. Sería necesario resignarse a utilizarlo. Para evitar que la gente del pueblo sorprendiera al «Cónsul» en tan desdichado establecimiento, suprimí el desayuno y el almuerzo. Sólo de cuando en cuando me permitía el lujo de entrar a medio día a ciertos hoteles «decentes» para comer un sandwich y tomar un «vaso de leche». Al anochecer, cuando la calle de «mi restaurante» estaba a oscuras me deslizaba, sigiloso y prudente, y entraba al maloliente comedor donde me servían un plato desabrido.

Pero, a pesar de todos mis sacrificios, mis cuentas andaban mal. Indudablemente, viviendo en esa forma miserable, había logrado disminuir mis gastos, pero no lo suficiente. Y no se podía hacer nada más, absolutamente nada más.

(...)

Mis diecinueve años tímidos y mi pobre experiencia de regalón no me habían enseñado aún ninguno de los recursos que me salvaron en el futuro. Vivía aplastado de problemas y cavilaciones en un clima hostil, bajo la llama blanca de un sol terrible, durante el día, y envuelto en nubes de mosquitos agresivos y guerrilleros en la noche.

Me acompañaba a veces Roberto Chávez, un muchacho de Veracruz, que por no ser de Tampico sentíase extranjero como yo, y se daba entre los conocidos un airecillo de importancia, adoptando a menudo actitudes teatrales de nonchalance o de saudade.

Nuestra vida humilde se debatía entre la inquietud y la desesperación. Respirábamos el aire cocido del trópico. No sabíamos qué hacer ni cómo vivir. En las pequeñas habitaciones nos aguardaban feroces los mosquitos y en las callejuelas nos asaltaba el sol canalla y desvergonzado. Buscábamos la sombra de los árboles. El aire inmóvil se hacía irrespirable. Los árboles quietos parecían de piedra. Íbamos a las orillas del Pánuco. Una brisa casi imperceptible salía a recibirnos. Nos sentábamos en el muelle.

- ¿Por qué no busca una novia, señor Cónsul?

- ¿Una novia? Tengo una novia en el Perú.

A Roberto le parecía elegante mi caso. ¡Tener una novia en otro país!

- ¿Le escribe?

- Cada diez o quince días.

Un largo silencio.

Regreso

(Fragmento)

¿Cómo se llamaba aquel excelente señor que trabajaba en la Huasteca Petroleum Co., aquel señor humano y generoso que apareció a mi lado en esos momentos y que, compadecido de mi abandono y de mi soledad, me ofreció su ayuda y consiguió embarcarme gratuitamente en uno de los vapores de la Compañía? ¿Morales? ¿Carlos? ¿Rafael? ¿Antonio? Innumerables veces he tratado de recordar su nombre y he querido enviarle una larga carta conmovedora y agradecida. Nunca lo hice. Tal vez no lo haré nunca. Quizá nunca sepa mi gratitud inolvidable.

Roberto Chávez me acompañó hasta el muelle. Al subir al barco me espetó un pequeño discurso, que seguramente había preparado con mucha anticipación. «Lamento, señor Cónsul, que mi tierra no haya sido para usted cordial del todo y espero que la próxima vez que nos visite lo reciba en ella la suerte con los brazos abiertos. Para que no nos olvide le traigo este pequeño presente».

¡El buen Roberto, ignorante de mis fervorosas supersticiones, me traía ópalos! Un ópalo rojo hermosísimo, uno azul y otro verde.

Se despidió luego de mí con un abrazo, los ojos humedecidos, un poco tembloroso. El pobre muchacho lamentaba de veras mi partida.

Cuando el barco se alejaba del muelle divisé por última vez su pequeña silueta cordial y clara que se curvaba en un saludo triste, correcto, bastante «diplomático». Él debe haberlo creído así.

Juan Guzmán Cruchaga (Chile, 1895-1979).

martes, 23 de mayo de 2023

Tampico: FRONTERA JUNTO AL MAR y otras dos novelas, de José Mancisidor


Frontera junto al mar
(1953)

(Fragmentos)

- Los informes últimos son más halagüeños de lo que las gentes piensan: Tampico está siendo asediado también y los federales no dominan más que el centro de la ciudad. Los barcos de guerra los ayudan a defenderse, pero su destino está escrito ya por quienes los cercan y los atacan.¡A ésos nadie podrá salvarlos!... (Página 6)

(...)

- También en Tampico se tuestan habas -le respondió el que se hallaba a su lado usando esa figura gráfica que daba una idea exacta de lo que quería significar.

- ¿Y en dónde no?... Los robavacas se reproducen como los conejos y aparecen en dondequiera.

