Regresa la primavera a Vancouver.

martes, 28 de noviembre de 2023

Eclipse solar: LA GUERRA DEL FIN DEL MUNDO, de Mario Vargas Llosa

"Un eclipse sumiría al mundo en tinieblas tan absolutas que todo debería hacerse al tacto, como entre ciegos..."

IV

(Fragmento inicial)

Cuando Lelis Piedades, el abogado del Barón de Cañabrava, ofició al Juzgado de Salvador que la hacienda de Canudos había sido invadida por maleantes, el Consejero llevaba allá tres meses. Por los sertones había corrido la noticia de que en ese sitio cercado de montes pedregosos, llamado Canudos por las cachimbas de canutos que fumaban antaño los lugareños, había echado raíces el santo que peregrinó a lo largo y a lo ancho del mundo por un cuarto de siglo. El lugar era conocido por los vaqueros, pues los ganados solían pernoctar a las orillas del Vassa Barris. En las semanas y meses siguientes se vio a grupos de curiosos, de pecadores, de enfermos, de vagos, de huidos que, por el Norte, el Sur, el Este y el Oeste se dirigían a Canudos con el presentimiento o la esperanza de que allí encontrarían perdón, refugio, salud, felicidad.
 
A la mañana siguiente de llegar, el Consejero empezó a construir un Templo que, dijo, sería todo de piedra, con dos torres muy altas, y consagrado al Buen Jesús. Decidió que se elevara frente a la vieja Iglesia de San Antonio, capilla de la hacienda. «Que levanten las manos los ricos», decía, predicando a la luz de una fogata, en la incipiente aldea. «Yo las levanto. Porque soy hijo de Dios, que me ha dado un alma inmortal, que puede merecer el cielo, la verdadera riqueza. Yo las levanto porque el Padre me ha hecho pobre en esta vida para ser rico en la otra. ¡Que levanten las manos los ricos!» En las sombras chisporroteantes emergía entonces, de entre los harapos y los cueros y las raídas blusas de algodón, un bosque de brazos. Rezaban antes y después de los consejos y hacían procesiones entre las viviendas a medio hacer y los refugios de trapos y tablas donde dormían, y en la noche sertanera se los oía vitorear a la Virgen y al Buen Jesús y dar mueras al Can y al Anticristo. Un hombre de Mirandela, que preparaba fuegos artificiales en las ferias —Antonio el Fogueteiro — fue uno de los primeros romeros y, desde entonces, en las procesiones de Canudos se quemaron castillos y reventaron cohetes.
 
El Consejero dirigía los trabajos del Templo, asesorado por un maestro albañil que lo había ayudado a restaurar muchas capillas y a construir desde sus cimientos la Iglesia del Buen Jesús, en Crisópolis, y designaba a los penitentes que irían a picar piedras, cernir arena o recoger maderas. Al atardecer, después de una cena frugal —si no estaba ayunando — que consistía en un mendrugo de pan, alguna fruta, un bocado de farinha y unos sorbos de agua, el Consejero daba la bienvenida a los recién llegados, exhortaba a los otros a ser hospitalarios, y luego del Credo, el Padrenuestro y los Avemarías, su voz elocuente les predicaba la austeridad, la mortificación, la abstinencia, y los hacía partícipes de visiones que se parecían a los cuentos de los troveros. El fin estaba cerca, se podía divisar como Canudos desde el Alto de Favela. La República seguiría mandando hordas con uniformes y fusiles para tratar de prenderlo, a fin de impedir que hablara a los necesitados, pero, por más sangre que hiciera correr, el Perro no mordería a Jesús.
 
Habría un diluvio, luego un terremoto. Un eclipse sumiría al mundo en tinieblas tan absolutas que todo debería hacerse al tacto, como entre ciegos, mientras a lo lejos retumbaba la batalla. Millares morirían de pánico. Pero, al despejarse las brumas, un amanecer diáfano, las mujeres y los hombres verían a su alrededor, en las lomas y montes de Canudos, al Ejército de Don Sebastián. El gran Rey habría derrotado a las carnadas del Can, limpiado el mundo para el Señor. Ellos verían a Don Sebastián, con su relampagueante armadura y su espada; verían su rostro bondadoso, adolescente, les sonreía desde lo alto de su cabalgadura enjaezada de oro y diamantes, y lo verían alejarse, cumplida su misión redentora, para regresar con su Ejército al fondo del mar.
 
Los curtidores, los aparceros, los curanderos, los mercachifles, las lavanderas, las comadronas y las mendigas que habían llegado hasta Canudos después de muchos días y noches de viaje, con sus bienes en un carromato o en el lomo de un asno, y que estaban ahora allí, agazapados en la sombra, escuchando y queriendo creer, sentían humedecérseles los ojos. Rezaban y cantaban con la misma convicción que los antiguos peregrinos; los que no sabían aprendían de prisa los rezos, los cantos, las verdades. Antonio Vilanova, el comerciante de Canudos, era uno de los más ansiosos por saber; en las noches, daba largos paseos por las orillas del río o de los recientes sembríos con Antonio el Beatito, quien, pacientemente, le explicaba los mandamientos y las prohibiciones de la religión que él, luego, enseñaba a su hermano Honorio, su mujer Antonia, su cuñada Asunción y los hijos de las dos parejas.
 
