Vancouver: el invierno a plenitud en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne)

domingo, 31 de diciembre de 2023

Año nuevo: GUERRA Y PAZ, de León Tolstói

"Una tercera parte de los invitados había llegado ya..."

(
Fragmento inicial del capítulo IV)

El 31 de diciembre, víspera del Año Nuevo de 1810, se celebraba un baile en casa de un gran señor del tiempo de Catalina. El cuerpo diplomático y el Emperador habían de asistir a él.

Una tercera parte de los invitados había llegado ya y en casa de los Rostov, que habían de asistir a la fiesta, se estaban ultimando los preparativos a toda prisa.

María Ignatevna Perouskaia, amiga y pariente de la Condesa, una señorita de honor, delgada y pálida, iba al baile de los Rostov y guiaba a aquellos provincianos por el gran mundo de San Petersburgo.

Los Rostov debían ir a buscarla a las diez en las cercanías del jardín de Taurida, y a las diez y cinco minutos las muchachas aún no estaban vestidas.

A las diez y cuarto se metieron en el coche y se marcharon. Pero todavía tenían que dar la vuelta por el jardín de Taurida.

La señorita Perouskaia ya estaba a punto. A pesar de su edad y de su fealdad, había ocurrido en su casa lo mismo que en la de los Rostov, aunque sin tanto trajín; ya estaba acostumbrada a ello. También su persona envejecida estaba limpia, perfuma- da, empolvada, y, como en casa de los Rostov, la anciana criada, entusiasmada, admiró el atuendo de su ama cuando salió del salón, con su vestido amarillo adornado con el distintivo de las damas de honor de la Corte.

La señorita Perouskaia elogió los vestidos de los Rostov, y los Rostov elogiaron el gusto y el vestido de la Perouskaia y, con todas las precauciones por los peinados y las ropas, a las once se instalaron en el coche y se marcharon.

León Tolstói
Lev Nikoláievich Tolstoi (Rusia, 1828-1910).

La ilustración corresponde a un fotograma de la adaptación cinematográfica
de la novela, dirigida por Sergéi Bondarchuk en 1967.

sábado, 30 de diciembre de 2023

Año nuevo: HAPPY NEW YEAR, de Julio Cortázar

"¿No me prestas tu mano en esta noche de fin de año de lechuzas roncas?"

Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestás tu mano en esta noche
de fìn de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.

Julio Cortázar
(Argentino nacido en Bruselas, Bélgica en 1914; y fallecido en París, Francia en 1984).

viernes, 29 de diciembre de 2023

Diciembre: LOS DIARIOS DE FRANZ KAFKA, 29 de diciembre


(29 de diciembre de 1911)

Las dificultades en la terminación de un ensayo, por pequeño que sea, no se deben a que nuestro sentimiento exige para el final de la obra un fuego, que el auténtico contenido no ha sido capaz de producir hasta ahora, sino que más bien nacen de que incluso el más pequeño trabajo del autor exige en sí mismo una autosatisfacción y un abandono a sí mismo, a partir del cual resulta difícil salir al aire del día sin una fuerte decisión y un aliciente externo, de forma que antes de que el trabajo quede finalizado, uno huye llevado por la intranquilidad, de forma que el final ha de ser acabado prácticamente desde fuera y con las manos, que no sólo trabajan, sino que también han de agarrarse.
   
Franz Kafka (Escritor checo en lengua alemana, 1883-1924).

jueves, 28 de diciembre de 2023

Día de los inocentes: LOS NIÑOS FELICES, de Arthur Machen

"Y también entraron en el templo todos los niños de tierna edad de Banwick, todos ataviados con túnicas blancas."

(Fragmento final)

La procesión pasó ante mí, y oí cantar a los niños mientras seguían ascendiendo por la colina hacia la antigua iglesia. Regresé a la posada, y al atravesar el puente me asaltó de repente la idea de que era el día de los Santos Inocentes. Sin duda, acababa de presenciar una confusa reliquia de alguna tradición medieval, por lo que al llegar a mi destino le formulé al posadero unas preguntas al respecto.

Entonces comprendí el significado de la extraña expresión que antes había observado en su rostro. Empezó a temblar y a estremecerse de horror y luego se alejó de mí como si yo fuese un mensajero de la muerte.