Un repentino silencio reinó entre ellos. Después comentaron aludiendo a Herón Portilla.

- ¿Viste lo macho que se portó el viejo? -Hizo una pausa y concluyó-: ¡Quería salvar a éste!

Lorenzo comprendió entonces. Y el sacrificio consciente y generoso del viejo de la panadería, le estrujó el corazón.

Una sensación distinta en todo al dolor físico se le hincó en el alma. A su memoria acudió el cuerpo de Herón Portilla hecho criba por los cuervos. "Si alguien le diera sepultura"... Las palabras de los soldados se fragmentaban. "Villa"... "Tampico"... "Huerta"...  "Su madre", pensó. (Página 124)

(...)

Durante algunos días se le sujetó al aprendizaje militar. Practicó el manejo del fusil, a agacharse y retroceder, a avanzar y adherirse a la tierra y maniobrar protegido por cualquier repliegue del terreno. Como él, centenares de forzados cogidos en todos los puntos del país, se aprestaban para la guerra vigilados por los soldados de Huerta.

Cuando el aprendizaje hubo terminado, se les distribuyó en diferentes batallones y regimientos diseminados en el norte del país. A él, igual que a otros más, se le destinó a Tampico.

- En el primer combate, si la ocasión se presenta, lo intentaremos -le insinuó su compañero de hilera, Damián Mora, reprochándole su torpeza-. ¿Ya viste lo que te sucedió por comer ansias? ¡Que te sirva de escarmiento! ¡El pobre viejo, tú lo sabes, nada puede ya hacer por ti! ¡Tendrás que manejarte solo!

Lorenzo recordó al viejo de la panadería en el desolado paisaje de aquella mañana cuya realidad le pareció mentira a ratos. (Página 126)

En la rosa de los vientos (1940)

(Fragmento)

En turno riguroso, espiamos por el catalejo.

Muy distante todavía, rumbo al norte, un punto negro avanza hacia la rada. Arriba de él, una pequeña nubecilla marcha en sentido opuesto. El Vigía nos hace a un lado, se coloca ante el catalejo y como si hablara con nosotros, pero hablando en realidad consigo mismo, va descifrando:

- Borda alta... de la Ward Line... viene de Tampico.


El alba en las simas (1955)

(Fragmento)

Pero... -¿lo diría?-... pero ¿querrá Mr. Roosevelt ayudar al general Alamillo, cuando nadie ignora que se halla ligado a los grupos nacionales de formación nazi y a la embajada alemana en este país?

Mr. Greene se quedó perplejo... Ante su silencio, Pedro exclamó:

- That is the question!

- That is the question! -dijo maquinalmente Mr. Greene pensando en Mr. Roosevelt, cuya actitud era tan ambigua, y en Mr. Campbell, representante de su Majestad Británica y la City que habia lanzado, no sin razón, semejantes acusacones contra el Presidente de loa Estados Unidos.

Reaccionó, sobreponiéndose a su desaliento, rápidamente.

- El camino se andará -subrayó-. Usted, Peter, se jugará su suerte a nuestro lado. La Tampico Petroleum Company no habrá de regatear sus méritos. ¡Se lo prometo! Porque usted se halla unido a nosotros íntimamente.

Pedro hubiera querido saber: ¿unido a quiénes? ¿A la Tampico Petroleum Company?


José Mancisidor (México. 1894-1956).

lunes, 22 de mayo de 2023

Tampico: DUELOS Y QUEBRANTOS, de Ermilo Abreu Gómez

"... me presenté en la estación Colonia (...) Don Francisco tenía que embarcarse en Tampico y no en Veracruz..."

(
Fragmento)

Cuando don Francisco me anunció su viaje a España, le prometí despedirlo en la estación. Me advirtió que no lo hiciera porque iría mucha gente. No obstante su advertencia, al otro día me presenté en la Estación Colonia, a eso de las seis de la mañana. (Don Francisco tenía que embarcarse en Tampico y no en Veracruz porque este puerto estaba incomunicado por los rebeldes delahuertistas). En la estación había poca gente. Me puse a buscar a don Francisco por los pasillos y por el andén y después de ir de un sitio para otro, le encontré en un rincón sentado sobre su baúl. Nadie había ido a despedirlo.

Ermilo Abreu Gómez (México, 1894-1971).

La ilustración corresponde a la antigua estación Colonia del ferrocarril en la ciudad de México.

domingo, 21 de mayo de 2023

Tampico: RÍO NEGRO, de Carleton Beals

"... nunca se había ideado algo tan impío: un gran carnaval en la casa de Dios."