Mario Vargas Llosa (Perú, 1936). Obtuvo el premio Nobel en 2010.

domingo, 26 de noviembre de 2023

Eclipse solar: EL LIBRO NEGRO, de Orhan Pamuk

"... su rebaño de ovejas, que había vuelto por sí solo a la aldea debido a un eclipse en medio del día..."

(Fragmento del capítulo 15: Historias de amor en una noche de nieve)

Estaba claro que se trataba del típico jubilado que quiere hacer algo útil en su tiempo libre, interesado por nuevas amistades y que conoce bien Estambul. Una vez hubo terminado con los luchadores tracios, el viejo anunció que había llegado el momento de la verdadera historia y comenzó su relato:
 
En realidad se trataba más de un dilema que de una historia: un anciano pastor encerró en el redil su rebaño de ovejas, que había vuelto por sí solo a la aldea debido a un eclipse en medio del día, sorprendió a su querida mujer en Ia cama con un amante y, tras un momento de duda, los mató a ambos con el primer cuchillo que cogió. Después de entregarse, en su defensa ante el juez afirmó que no había matado a su esposa y a su amante, sino a una mujer desconocida que estaba en su cama con su querido; la lógica que seguía el pastor era tremendamente simple: teniendo en cuenta que resultaba imposible que «la mujer» con la que había vivido enamorado desde hacía años, en la que había confiado y a la que tan bien conocía, le hiciera aquello a «él», tanto «él» como «la mujer de la cama» eran en realidad otras personas. El pastor creyó de inmediato en aquella sorprendente sustitución corroborada además por la señal sobrenatural que le había proporcionado el Sol. Por supuesto estaba dispuesto a sufrir la pena correspondiente al crimen de aquella otra persona que recordaba que le había poseído por un instante, pero quería que tanto la mujer como el hombre que había matado en la cama fueran considerados dos ladrones que habían entrado en su casa para aprovecharse impúdicamente de la comodidad de su lecho. Después de cumplir su condena, fuera la que fuese, se echaría a los caminos para buscar a su esposa, a la que no veía desde el día del eclipse y, después de encontrarla, comenzaría a buscar si propia personalidad perdida, quizá con ayuda de su mujer. ¿Cuál fue el castigo que el juez impuso al pastor?
 
Mientras escuchaba las respuestas que los de la mesa le daban a la pregunta del anciano coronel, Galip pensaba que había leído o escuchado aquella historia en otro lugar, pero era incapaz de recordar en cuál. Por un momento, mientras observaba una de las fotografías que el fotógrafo había traído y repartía entre los componentes de la mesa, creyó que iba a descubrir de dónde recordaba la historia y al hombre pero, en ese momento le pareció que podría decir de repente quién era ese hombre y, como en la historia del fotógrafo, así descifrar el misterio de una de aquellas caras cuyo significado era tan difícil de interpretar. Cuando le llegó el turno a Galip opinó que el juez perdonaría al pastor y en ese instante sintió que había resuelto el secreto del significado del rostro del militar jubilado: era como si cuando comenzó a contar su historia fuera una persona y al terminarla fuera otra. ¿Qué le había ocurrido mientras narraba la historia? ¿Qué era lo que le había cambiado mientras narraba la historia?

Orhan Pamuk (Turquía, 1952).
Obtuvo el premio Nobel en 2006.

sábado, 25 de noviembre de 2023

Eclipse solar: URANIA, de Jean-Marie Gustave Le Clézio

"... en Oklahoma, a menudo el cielo está bajo. Allá no se puede leer todas las noches las estrellas, los cúmulos pálidos, los soles en eclipse..."

(Fragmento de Anthony Martin, el consejero)

Entonces me volví, me fui a lo alto del pueblo, para esconder mi cólera y mi emoción. Ahora, ya no puedo hablar, ya no quiero decidir. Soy demasiado viejo, mi corazón está enfermo, mi alma también. Quiero volverme un vejete inútil al que se va a mendigar por las rutas titubeando, con un palo de escoba en la mano a modo de bordón.
 
Ya echo de menos el cielo de Campos. En mi país, en Oklahoma, a menudo el cielo está bajo. Allá no se puede leer todas las noches las estrellas, los cúmulos pálidos, los soles en eclipse, los gigantes lejanos en su halo rojo, todas esas figuras con las que he vivido, el Arado, el ojo de la osa Dubhe, su cola, su flanco, la gacela Talitha a la que caza y hace volar el polvo brillante con cada uno de sus saltos, y ése es el nombre que yo le había dado a Hoatu cuando ella llegó, debido a su manera de correr con los pies desnudos entre las rocas de la montaña, y Cristian siempre detrás de ella porque estaba enamorado. ¿Ellos se acordarán tal vez de todo eso por amor a mí?
 
Altais, la serpiente enroscada, su ojo Rastaban. Y Thuban que fue el centro del universo antes que la estrella polar, hace diez mil años.
 
¿Qué queda del país donde yo nací? ¿Alguien me espera allá? Me fui hace mucho tiempo, todos aquellos que conocí se han muerto, o bien me han olvidado.
 
 
J. M. G. Le Clézio: Jean Marie Gustave Le Clézio (Francia, 1940).
Obtuvo el premio Nobel en 2008.

viernes, 24 de noviembre de 2023

Eclipse solar: OBSESIÓN (Avaricia)*, de Elfriede Jelinek

"... el estanque, que se traga el sol como si en él hubiese de forma perpetua un eclipse solar..."