Unas semanas más tarde estaba leyendo un libro titulado Los antiguos ritos de Banwick. Lo había escrito, en el reinado de la reina Isabel I de Inglaterra, un autor anónimo que había conocido el esplendor de la antigua abadía y la desolación que la asoló. Y hallé este pasaje:

«En el Día de los Inocentes, a medianoche, se celebró un maravilloso y solemne servicio religioso. Ya que cuando los monjes terminaron de cantar el Tedeum en los maitines, subió al altar el abad, espléndidamente ataviado con una vestidura de oro, por lo que era una maravilla contemplarle. Y también entraron en el templo todos los niños de tierna edad de Banwick, todos ataviados con túnicas blancas. Luego, el abad empezó a cantar la misa de los Santos Inocentes. Y cuando terminó la consagración de la misa, se adelantó hasta el Santo Libro el niño más pequeño de cuantos se hallaban presentes y podían estar de pie. Y este niño llegó al altar, y el abad lo instaló en un trono de oro reluciente, y se inclinó y lo adoró, entonando: Talium Regnum Celoerum, Aleluya. De este es el Reino de los Cielos, Aleluya. Y todo el coro cantó en respuesta: Amicti sunt stolis albis, Aleluya, Aleluya. Vestidos están con túnicas blancas, Aleluya, Aleluya. Y el prior y todos los monjes, por orden, adoraron y reveren- ciaron al niño que se hallaba sentado en el trono.»

Yo había presenciado la procesión de la Orden Blanca de los Santos Inocentes. Había visto a los que salían cantando de las aguas profundas donde se hallaba el Lusitania; había visto a los mártires inocentes de los campos de Flandes y Francia regocijándose ante la idea de oír misa en su morada espiritual.

Arthur Machen (Inglés originario de Gales, 1863-1947).

El texto íntegro puede leerse en Ciudad Seva.

miércoles, 27 de diciembre de 2023

Navidad: LA LADRONA DE LIBROS, de Markus Zusak

"Días después de navidad se le ocurrió hacer una pregunta sobre los libros."

(Fragmento del capítulo El placer de los cigarrillos)

Cuando el colegio cerró durante las vacaciones de Weihnachten, Liesel incluso se permitió desear unas felices navidades a la hermana Maria antes de irse. Consciente de que los Hubermann casi estaban en la ruina y que tenían que seguir pagando las deudas y el alquiler aunque apenas entrara dinero, no esperaba ningún regalo. Tal vez una comida especial. Para su sorpresa, al volver a casa después de asistir en Nochebuena a la misa de medianoche con su madre, su padre, Hans hijo y Trudy, se encontró con algo envuelto en papel de periódico debajo del árbol de Navidad.
 
- De Santa Claus -aseguró Hans, aunque la niña no se lo tragó.
 
Abrazó a sus padres de acogida, todavía con nieve en los hombros.
 
Al desenvolver el papel descubrió dos libritos. El primero, El perro Fausto, que había escrito un hombre llamado Mattheus Ottleberg. Acabaría leyendo ese libro trece veces. En Nochebuena leyó las primeras veinte páginas en la mesa de la cocina, mientras su padre y Hans hijo discutían sobre algo que ella no entendía, algo llamado política.
 
Más tarde, leyeron un poco más en la cama, siguiendo la tradición de marcar con un círculo las palabras que Liesel no conocía y luego escribirlas. El perro Fausto también tenía ilustraciones, preciosas curvas, orejas y caricaturas de un pastor alemán con un obsceno problema de babeo y el don del habla.
 
El segundo libro se titulaba El faro, y lo había escrito una mujer, Ingrid Rippinstein. Era un poco más largo, de modo que Liesel sólo consiguió leerlo nueve veces, aunque su velocidad de lectura había incrementado ligeramente al final de sesiones tan prolíficas.
 
Días después de Navidad se le ocurrió hacer una pregunta sobre los libros. Estaban comiendo en la cocina. Decidió concentrar su atención en su padre al ver las cucharadas de sopa de guisantes que se metía en la boca su madre.
 
- Me gustaría preguntar algo.
 