(Fragmentos
)

Mico esperó a la entrada de la catedral brillantemente iluminada. El puerto de Tampico en la cálida selva nunca había conocido un baile como este. A pesar de que la moral pública había naufragado, nunca se había ideado algo tan impío: un gran carnaval en la casa de Dios. Esto, de hecho, fue una bofetada en la cara a todo lo que hasta entonces era respetable y sagrado.

Un gran letrero escrito en letras rojas sobre fondo blanco anunciaba:

BAILE GRATUITO PARA TODOS LOS REVOLUCIONARIOS

(...)

Esa calurosa mañana mientras Guard se bañaba y afeitaba, no sólo en todo México se vivía una revuelta, sino que el mundo entero comenzaba a moverse rumbo a la guerra. Las cañoneras de las grandes potencias merodeaban por los rincones más lejanos de los cinco continentes para apoderarse de los restos perdidos de lo que aún quedaba del imperio. En esta apuesta imperial, el petróleo era el mayor factor. México y en particular el sucio puerto de Tampico, estaban estrechamente alineados con los eventos que marcarían una época.

La situación de México estaba alcanzando su propio y peculiar clímax. El partido de Carranza estaba ganando rápidamente la mano por todas partes. En Tampico, Yarza concentraba más y más tropas esa calurosa mañana.

(...)

Mico se preguntaba cómo Bartlett había adivinado que bebió absenta.

- Escuché que ayer enterraron a tu padre -comenzó Bartlett-, vi el desafortunado choque desde mi oficina. Como un residente de Tampico a otro, te quiero ofrecer mis condolencias. Esa clase de trances son duros…

- Fue un gran golpe -tragó Mico, mirando la pesada leontina de oro del reloj de Bartlett.

- Lo sé, lo sé -dijo Bartlett con un tono tan tranquilizador que por el momento Mico se sintió triste.

Bartlett enfocó su mirada fijamente en los ojos de Mico.

- ¿Qué piensas de nosotros, los americanos? No muy bien, supongo.


Carleton Beals (Estados Unidos, 1893-1979).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).
La ilustración corresponde a una fotografía antigua de la catedral de Tampico.

sábado, 20 de mayo de 2023

"No hay ciudad mejor iluminada que Tampico, tiene un magnífico resplan- dor...", según Xavier Icaza


La mejor referencia de Xavier Icaza y el grupo literario al que perteneció, animados por Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña, la consigna Serge I. Zaitzeff -maestro en la universidad canadiense de Calgary-, quien en su artículo Hacia el concepto de una generación perdida mexicana (en clara alusión a la llamada Lost generation de la literatura estadounidense: Fitzgerald, Hemingway, Dos Passos, entre otros) asegu- ra que:

«Pese a las reuniones del grupo de La Nave, que se reanudan en casa de Pablo Martínez del Río -después de una estancia de varios meses en Madrid- y de las tentativas de resucitar la revista para fines de 1918, naufraga definitivamente el órgano de aquel malogrado grupo. El naufragio podría ser el símbolo de esa genera- ción perdida, aparentemente destinada al fracaso.

Para 1919 el grupo, tal vez desalentado por las circunstancias, se va disolviendo poco a poco: Díaz Dufoo Jr. y Xavier Icaza (otro amigo de La Nave y traductor de Nietzsche) se trasladan a Tampico, Martínez del Río se aleja de sus compañeros, tanto Torri como Silva y Aceves siguen soñando con abandonar el país donde se Ies hacía "irrespirable el aire", pero las esperanzas de salir en exilio diplomático tampoco se realizan.»

Xavier Icaza escribiría más tarde Panchito Chapopote (1928), una novela sobre el petróleo que acontece en la huasteca veracruzana. Recién llegado a Tampico, le escribió en una carta a su amigo Julio Torri:

«No hay ciudad mejor iluminada que Tampico, tiene un magnífico resplandor blanquí- simo».

Jules Etienne

Xavier Icaza (México, 1892-1969).

viernes, 19 de mayo de 2023

Tampico: LA NAVE DEL MAL (El barco de los locos), de Katherine Anne Porter

"... se había atascado durante tres días en una barra de arena frente a Tampico."