(Fragmento del capítulo 2)

Bajan sus miradas hacia el estanque, que se traga el sol como si en él hubiese de forma perpetua un eclipse solar, y la superficie oscura les parece una nocturna carretera comarcal en la que se producen encuentros. Otros prefieren no encontrarse a nadie. Lo entiendo, yo estaría más bien en ese grupo. Bien, ésos ya se han marchado, pues ya no los veo. El agua está tan fría, que uno la podría sacar del lecho chorreando y volvería a echarla allí de inmediato nada más al ver con detalle lo que ha pescado. Esta agua no caería jamás a la superficie terrestre en forma de precipitación, antes se precipitaría sobre alguien hasta matarlo, alguien que estuviera esperando una mejora del tiempo desde hace por lo menos una semana. El frío, al fin y al cabo, baja en una forma extraña, amorfa. Si el agua fuera hábil, huiría por su propio pie montaña arriba. Todo esto no es tan profundo, pero las plantas trepadoras y la carroña le arrastrarían a uno hasta ese fondo, que prefiero no imaginarme. Aquello debe de ser indescriptiblemente fangoso, oscuro, helado, desolador, por decirlo de algún modo, un lugar donde las aguas yacen sin sentido, pero sin embargo incesantes, con una parte de su memoria sin regular por la convención alpina, que invita a las sustancias contaminantes a que, por favor, no se dejen descargar aquí, y con la otra parte al acecho, probablemente acechando su propio terrible despertar. Ni siquiera una vez, jamás, he visto patos en su superficie, el sebo los agarraría por la cola y, graznando, se verían arrastrados miserablemente bajo la superficie, así me lo imagino, pues yo aprecio a los animales y no quiero que sufran malas experiencias. Bueno, evidentemente ellos mismos tampoco quieren. No se posan jamás, según creo, en estas aguas, que parecen petrificadas por el terror, porque fueron vertidas aquí y no ahí delante, donde tendrían todo el sol, al otro lado de la carretera, donde está la fonda, aunque incluso allí, no importa el sol que haga, refresca pronto debido a las montañas circundantes, y hay que ir a buscar chalecos y chaquetas. Allí los patos están en los platos. Un pequeño embarcadero, pero ¿para qué? Si nadie pasa por aquí. Bueno, quién lo iba a decir entonces, cuando se buscaron las voces más solícitas y se repartieron los remos y se entrenó la paciencia sin límites al declararse pérdidas en los primeros meses. A veces, aquí se ven o se oyen niños, que, de repente, sin embargo, enmudecen y clavan sus miradas en el agua, tan distinta a lo que se les había prometido, una cara que, tras un examen más detenido, se descubre como una mueca horrible, una red en la que uno quedará enredado. Nada de alegres y coloridos bañadores, pelotas de agua, flotadores de animales, botes hinchables; nada de eso le ha sido concedido a este lago, no recibe diversidad y por tanto no ofrece diversidad ninguna. No puede ponerse espumosos vestidos que se alcen susurrantes, pues esta agua metálica no se deja remover ni conmover. Me parece una simpleza atribuirlo a la completa falta de radiación solar. Por lo menos los solariums tienen de eso a montones y no por ello las personas se vuelven mejores. Van a esos lugares para meterse en magníficos ataúdes resplandecientes, sólo aquellos que quieren cambiar por sí mismos el color de su piel, como mínimo. Pero en su fuero interno saben que siempre van a permanecer como han sido creados.
 
Elfriede Jelinek
(Austria, 1946). Obtuvo el premio Nobel en 2004.
 
* El título original de la novela en alemán es Gier, que significa codicia o avaricia,
por alguna razón fue traducido para su publicación en español como Obsesión.
Forma parte de las novelas de Elfriede Jelinek que abordan los pecados capitales.

jueves, 23 de noviembre de 2023

Eclipse solar: EL MAESTRO DE PETERSBURGO, de J. M. Coetzee

"El sol naciente no ha salido con todas las de la ley, sino para sufrir el eclipse nada más..."

(Fragmento del capítulo 7: Matriona)

¡Asoma la alegría como raya el alba! Pero no es más que un instante. No es solamente que las nubes comiencen a surcar este cielo nuevo, radiante, es como si en el instante mismo en que sale el sol con todo su esplendor, apareciese también otro sol antagónico que se deslizara por delante del sol. La palabra presagio atraviesa su mente con todo su influjo siniestro y ominoso. El sol naciente no ha salido con todas las de la ley, sino para sufrir el eclipse nada más; la alegría resplandece sólo para revelar cómo ha de ser la aniquilación de la alegría.
 
J. M. Coetzee: John Maxwell Coetzee (Sudáfrica, 1940).
Obtuvo el premio Nobel en 2003.
 
La ilustración corresponde al sol del amanecer en San Petersburgo, Rusia.

miércoles, 22 de noviembre de 2023

Eclipse solar: UN AMIGO DE KAFKA, de Isaac Bashevis Singer

"... y tantas eran las palomas que cubrieron el cielo (...) de manera que la luz del día se oscureció como en un eclipse."
 
(Fragmento de Las palomas)
 
Al día siguiente por la mañana un coche funerario judío ascendió la calle camino de la casa del profesor, los caballos iban con negras gualdrapas y capuchones también negros, con orificios a la altura de los ojos. Cuando sacaron el féretro de la casa y el cortejo fúnebre comenzó a avanzar cuesta abajo, hacia la Avenida Tamki y el barrio viejo de la ciudad, bandadas de palomas echaron a volar por encima de los tejados. Y vinieron más y más palomas, y tantas eran las palomas que cubrieron el cielo en la estrecha cinta que las casas de la estrecha calle recortaban en él, de manera que la luz del día se oscureció como en un eclipse. Las palomas parecían detenerse, suspendidas en el aire, y así se estaban un instante, y de inmediato seguían el cortejo trazando círculos en el cielo.