Al principio nadie dijo nada, por lo que acabó interviniendo su madre, con la boca medio llena.
 
- ¿Y?
 
- Sólo quería saber de dónde habéis sacado el dinero para comprarme los libros.
 
Una sonrisita se reflejó en la cuchara de su padre.
 
- ¿De verdad quieres saberlo?
 
- Claro. Hans sacó del bolsillo lo que le quedaba de su ración de tabaco y empezó a liar un cigarrillo. Liesel comenzó a impacientarse.
 
- ¿Vas a decírmelo o no? Su padre se echó a reír.
 
- Pero si te lo estoy diciendo. -Acabó el cigarrillo, lo lanzó sobre la mesa y empezó a liar otro-. Así.
 
En ese momento su madre se acabó la sopa, dejó la cuchara de golpe reprimiendo un eructo acartonado y contestó por él.
 
- Este Saukerl... ¿Sabes lo que ha hecho? Lió todos sus asquerosos cigarrillos, se fue al mercadillo cuando vino a la ciudad y se los vendió a unos gitanos.
 
 
Markus Zusak (Australia, 1975).

martes, 26 de diciembre de 2023

Navidad: ADÁN EN EDÉN, de Carlos Fuentes

"Me invade un temor. Devolverle a un colaborador el regalo que éste me hizo hace dos, tres, cuatro Navidades..."

1

No entiendo lo que ha sucedido. La Navidad pasada todos me sonreían, me traían regalos, me felicitaban, me auguraban un nuevo año -un año más- de éxitos, satisfacciones, reconocimientos. A mi esposa le hacían caravanas como diciéndole qué suertuda, estar casada con un hombre así... Hoy me pregunto qué significa ser «un hombre así...» o «asado». Más asado que así. ¿Fue el año que terminó una ilusión de mi memoria? ¿Realmente ocurrió lo que ocurrió? No quiero saberlo. Lo único que deseo es regresar a la Navidad del año anterior, anuncio familiar, repetido, reconfortante en su sencillez misma (en su idiotez intrínseca) como profecía de doce meses venideros que no serían tan gratificantes como la Noche Buena porque no serían, por fortuna, tan bobos y malditos como la Navidad, la fiesta decembrina que celebramos porque sí, no faltaba más, sin saber por qué, por costumbre, porque somos cristianos, somos mexicanos, guerra, guerra contra Lucifer, porque en México hasta los ateos son católicos, porque mil años de iconografía nos ponen de rodillas ante el Retablo de Belén aunque le demos la espalda al Establishment del Vaticano. La Navidad nos devuelve a los orígenes humildes de la fe. Una vez, otra vez, ser cristiano significaba ser perseguido, esconderse, huir. Herejía. Manera heroica de escoger. Ahora, pobre época, ser ateo no escandaliza a nadie. Nada escandaliza. Nadie se escandaliza. ¿Y si yo, Adán Gorozpe, en este momento derrumbo de un puñetazo el arbolito navideño, hago que se estrellen las estrellas, le coloco una corona en la cabeza a mi mujer Priscila Holguín y corro a mis invitados con lo que antes se llamaba (¿qué quiere decir?) cajas destempladas...?
 
¿Por qué no lo hago? ¿Por qué me sigo conduciendo con la amabilidad que todos esperan de mí? ¿Por qué sigo comportándome como el perfecto anfitrión que Navidad tras Navidad reúne a sus amigos y colaboradores, les da de comer y beber, les entrega regalos distintos a cada uno -jamás dos veces la misma corbata, el mismo pañuelo- aunque mi mujer insista en que ésta es la mejor época para el «roperazo», es decir, para deshacerse de regalos inútiles, feos o repetidos que nos son entregados para endilgárselos a quienes, a su vez, los regalan a otros incautos que se los encajan a...
 
Contemplo la pequeña montaña de obsequios al pie del árbol. Me invade un temor. Devolverle a un colaborador el regalo que éste me hizo hace dos, tres, cuatro Navidades... Me basta pensarlo para suprimir mis temores anticipados. No estoy aún en el Año Nuevo. Sigo en la Noche Buena. Me rodea mi familia. Mi esposa inocente sonríe, con su sonrisa más vanidosa. Las criadas distribuyen ponches. Mi suegro ofrece una bandeja de bizcochos.
 