(
Fragmento de la primera parte: El embarque)

Hasta ahora todos eran iguales y compartían una esperanza común. Vivían individualmente y en grupo con el único propósito de llegar a salvo ese mismo día a bordo de un barco alemán atracado en el muelle. Ella había venido desde América del Sur luego de un largo camino y se dirigía a Bremerhaven. Rumores alarmantes se habían propagado aún antes de que salieran de la ciudad de México. Había huraca- nes golpeando con severidad la costa. Una revolución o una huelga general, el tiempo lo decidiría, se precipitaba en Veracruz. Una ligera epidemia de viruela había surgido en varias ciudades costeras. Tras esa noticia todos los viajeros se habían apresurado a vacunarse, y todos por igual padecían fiebre, con una pequeña llaga supurante y costrosa por encima de la rodilla o el codo. También se había dicho que el barco alemán podría retrasarse en su trayecto, ya que se había atascado durante tres días en una barra de arena frente a Tampico; pero la última noticia era que estaba en puerto y zarparía a tiempo.

Katherine Anne Porter: Catherina Anne Russell Porter
(Estados Unidos, 1890-1980). 

jueves, 18 de mayo de 2023

Tampico: APUNTES DE UN LUGAREÑO, de José Rubén Romero

"... el dogo inglés rasca las tierras de Tampico y se baña en los tanques de petróleo."

(
Fragmento de Senda tortuosa, capítulo IV)

Nuestra tierra es una res desbarrancada, rica en despojos para los cuervos de otras nacionalidades. Y graznan si no obtienen lugar en el festín.

Intriga y medra el francés, a lo Fouché; aconseja Bismarck por boca del teutón; el italiano primero nos canta y después nos increpa; repantigado en su sillón, el yanqui nos lee la Cartilla de Monroe y extiende las piernas sobre nosotros, como si estuviese cómodamente sentado en su escritorio; el español cobra aún sus lecciones de castellano, a millones de pesetas la hora; el dogo inglés, rasca las tierras de Tampico y se baña en los tanques de petróleo; el turco, de un día para otro trasplanta a nuestras calles el zoco bullanguero de Bagdad. Y nosotros, entre tanto, ciegos y absurdos, seguimos cambiando el oro de los más ricos filones mexicanos, por las cuentas de vidrio que ciñen las gargantas de nuestras mestizas.

José Rubén Romero (México, 1890-1952).

miércoles, 17 de mayo de 2023

Tampico: EL DILEMA DE MÉXICO, de Carl W. Ackerman

"La vigilancia eterna es el precio de la paz en Tampico, el mayor puerto petrolero del mundo."

(
Fragmento del capítulo IV: Aliado de Alemania en Tampico)

Buques de guerra americanos se encuentran estacionados en Tampico para vigilar al aliado de Alemania en México. De vez en cuando uno de ellos leva anclas, sale a vapor del río Pánuco y patrulla la Costa del Golfo. Se examinan los barcos sospechosos, se captan los mensajes inalámbricos y de noche y de día los ojos entrenados de los vigías buscan en los mares periscopios hostiles. Cuando uno regresa, el otro se escapa al amparo de la oscuridad hacia un destino secreto.

Desde la torre inalámbrica del Gobierno en Arlington, Virginia, el Departamento de Marina dirige el movimiento de estos barcos mientras planifica los movimientos del Tío Sam en el gran tablero del ajedrez oceánico internacional. La vigilancia eterna es el precio de la paz en Tampico, el mayor puerto petrolero del mundo. Desde la jungla, a sesenta millas de distancia, fluye la corriente interminable que impulsa y lubrica la maquinaria militar aliada; porque las armas con que Estados Unidos, Inglaterra y Francia están combatiendo a los dictadores de las Potencias Centrales en aguas europeas, en tierra y en aire, dependen de Tampico para combustible, gasolina y lu- bricantes.

Debido a que el aliado de Alemania, el IWW, opera en Tampico, nuestros acorazados navegan en aguas territoriales mexicanas para proteger esta cuenca petrolera sin la cual no se puede ganar la guerra.

Carl William Ackerman (Estados Unidos, 1890-1970).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).

martes, 16 de mayo de 2023

Tampico: NIÑA ERRANTE (cartas a Doris Dana), de Gabriela Mistral


A finales de 1950, Gabriela Mistral estuvo de visita en Tampico acompañada por su pareja, la estadounidense Doris Dana. En esa ocasión, Marco Claudio Corona y su esposa María G. de Corona fueron sus anfitriones.

Aprovechando su estancia, un diario local, El Sol de Tampico, entrevistó a la escritora, quien había recibido el premio Nobel de literatura en 1945 y por entonces se desempeñaba como cónsul de la república de Chile en México.


En el libro
Niña errante se recopila el epistolario amoroso de la relación lésbica entre ambas mujeres, que tuvo su inicio en 1948.