(Fragmento de El mentor)

Los poderes que rigen la Historia nos habían devuelto a la tierra de nuestros antepasados, pero nosotros poco habíamos tardado en profanarla con nuestra abominable conducta. El sol ya daba calor y había adquirido un color amarillo sulfuroso. Despedía chispas y llamas menudas, como si fuera una antorcha. Producía una luz sombría y triste, como en los momentos de eclipse. Del desierto llegaba un viento seco que transportaba fina arena. El rostro de Freidl estaba ceniciento y demacrado. Y en aquel momento vi que se parecía a su madre, Deborah Ita.

Isaac Bashevis Singer (Judío nacido en Polonia y fallecido en Estados Unidos, 1902-1991).
Obtuvo el premio Nobel en 1978.

martes, 21 de noviembre de 2023

Eclipse solar: EL LIBRO DE LAS PREGUNTAS, de Pablo Neruda

"¿Para quién arden los pistilos del sol en sombra del eclipse?

VI
 
¿Por qué el sombrero de la noche
vuela con tantos agujeros?
¿Qué dice la vieja ceniza
cuando camina junto al fuego?
¿Por qué lloran tanto las nubes
y cada vez son más alegres?
¿Para quién arden los pistilos
del sol en sombra del eclipse?
¿Cuántas abejas tiene el día?
 
 
 Pablo Neruda: Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto (Chile, 1904-1973).
Obtuvo el premio Nobel en 1971.

lunes, 20 de noviembre de 2023

Eclipse solar: EL MUNDO DE LOS GNOMOS, de Selma Lagerlöf

"... nadie tuvo la idea de celebrar con una fiesta la victoria del sol, salvo la anciana Beda, en su casita de las Tinieblas finlandesas."
 
El eclipse de sol
 
(Fragmento)

No se estaba lejos del 17 de abril, pero le sobraba tiempo para preparar su fiesta. Llegado el día del eclipse, se encontraban reunidas Stina, Lina, Kasia del Pantanito, Maya y las demás, en casa de Beda, en las Tinieblas finlandesas.
 
Tomaron la primera taza de café, luego la segunda, después la tercera, charlaron de unas cosas y de otras, y acabaron por comprobar que ignoraban aún en honor de qué o de quién las había invitado Beda.
 
Mientras tanto, el eclipse se verificaba sin que ellas prestasen al fenómeno gran atención. Un breve instante el eclipse llegó a su punto máximo; el cielo se tornó gris pizarroso; toda la naturaleza parecía cubierta de cenizas, soplaba un viento frío, silbando con ruido de trompetas del Juicio final y de gemidos del fin del Mundo. Entonces se sintieron incómodas, pero una suprema taza de café suplementaria logro devolverles el aplomo.
 
Cuando todo hubo terminado y el sol salió victorioso de la lucha, reinó de nuevo en el cielo, tan brillante y tan alegre, que nunca se le había visto tanto brillo y tanta potencia durante todo el invierno. La vieja Beda se aproximó con las manos juntas a la ventana. Sus ojos recorrieron la parte soleada ante su casa y entonó el cántico: «Tu hermoso sol se eleva aún; yo te bendigo, Dios mío. Con fuerza, valor y esperanza renovados, elevo mi voz gozosa».
 
Se mantenía delgada y diáfana, ante la ventana. Mientras cantaba, los rayos del sol flotaban alrededor de ella, como deseoso de infundirle un poco de su vida, de su calor, de su fuerza.
 
Cuando terminó de cantar la estrofa se volvió hacia sus invitadas y dijo con tono de disculpa:
 
- Amigas mías, yo no tengo mejor amigo que el sol y por eso he querido celebrar esta pequeña fiesta el día del eclipse. Quise que estuviésemos reunidas para recibirlo cuando saliera de sus tinieblas.
 
Todas comprendieron lo que la vieja quería decir y, un poco emocionadas, comenzaron a alabar al sol, que era tan bueno para los pobres como para los ricos; que, en invierno, cuando entraba en las casas, producía tanto bien como una llamarada; y, que, en cuanto brillaba, hacía amable la vida, cualesquiera que fuesen las penas que hubiese que soportar.
 
Al regresar cada una de ellas a sus sendas casas, todas iban risueñas y gozosas. Se sentían más ricas, más seguras, desde que habían comprendido qué amigo tan bueno y tan fiel tenían en el sol.
 
* * *
 
Como se trataba de un gran eclipse, ya que nueve décimas partes del disco solar quedaban oscurecidas, el fenómeno llamó mucho la atención en todas partes donde fue visible. Los sabios se habían movilizado con sus instrumentos para medir y calcular. Las gentes vulgares preparaban cristales ahumados y anteojos para contemplarlo a su gusto. Los alumnos de las escuelas obtuvieron permiso para desertar de clases y poder admirar el espectáculo. Los periódicos llenaron sus columnas con la descripción del cielo, que cambiaba de color, de los pájaros que dejaban de cantar, y de la oscuridad invasora que había reinado.
 
Pero por grande que fuese el caso que se hiciera del eclipse, creo que nadie tuvo la idea de celebrar con una fiesta la victoria del sol, salvo la anciana Beda, en su casita de las Tinieblas finlandesas.
 
Selma Lagerlöf (Suecia, 1858-1940).
Obtuvo el premio Nobel en 1909.

sábado, 18 de noviembre de 2023

Eclipse solar: EL JUEGO DE GERALD, de Stephen King


 
(Fragmento del capítulo 10)
 
«A veces, las amigas pueden aliviar tus preocupaciones, Jessie», manifestó la voz interior, tan saturada de amabilidad que Jessie tuvo que guardar silencio. «Medité en ello, ¿sabes? Imaginé de qué hablabas y reflexioné en el asunto. No recordaba en absoluto que hubiese habido un eclipse a principios de los sesenta, pero, claro, por aquel entonces meencontraba en Florida, mucho más interesada en el buceo y en el bañero de Delray –me había colado por él de un modo increíble- que en los fenómenos astronómicos. Supongo que lo que quería era asegurarme de que todo el asunto no era una especie de fantasía demencial o algo por el estilo... facilitada tal vez por aquella moza de las horribles quemaduras en el tetamen. Pero no era ninguna fantasía. Hubo un eclipse total de Sol en Maine, y sin duda tu casa de verano del lago Dark Score estaba en medio de la zona desde la que se pudo ver completo. En julio de 1963. Sólo una niña y su papá, que contemplaban el eclipse. No me contaste lo que te hizo el bueno de tu padre, pero yo sabía dos cosas, Jessie: que era tu padre, una mala persona. y que tú tenías diez años, ibas camino de los once y. por lo tanto, estabas en la frontera de la pubertad... y eso empeoraba las cosas.»
 
«Basta, Ruth, por favor. No podías haber elegido un momento más inoportuno para sacar a relucir esa vieja...»
 
Pero Ruth no estaba dispuesta a dejarlo. La Ruth que había sido compañera de cuarto de Jessie siempre fue una chica firmemente decidida a decir lo que tenía que decir  hasta la última palabra- y la Ruth que era ahora compañera de cerebro de Jessie no parecía haber cambiado lo más mínimo respecto a aquélla.
 
«Luego me enteré de que vivías fuera del cumpus con tres pimpollos del club femenino de estudiantes, princesas de vestiditos línea trapecio y blusas marineras, cada una de las cuales debía de ser propietaria de su correspondiente juego de pantalones cortos interiores con la inicial de los días de la semana cosida en la pernera. Creo que tomaste por entonces la consciente determinación de iniciar los entrenamientos para ingresar en el equipo olímpico de limpieza del polvo y encerado de suelos. Te defraudaste a ti misma aquella noche en la casa rectoral de Neuworth, defraudaste a las lágrimas, al dolor y a la rabia, y me defraudaste a mí. Ah, claro, nos vimos alguna que otra vez durante cierto tiempo -compartimos en Pat's una pizza y una jarra de Molson's-, pero lo cierto es que nuestra amistad se había ido al traste, ¿verdad? Cuando llegó la hora de elegir entre mi persona y lo que sucedió en julio de mil novecientos sesenta y tres, optaste por el eclipse.»
 
Se acentuó el temblor del vaso de agua.
 
- ¿Por qué ahora, Ruth? -preguntó ¿Jessie, sin darse cuenta de que pronunciaba las palabras en voz alta, mientras aumentaba la penumbra en la habitación.
 
«¿Por qué ahora? Eso es lo que me gustaría saber... dando por sentado que en esta encarnación eres realmente parte de mí, ¿por qué ahora? ¿Por qué precisamente en este momento, cuando menos puedo permitirme la distracción y el desasosiego?»  La respuesta más evidente a esa pregunta era también la menos deseable: porque había un enemigo dentro, un mal bicho amargado al que le parecía magnífico que Jessie. Se encontrase en aquella situación: esposada, dolorida, sedienta, asustada y sintiéndose desdichada. Un ser resentido que no quería que aquella triste condición de Jessie se aliviara. Una zorra perversa capaz de rebajarse y recurrir a cualquier sucia jugarreta para que ese alivio no se produjera.
 
«El eclipse total del Sol sólo duró aquel día cosa de un minuto, ¿Jessie... salvo en tu cerebro. Ahí todavía sigue desarrollándose, ¿verdad?»
 
Stephen King (Estados Unidos, 1947).

viernes, 17 de noviembre de 2023

Eclipse solar: CRÓNICA DEL PÁJARO QUE DA CUERDA AL MUNDO, de Haruki Murakami


(Fragmento del capítulo 2: Luna llena y eclipse solar.
Sobre los caballos que morían en sus establos)

- Lo leí hace poco en el periódico. Te lo quería contar pero se me olvidó. Lo explicaba un veterinario en una entrevista: el caballo, tanto física como psicológicamente, es de lo más sensible a la influencia de la luna. Conforme se va acercando la luna llena, se vuelve terriblemente irritable y también tiene problemas físicos. Las noches de luna llena, muchos enferman y aumenta de manera extraordinaria el número de caballos que muere. Nadie sabe a ciencia cierta por qué sucede, pero es una realidad estadística. Ese veterinario, especializado en caballos, decía que las noches de luna llena está tan ocupado que apenas puede dormir.
 
- Caramba -dijo mi mujer.
 