(Fragmentos)

18 de abril de 1949

Yo necesito de ti mucho más que tú de mí. Me pasa un calofrío por la carne al leer que te me puedes morir. Tú tienes ciertos deberes conmigo -perdona la palabra- y el primero de ellos es convivir conmigo. Dime: es que no te alegra el que en veinte días más podamos estar juntas.

Vino por segunda vez el médico de Chocoman, y me ha dicho lo siguiente, él y su compañero, empleado de turismo aquí: Que hay barcos -suponen que de carga y pasajeros- americanos, y que van a Tampico. Yo te esperaría allí, vidita. Es fácil ir de Veracruz allí.

(...)

Tu coche te lo podría llevar de México a Guadalajara el chofer de Palma, tal vez también pudiera llevarlo a Tampico. Allí irían las dos pobrecitas vueltas de nuevo ricas, y atrás irían mis maletas. Ok., vida mía ¿no te alegras tú?

¿Cómo es posible, mi amor, que después de haber leído las cartas mías tú sigas dudando, penando, desesperando? Es un pecado, Doris mía, es algo, además, que no entiendo. ¿Es que qué tu crees que hay un peligro de perderme? Estás loca de atar. Ay, defiéndete de ese desvarío. Date cuenta de que hay entre nosotros algo muy poderoso, un vínculo extraño, que debe venir de otra encarnación.

(...)

Es preciso que yo sepa por tu carta próxima que tú crees en mí. Soy una desgraciada si tú sigues sin tener fe en tu Gabriela.


24 de abril de 1949

¡Qué barbaridad vida mía! ¡Emma ha debido leer la carta adjunta! ¡Horrible gente latina! ¡No respetan jamás la vida ajena! Pero ella está aquí porque nadie está conmigo y la Beta es una necia. Yo no puedo vivir como un fantasma que habla solo.

(...)

Tal vez cuando llegues nos vamos por Tampico a Guadalajara, para vivir en Chapala. Lo hablaremos aquí y, juntas resolveremos. Está tranquila: yo tomo mis medicinas. Por ti. Dame en detalle tu enfermedad. Y el resultado de los cardiogramas. Pregunta al Dr. si puedes vivir a dos mil doscientos metros de altura. Si no puedes buscaremos a donde irnos. Doris, yo quiero verte, verte, y oírte.
Tu Gabriela

Gabriela Mistral: Lucila Godoy Alcayaga (Chile, 1889-1957).
Obtuvo el premio Nobel en 1945.

Las ilustraciones corresponden a un fragmento de la carta que el matrimonio Corona les envió a sus huéspedes unos días después de concluida su visita y al encabezado de la entrevista publicada por El Sol de Tampico.

lunes, 15 de mayo de 2023

Tampico: JIM MAITLAND, de Herman Cyril McNeil "Sapper"

"Tampico es esa joya. Y debido a que las joyas impecables son pocas y distantes..."

(
Fragmento del capítulo I: Raymond Blair - Borracho)

Es probable que usted no conozca la Isla de Tampico*. Iré más allá y diré que probablemente nunca haya oído hablar de la Isla de Tampico. Y en muchos sentidos es usted digno de lástima. Si alguna vez hubo una joya impecable engarzada en un zafiro marino Tampico es esa joya. Y debido a que las joyas impecables son pocas y distantes entre sí, de usted es la pérdida.

Pero haciendo un balance, usted gana. Porque si alguna vez ha existido un lugar donde el alma y el cuerpo se pudren más rápida y completamente, todavía tengo que encontrarlo. Esa hermosa isla, una reina incluso entre las glorias de los Mares del Sur, contenía más vicios por milla cuadrada que los barrios bajos de una gran ciudad. Porque en cualquier ciudad siempre hay trabajo que hacer; durante una parte de las veinticuatro horas por lo menos, los restos humanos se dan con el trabajo. Pero en Tampico no había trabajo que hacer, salvo los poquísimos que venían por un espacio de negocios y partían a su debido tiempo.

En Tampico, donde se podía conseguir fruta y suficiente comida con sólo pedirla, no había lucha por sobrevivir. De hecho, nadie tuvo problemas en Tampico excepto por una cosa: la bebida. No se podía beber si se pedía. La bebida tenía que pagarse en efectivo. Y el dinero en efectivo no abundaba entre los derrelictos que llegaron a esa isla, y una vez que vinieron se quedaron hasta que la muerte se los llevó, y otro nombre falso fue escrito toscamente en una cruz de madera para marcar el evento. La madera es barata en Tampico, por eso las lápidas en el cementerio de los perdidos son monótonas a la vista. Después de todo, ¿quién podría esperar que aumentara el precio de una botella de ginebra en perfecto estado para erigir una estúpida piedra ornamental en la tumba de un hombre que había muerto de delirium tremens?