- Peor aún es el eclipse solar. Los días que hay un eclipse solar, la situación de los caballos es todavía más trágica. No puedes imaginarte el número de caballos que puede llegar a morir un día de eclipse total de sol. Lo que quería decirte es que en este mismo instante, en algún lugar de la tierra, hay caballos que mueren, uno tras otro. Comparado con esto, que tú te metas con alguien no tiene la menor importancia. Intenta imaginarte los caballos muriendo. Imagínatelos una noche de luna llena, tumbados sobre la paja de sus establos, echando espumarajos blancos por la boca, jadeando agónicamente.
 
Ella pareció reflexionar unos instantes sobre los caballos muriendo en sus establos.
 
- Realmente tienes un extraño poder de convicción -dijo con tono resignado-. No me queda más remedio que darte la razón.
 
Haruki Murakami (Japón, 1949). 

jueves, 16 de noviembre de 2023

Eclipse solar: EL PALACIO DE LA LUNA, de Paul Auster

"Las señales apuntaban a un eclipse total, y aunque buscaba a tientas otra lectura..."

(Fragmento)

Entonces me inventé incontables razones, pero, en último término, probablemente todo se reducía a la desesperación. Estaba desesperado, y, frente a tanto cataclismo, me parecía necesaria algún tipo de acción drástica. Deseaba escupirle al mundo, hacer algo lo más extravagante posible. Con todo el fervor y el idealismo de un joven que ha pensado demasiado y ha leído demasiados libros, decidí que lo mejor era no hacer nada: mi acción consistiría en una negativa militante a realizar ninguna acción. Esto era nihilismo elevado al nivel de una proposición estética. Convertiría mi vida en una obra de arte, sacrificándome en aras de tan exquisitas paradojas que cada respiración me enseñaría a saborear mi propia condena. Las señales apuntaban a un eclipse total, y aunque buscaba a tientas otra lectura, la imagen de esa oscuridad me iba atrayendo gradualmente, me seducía por la simplicidad de su diseño. No haría nada por impedir que ocurriera lo inevitable, pero tampoco correría a su encuentro. Si por ahora la vida podía continuar como siempre había sido, tanto mejor. Tendría paciencia, aguantaría firme. Simplemente, sabía lo que me esperaba, y tanto daba que sucediera hoy o mañana, porque sucedería de todas formas. Eclipse total. El animal había sido sacrificado; sus entrañas, descifradas. La luna ocultaría el sol y, en ese momento, yo me desvanecería. Estaría completamente arruinado, sería un desecho de carne y hueso sin un céntimo en el bolsillo.

Paul Auster (Estados Unidos, 1947).

(Traducido al español por Maribel de Juan).

miércoles, 15 de noviembre de 2023

Eclipse solar: ECLIPSE, de John Banville

"... en particular los mendigos de Benarés, les aguarda la satisfacción de disfrutar más o menos de dos minutos y medio de noche cerrada..."

(Fragmento del capítulo III)

Hago una pausa, como haría un cronista, para dejar constancia de la inminencia de un gran acontecimiento. Va a ocurrir un eclipse solar. Se predice una total oclusión, aunque no la verá todo el mundo. Los escandinavos van a quedar al margen, al igual que los habitantes de las Antípodas. Incluso dentro de la banda relativamente estrecha en la que el manto de la luna cubrirá al sol, se dan apreciables variaciones. En nuestra latitud se espera que el disco se cubra en torno a un noventa y cinco por ciento. A otros, sin embargo, en particular los mendigos de Benarés, les aguarda la satisfacción de disfrutar más o menos de dos minutos y medio de noche cerrada, el intervalo más largo que va a experimentarse en todo el globo.
 
John Banville (Irlanda, 1945).

La ilustración corresponde a una fotografía del distrito de Chandauli, en Benarés, India. 

martes, 14 de noviembre de 2023

Eclipse solar: EL GRAN INVIERNO, de Ismail Kadaré

"... como una seña celestial, como la aparición de un cometa o un eclipse solar, contemplaban ahora la escisión."
  
(Fragmento del capítulo décimo)
 
Escisión. Todos estos últimos días, en las fachadas de las casas, en los cristales de su coche, en las puertas, en los mapas, en el rostro de los transeúntes, en todas partes, no había visto más que grietas. Todo se cuarteaba, al principio suavemente, luego cada vez con mayor vigor, como producto de un terremoto. Ahora todo estaba confirmado. Había escisión. Los gigantes se habían enfriado. El campo había perdido... el sueño... la unidad. Ya no dormirá más... Recordó su primer viaje sobre el cielo comunista, aquel deambular por el vacío, aquel crepúsculo, aquella ceguera, cuando iba en busca de la grieta, la lagartija por el desierto, cuando no creía nada, cuando se sentía perdido. Ahora la escisión correteaba vivaz por la superficie del globo, atravesaba penínsulas, continentes, se distinguía desde lejos, desde los polos, desde el ecuador. Su noticia volaba ya por el éter. En todas partes, en innumerables oficinas ministeriales, especialistas de todas clases, consejeros secretos, ministros, embajadores, generales y mariscales, presidentes de gobierno, millonarios, presiden- tes de Estados seculares y presidentes de Estados recientes, todos, sin excepción, como una seña celestial, como la aparición de un cometa o un eclipse solar, contem- plaban ahora la escisión.
 
Acababa de transmitir la noticia y se dirigía con prisa a un café.
 
El mundo, como quiera que sea, es bello, se dijo al pasar junto al quiosco de los periódicos, donde, entre la gente que esperaba de pie, vio de refilón a una bella muchacha con los ojos anegados de lágrimas. Sonrió para sus adentros, como si viera la cosa más increíble.

Ismail Kadaré (Albania, 1936).

lunes, 13 de noviembre de 2023

Eclipse solar: LA ISLA DEL DÍA DE ANTES, de Umberto Eco

"Júpiter, Marte, Venus, Mercurius et Saturnus alrededor del sol giran, pero el sol gira alrededor de la Tierra..."
 
(Fragmento del capítulo 24: Diálogo sobre los sistemas del mundo)

Y entre tanto dialogaba sobre los sistemas del mundo.
 
Habían vuelto a hablar del movimiento de la tierra y el padre Caspar lo había preocupado con el Argumento del Eclipse. Quitando la tierra del centro del mundo y poniendo en su lugar el sol, ha de ponerse la tierra o debajo de la luna, o encima de la luna. Si la ponemos debajo no habrá jamás un eclipse de sol porque, al estar la luna encima del sol o encima de la tierra, no podrá interponerse entre la tierra y el sol. Si la ponemos encima, no habrá jamás eclipse de luna porque, al estar la tierra encima de ella, no se podrá interponer jamás entre la luna y el sol. Y además, la astronomía no podría ya, como siempre ha hecho perfectamente, predecir los eclipses, pues regula sus cálculos sobre los movimientos del sol, y si el sol no se moviere su empresa sería vana.
 
Considerárase, luego, el Argumento del Arquero. Si la tierra girare todas las veinte y cuatro horas, cuando se tira una saeta directamente hacia arriba, ésta volvería a caer al occidente, a muchas millas de distancia del tirador. Que sería como decir el Argumento de la Torre. Si se dejara caer un peso por el lado occidental de una torre, éste no debería precipitar a los pies de la construcción, sino mucho más allá, y por tanto, no debería caer verticalmente sino en diagonal, porque, mientras, la torre (con la tierra) habríase movido hacia occidente. Como, en cambio, todos saben por experiencia que ese peso cae en perpendículo, he aquí que el movimiento terrestre se demuestra una majadería.
 
Por no hablar del Argumento de los Pájaros, los cuales, si la tierra girare en el espacio de un día, jamás podrían, volando, mantener el ritmo de su giro, aun cuando fueran infatigables. En cambio, nosotros vemos perfectamente que, si viajamos incluso a caballo en dirección del sol, cualquier pájaro nos alcanza y adelanta.
 
- Está bien. No sé responder a su objeción. Lo que he oído decir es que haciendo girar la tierra y todos los planetas, y teniendo parado el sol, se explican muchos fenómenos, mientras que Tolomeo ha tenido que inventar que si los epiciclos, que si los deferentes, que si otros muchos embustes que precisamente claman al cielo, y a la tierra también.
 
- Yo perdono a ti, si un Witz hacer querías. Pero si tú serio hablas, entonces te digo que yo no soy un pagano como Tolomeo y sé muy bien que él muchos errores cometido había. Et por eso yo creo que el grandísimo Tycho de Uraniburgo una idea muy justa ha tenido: él ha pensado que todos los planetas que nosotros conocemos, es decir, Júpiter, Marte, Venus, Mercurius et Saturnus alrededor del sol giran, pero el sol gira con ellos alrededor de la Tierra, alrededor de la Tierra gira la luna, y la tierra está inmóvil en el centro del círculo de las estrellas fijas. Así explicas tú los errores de Tolomeo et non dices herejías, mientras Tolomeo errores cometía et Galileo herejías decía. Et no estás obligado a explicar cómo hacía la tierra, que es tan pesada, a darse vueltas por el cielo.

Umberto Eco (Italia, 1932-2016).
 
(Traducido al español por Helena Lozano).

domingo, 12 de noviembre de 2023

Eclipse solar: ADÁN EN EDÉN, de Carlos Fuentes

"... al sol nos acostumbramos y sólo su ausencia -el eclipse- nos llama la atención. Pensamos en el sol cuando no vemos el sol."

(Fragmento inicial del capítulo 2)

Pasa, una vez más, un cometa. Me invade una gran duda. Este astro luminoso, ¿es precedido por su propia luz o sólo la anuncia? ¿La luz anticipa o finaliza, es presagio de nacimiento o de defunción? Creo que es el sol, astro mayor, quien determina si el cometa es un antes o un después. Es decir: el sol es el dueño del juego, los cometas son partículas, coro, extras del universo. Y sin embargo, al sol nos acostumbramos y sólo su ausencia -el eclipse- nos llama la atención. Pensamos en el sol cuando no vemos el sol. Los cometas, en cambio, son como chisguetes del sol, animales emisarios, ancilares al sol, y a pesar de todo, prueba de la existencia del sol: sin los esclavos no existe el amo. El amo requiere siervos para probar su propia vida.

Carlos Fuentes
(Mexicano, nacido en Panamá, en 1928; fallecido en México, en 2012).

sábado, 11 de noviembre de 2023

Eclipse solar: EL ECLIPSE, de Augusto Monterroso


Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
 
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en el que descansaría, al fin, de de sus temores, de su destino, de sí mismo.
 
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
 
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
 
- Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
 
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
 
Dos horas después el corazón de Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

Augusto Monterroso
(Guatemalteco nacido en Tegucigalpa, Honduras en 1921; fallecido en la ciudad de México en 2003).

viernes, 10 de noviembre de 2023

Eclipse solar: ANOCHECER, de Isaac Asimov


(Fragmento)

¿Podía haber otro cuerpo planetario opaco como el de Lagash? Si así fuera brillaría tan sólo reflejando la luz solar, y si estuviera formado por rocas azulencas, como gran parte de Lagash, entonces, en medio del abismo rojo del cielo, la constante luminosidad de los otros soles lo haría invisible... borrado por completo.
 