Se encontraba fuera de las rutas trilladas de los grandes trasatlánticos por muchos cientos de millas: sólo llegaban botes pequeños, dedicados principalmente al comercio de frutas, con alojamiento para seis pasajeros en la primera clase. La fruta era el comercio particular de Tampico; frutas y diversos productos tropicales que crecían con tal opulencia y al alcance de la mano que resultaba casi innecesario recogerlos. Si se esperaba lo suficiente, caían en las manos. Y nunca nadie hizo otra cosa que esperar en Tampico, por eso está tan podrido. Incluso cuando un trozo de ámbar gris llega a tierra -grueso y apestoso, es un Evento con E mayúscula-, el afortunado hallador no se apresura. Cierto, podría apuñalar al hombre que intentara robarlo, pero por lo demás sus movimientos son plácidos. Hay un traficante en el pueblo, y el ámbar gris significa tragos durante semanas, o tal vez días, según la capacidad del bebedor.

Herman Cyril McNeile: Sapper (Inglaterra, 1888-1937).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).

* No existe una isla con el nombre de Tampico en los Mares del Sur ni en alguna otra parte. Si bien varias poblaciones llevan el nombre de Tampico, sobre todo en los Estados Unidos: en Illinois (allí nació el presidente Ronald Reagan), Indiana, Montana, Ohio, Tennessee y Washington; también hay seis lugares llamados Tampico en México, desde Baja California hasta Chiapas, y otros dos más en Guatemala y Venezuela. Pero la isla de Tampico es mera fantasía del autor. Decidí incluir el presente texto aunque no se refiera a Tampico, en el estado de Tamaulipas, que es el objeto de esta recopilación, porque me pareció original y divertido.

domingo, 14 de mayo de 2023

Tampico: LA HERMANA IMPURA, de José Manuel Puig Casauranc

"Con un fuerte rechinido de cadenas el barco ancló al fin frente a los muelles de la Aduana."

(
Fragmentos del primer capítulo)

La voz de don Julián -que no perdía el dejo de Cataluña a pesar de sus veinte años en América- casi sobresaltó a Eulalia que apenas comenzada la toilette había caído en una vaga ensoñación de su vida futura. Cubriéndose rápidamente el pecho desnudo. como si no bastara la pared del camarote para aislarla a los ojos de don Julián, contestó :

- Voy en seguida. .. No tardo diez minutos...

Y ansiosa de no perder nada de aquella maravillosa entrada al puerto de Tampico. Que tanto le ponderara don Julián, se apresuró a vestirse. Pasaban rápidamente por el cono de luz de la lamparilla del tocador del camarote, el busto, de una exquisita y juvenil delicadeza, los brazos, redondos y con hoyuelos en los codos, y para alisarse el pelo, quedaba fija frente al espejo, algunos segundos, la cara, un óvalo perfecto de carne morena, en que brillaban los ojos muy rasgados y de una ligerísima oblicuidad que daba al rostro una expresión extraña, como de constante inquietud espiritual en la muchacha, impresión que disipaba la boca ingenua, pequeñita, de labios finísimos y rojos que a todo y a todos sonreían.

- Niña Eulalia. .. Niña Eulalia. .. Que dice don Julián que ya se ve Tampico ... ¿Quiere que le ayude?

Ahora era Maruca, la camarera que la acompañaba desde el colegio en España, la que llamaba.

Abrió la puerta del camarote la muchacha y en el marco ya. mientras salía, se detuvo un momento, altos los brazos para prender la última horquilla en el cabello. La miró, complacida, Maruca. y en tono de admiración, murmuró:

- Lo que le he dicho. niña Eulalia. .. Va a volver usted loco a medio Tampico…

(...)

Con fuerte rechinido de cadenas el barco ancló al fin frente a los muelles de la Aduana. No atracarían en la noche. "¡Tonterías del Capitán del Puerto y testarudez del Médico Delegado!" Había que proceder a la fumigación… Se hablaba de peste bubónica en el Puerto. A dormir.

Hasta las doce, los ojos devorando Tampico, permaneció Eulalia sobre cubierta.

Benito, el doctor, el primo peninsular, compañero de viaje y que había de ser, de ahora en adelante y quién sabe por cuanto tiempo, compañero de casa también, se empeñó en acompañar a la muchacha. Don Julián, a las diez, anclado apenas el barco, habíase retirado, con lujo de bostezos y derroche de tosiduras, a su camarote. Y el primo, hundido en un silencio hosco en presencia de don Julián, soltaba la. lengua apenas desaparecido el viejo.