- ¡Pero eso es una idea desquiciada! -exclamó Theremon.
 
- ¿Lo cree así? Escuche esto: suponga que ese cuerpo orbita en torno a Lagash y que cuenta con tal masa, órbita y distancia que su atracción coincida con la desviación de la órbita de Lagash según la teoría. ¿Sabe lo que ocurriría?
 
El periodista negó con la cabeza.
 
- Pues que de vez en cuando ese cuerpo se interpondría otra vez en el camino de algún sol -dijo Sheerin y apuró lo que quedaba en la botella.
 
- Sí, supongo que sí -convino Theremon.
 
- ¡Naturalmente! Pero sólo si un sol se encuentra en su plano de revolución -señaló con el pulgar al diminuto sol que brillaba en lo alto-. ¡Beta! Y se sabe que el eclipse ocurre sólo cuando la disposición de los soles es tal que Beta debe encontrarse solo en su hemisferio y a la máxima distancia. El eclipse, contando la luna siete veces el diámetro aparente de Beta, cubrirá todo Lagash durante algo más de medio día, de manera que ninguna parte del planeta escapará a los efectos. Ese eclipse tiene lugar una vez cada dos mil cincuenta y nueve años.
 
La cara de Theremon se había convertido en una máscara inexpresivo.
 
- ¿Ésa es la historia?
 
- Ni más ni menos -respondió el psicólogo-. El principio del eclipse comenzará dentro de tres cuartos de hora. Primero el eclipse, luego la Tiniebla universal y, quizás, esas misteriosas Estrellas... después la locura y el final del ciclo.
  
Isaac Asimov
(Ruso nacionalizado estadounidense, 1920-1992).
 
La ilustración corresponde a la publicación original del cuento Anochecer (Nightfall), en 1941.

jueves, 9 de noviembre de 2023

Eclipse solar: EL BOLIMARTE, de Álvaro Cunqueiro

"El bolimarte se ve pocas veces, pero siempre se ve cuando va a haber eclipse de sol."
 
Este animal de la fauna mágica gallega lo había inventado yo hace unos años, y recientemente un amigo mío me habló de él, preguntándome si lo había oído nombrar porque le habían contado del bolimarte. Yo me regocijé, porque a uno le gusta que las imaginaciones suyas pasen a la memoria popular, lo que es prueba de que ha acertado en algún punto de la fantasía propia nuestra, y que lo inventado corresponde, más o menos, a una realidad apetecida, o soñada. Pues bien, el bolimarte, mi bolimarte, era en imaginación algo así como una salamandra o un alacrán, pero se diferenciaba de ambos en que tenía en el medio y medio de la cabeza una cresta roja, como de gallo, de cinco puntas. Medirá el bolimarte algo así como media cuarta, y lo más de su cuerpo es rabo. Pone un huevo cada siete años, y precisamente en el nido del mochuelo, del moucho, que decimos los gallegos. Los huevos del moucho son blancos y el del bolimarte es negro, pero el moucho no se da cuenta. Cuando el bolimarte rompe la cáscara y sale fuera, lo primero que hace es comerse las crías del mochuelo.
 
El bolimarte se ve pocas veces, pero siempre se ve cuando va a haber eclipse de sol. El bolimarte le tiene miedo al fin del mundo, y con ocasión del eclipse, que sabe con días de anticipación que va a haberlo, busca la compañía del hombre. Para lograr que un hombre lo reciba en su casa, el bolimarte da cualquier cosa; es decir, da oro que escupe por la boca, o dice donde lo hay. Recibido en la casa, hay que alimentarlo bien: dos pollos y dos pichones por día. Alguna vez pide huevos con torreznos. Los pollos y los pichones no hay que guisarlos; basta con desplumarlos, y el bolimarte los come crudos. De todas formas, como paga en oro, sale barato como huésped. Parece ser que desde que yo he inventado el bolimarte, se sabe de más de una familia gallega que se ha hecho rica dando de comer al bolimarte cuando tiene miedo. No hay que darle cama y nadie sabe dónde duerme.
 
El bolimarte, expliqué yo, trae por encima del cuerpo una especie de camiseta, y entre la camiseta y el cuerpo, hilo de oro puro, que lo regala a quien le da cobijo y comida. Pero este hilo, desde que el bolimarte lo entrega al hombre, en una hora no hay que tocarlo, porque quema.
 
¡¿Y cómo dice el bolimarte que hay oro?!
 
Pues muy sencillo: salta a la ventana, tan pronto como pasó el eclipse, y escupe; lanza una salivaza fuerte, que parece que tuviese en la boca un tirabalas de estopa. Donde cae la saliva, brota una pequeña llama, y se ve algo de humo. Hay que ir allá, abrir un agujero, y en seguida, a menos de media vara, aparece el oro. Cuando el hombre regresa con el oro, ha de mostrárselo al bolimarte, el cual se impone en las patas traseras, y silba. Desde que yo lo inventé, que tenga noticia lo han visto en Pontedeume y en Santa Uxía de Ribeira. Si hubiera pronto un par de eclipses de sol, es seguro que sería visto en otros lugares de Galicia.


Álvaro Cunqueiro (Escritor español en lengua gallega, 1911-1981).