- ¿No te fastidia, prima, el catalán? Sabe de todo; todo es Tampico para él… No le he oído en el viaje hablar de otra cosa…

- Lo hacía por mí. .. Como aquí viven los míos y aquí voy a vivir yo, quería que nada me cogiera de nuevo... Por eso... y puedes creer que estos quince días de conferencias sobre Tampico me han hecho conocer a la que casi es mi tierra… Figúrate que hasta a las muchachas de Tampico conozco ya…


José Manuel Puig Casauranc (Mexicano fallecido en Cuba, 1888-1939).

sábado, 13 de mayo de 2023

Tampico: LA SOMBRA DEL CAUDILLO, de Martín Luis Guzmán

"Era su empeño de ese momento hacer memoria (...) de lo que les había acontecido en Tampico, cuatro años antes..."

(Fragmento del capítulo V: Guiadores de partido)

Los hicieron pasar al comedor, en torno de cuya mesa, redonda, se sentaron todos, ellos y ellas, y se dispusieron a disfrutar por horas de la disipación mansa a que Olivier Fernández era tan afecto. Sobre la cubierta de hule fueron alineándose las botellas de cerveza; frente a Ignacio Aguirre colocaron otra, ésta de coñac; trajeron copas, vasos, ceniceros -todo ello, vulgar en cualquier parte, impregnado allí de significación nueva, gracias a la Mora. Porque ésta, en efecto, con su movible presencia, parecía comunicar en el acto, a hombres y cosas, algo de su armonía y de su raro prestigio. ¿Era una ilusión? A medida que ella distribuía botellas y copas, la luz, concentrada en el centro de la mesa por una pantalla que de la lámpara bajaba casi hasta el hule, como que desbordaba aquel cauce para seguir el brazo y la mano; los obscuros ojos de la Mora --dos manchas negras en la penumbra- relumbraban y rebrillaban; su cuerpo iba de un sitio a otro, dejando perfumes que eran ritmo, ritmos que eran perfumes. Cuando al fin vino a sentarse entre Aguirre y Encamación, se le figuró a Axkaná que la persona de ella y el ambiente que les rodeaba formaban una sola cosa.

A poco de empezar a beber, Olivier Fernández se puso a disertar sobre política. Los demás le siguieron. Con lo cual ellas se entregaron a oír con profundo interés, aunque quizá no entendieran bien el asunto que se debatía. Las cautivaba asomarse, entre un torbellino de frases a veces incomprensibles, al abismo de las ideas y las pasiones que mantenían encendida el alma de aquellos amigos suyos y que eran capaces de lanzarlos unos contra otros hasta hacerlos añicos. Sentían por ellos igual admiración que si fueran aviadores o toreros, y si los creían espléndidos y ricos, manirrotos como bandidos de leyenda, no era eso lo que en el fondo las atraía más, sino la traza futura de sus planes, porque entonces les parecía estar aspirando, en la fuente misma, la esencia de la valentía auténtica. Aquéllos eran seres temerarios, espíritus de aventura, susceptibles, como ellas, de darse todos en un momento: por un capricho, por un ideal.

Encarnación Reyes, encandilado por el coñac, por el perfume de la Mora y por cuanto oía, vino pronto a sentirse como si lo envolvieran la atmósfera caldeada y la excitación de una asamblea política o una sesión del Congreso. Ellos hacían de diputados; ellas, de público. Lo que se explicaba también porque Olivier Fernández no conseguía nunca decir cuatro palabras seguidas sino en actitud y tono de orador; su vida entera estaba en la política; su alma, en la Cámara de Diputados. Era su empeño de ese momento hacer memoria, con Aguirre y López de la Garza, de lo que les había acontecido en Tampico, cuatro años antes, cuando andaban en gira electoral con el Caudillo. Pero lejos de evocar los sucesos con recogimiento íntimo, según lo hubiera hecho cualquiera otro, Olivier sintió el impulso irresistible de ponerse en pie y ascender hasta una tribuna imaginaria. El chorro de palabras brotó de su boca como en la Cámara, sólo que aquí frente al estrecho círculo de la mesa sembrada de botellas y vasos, ante la fila de pares de ojos semiocultos en la sombra. La luz no le pasaba de la cintura, pero arriba, en la región donde los rayos se tamizaban en penumbra tenue, sus brazos accionaban, gesticulaba su rostro. Y no hacía falta verlo para someterse a su elocuencia, porque allí y en todas partes Olivier Fernández era un gran orador. La Mora y sus amigas lo escuchaban en éxtasis, se entregaban dóciles a la magia divina del verbo, que llega al alma por sobre la inteligencia y así convence y arrebata.

Martín Luis Guzmán (México, 1887-1976).

viernes, 12 de mayo de 2023

Tampico: CARTA A FRIEDA, de D. H. Lawrence

"... si no, Tampico. No estoy convencido de ir a Tampico debido a la fiebre."

Carta de D. H. Lawrence a su esposa Frieda desde el hotel Garda en Guadalajara.

(Fragmento inicial)

10 de noviembre de 1923.

Seguimos intentando encontrar un barco, pero hasta ahora, nada. Nos gustaría navegar dese Manzanillo a través del canal de Panamá si todavía es posible encontrar algún vapor vagabundo. Si no, iremos a la ciudad de México y tomaremos el primer barco que salga de Vera Cruz (sic), si ese puerto infernal está abierto, si no, Tampico. No estoy convencido de ir a Tampico debido a la fiebre. Y siento que simplemente no puedo mirar a los Estados Unidos otra vez; por el momento, los vapores más rápidos son los holandeses -y el Hamburg Amerika-, tardan tres semanas en ir a Southampton o Plymouth.

(We keep on trying for ships, but nothing so far We should like to sail from Manzanillo through the Panama Canal it still may be possible to find a tramp steamer If not, we shall go to Mexico City and get the first regular boat that goes out of Vera Cruz, if that infernal port is open if not, Tampico. I'm not keen on going to Tampico, because of the fever. And I feel I simply can’t look at the USA again, just yet; the quickest steamers are the Dutch -and the Hamburg Amerika- they take three weeks to Southampton or Plymouth.)

David Herbert Lawrence (Inglés fallecido en Francia, 1885-1930).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).

jueves, 11 de mayo de 2023

Tampico: EL QUINTO AS, de Douglas Grant


(
Fragmento del capítulo I: La Billie del caballero Goeff)

- Este es un gran país para ustedes -comentó Hallock-. Tenemos los pozos petroleros más grandes del mundo justo en esta pequeña franja de tierra a lo largo del Golfo y, además, las reservas sin explotar son muchísimo más grandes de lo que se puede juzgar por lo que se ha sacado a la luz. Sí, señor. ¡Y tampoco debería sorprenderme algún día encontrar un chorro aquí mismo en mi rancho! Rufe Terwilliger, doce millas más allá de Dos Zapotes, excavó por una corazonada hace seis meses, y ahora tan sólo con la válvula de la compuerta. parcialmente abierta, ¡está sacando mil barriles por día!

- Sé que el desarrollo que ha tenido lugar aquí es, hablando en relación con las posibilidades, solo un comienzo -aseguró Thode al acalorado entusiasta-. Estoy aquí para velar por los intereses del señor Larkin y los de la Mexamer Company con miras a ampliar sus participaciones si encuentro algo prometedor. Por cierto, señor Hallock, fue una historia curiosa la que le contó al señor Larkin, sobre un misterioso estanque en un pantano con indicaciones de aceite en la superficie. Un día lo mencionó por casualidad. El estanque de las almas perdidas, ¿no es así?

Hallock asintió con una amplia sonrisa.

(Fragmento del capítulo VII: Pariente extranjero)

Willa miró con ojos aturdidos la bonita habitación a la que fue conducida. Los muebles eran de marfil y oro mate, las paredes, las cortinas y el piso de un suave azul francés, y tenues luces con sombras rosas brillaban delicadamente en muchos soportes.

El salón que había tomado como algo natural, le impresionó el hecho de que no se diferenciaba mucho del gran hotel en Tampico, pero esperar que viviera, se moviera y durmiera en esta habitación frágil, asfixiante y abarrotada de muñecas, era impen- sable. Era suya, había dicho el ama de llaves; por lo tanto, la aprovecharía al máximo, a su manera.

Media hora más tarde, la criada se presentó en la puerta de la señora Halstead exal- tada, al borde de la histeria.

- Por favor, señora, la señorita Murdaugh ha hecho pedazos su habitación. Ha bajado las cortinas de las ventanas y están amontonadas en un rincón junto a los cojines del chaise longue, ha movido la cama hacia las ventanas y le quitó la colcha. Todas las sombras rosas están apagadas y los muebles apilados contra la pared. La señorita Murdaugh me llamó hace un momento para que sacara todas las cortinas y otras cosas de la habitación, y pensé que sería mejor que usted viniera.

La señora Halstead dio un paso adelante, pero se detuvo apretando ligeramente sus labios.

Douglas Grant: seudónimo de Isabel Egenton Ostrander
(Estados Unidos, 1883-1924).

(Traducido del inglés por Jules Etienne).