No debo adelantarme. Hoy todo es bueno, lo malo aún no sucede.
 
Distraído, miro por la ventana. Pasa un cometa.
 
Y Priscila mi esposa le da una sonora cachetada a la criada que distribuye cócteles.
 
 
Carlos Fuentes (México, 1928-2012).

lunes, 25 de diciembre de 2023

Navidad: NOCHEBUENA (24 de diciembre), de Ana Ajmátova

"Creo que los pinos de Komorovo hablan en su propia lengua..."

El cierre de un ciclo reciente
es tan difícil para el corazón,
he abandonado muchos hábitos en la vida
y ya casi nada me falta.

Creo que los pinos de Komarovo
hablan en su propia lengua
y como primaveras aisladas
se yerguen en los charcos, bebiéndose el cielo.


Ana Ajmátova (Rusia, 1899-1966).

La ilustración corresponde a los pinos de Komarovo, en Rusia.

domingo, 24 de diciembre de 2023

Solsticio de invierno: UNA PARTIDA DE AJEDREZ, de Wilhelm Jensen

"... para que esta noche del solsticio hiemal, las mismas pronostiquen el brillo del sol..."

(Fragmento)

Hija mía, como me dijiste ya en varias ocasiones, que tu corazón no podía olvidar al joven estudiante, del cual te enamoraste.

Lo que sucedió hace unos momentos, fue que, Wolfgang era un jugador, apostó por su vida, pero no por el dinero, sino para conquistarte a ti.

Su honor estuvo por encima de su suerte en el juego de ajedrez y de su vida, con la que quiso acabar.

Por ti, se sometió a la tentación, pero ha aprobado el examen.

Hoy es Nochebuena, Erwine, y te dije que la organizaras festivamente y esperaras mi llegada.

Ruego que me disculpes, ya que a causa de mi vejez te tuve, con lo joven que eres, demasiado tiempo sola en esta casa.

Una vez reconocido por mi parte, os ruego encendáis las velas de vuestro árbol de la vida para que en esta noche del solsticio hiemal, las mismas pronostiquen el brillo del sol de vuestro verano.

Wilhelm Jensen (Alemania, 1837-1911).

sábado, 23 de diciembre de 2023

Solsticio de invierno: EL TIEMPO DE LOS REGALOS, de Patrick Leigh Fermor

"... ese resto sin dueño de las estaciones que se extiende desde el solsticio de invierno al Año Nuevo."
 
(Fragmento del capítulo 3: Por la alta Alemania)

El sol, como un enorme globo carmesí, estaba a punto de hundirse en el pálido paisaje. Me evocaba, y aún sigue haciéndolo, la primera vez que vi ese portento invernal. Vestía un trajecito de marinero, con el letrero H. M. S. Indomitable en la cinta de la gorra, y, a través de Regent’s Park, me apresuraban hacia casa para tomar el té, mientras los guardianes avisaban al público que era hora de cerrar. Vivíamos tan cerca del zoo que de noche oíamos rugir a los leones.
 
Aquel sol palatino fue el pabilo moribundo de 1933, el último vestigio de ese resto sin dueño de las estaciones que se extiende desde el solsticio de invierno al Año Nuevo. «Es la medianoche del año… la vitalidad del mundo se ha debilitado.» En el camino de regreso pasamos ante un grupo de jóvenes que estaban sentados en un muro bajo y entrechocaban los tacones mientras silbaban la Horst Wessel Lied entre dientes. «Me parece haber oído antes esa tonada…», dijo Fritz.
 
Aquella noche, en la hostería, vi que un joven cuyo cabello parecía de lino y que fijaba en mí sus ojos de mirada glacial. Con excepción de los ojos azul claro, tan separados que parecían los de una liebre, podría haber sido albino. Se levantó de improviso y se me acercó tambaleándose.
 
- So? Ein Engländer? («¿Cómo? ¿Un inglés?») -me dijo con una sonrisa sardónica-. Wunderbar! («¡Extraordinario!»).
 
Entonces su semblante sufrió un cambio, se transformó en una máscara de odio. ¿Por qué habíamos robado las colonias de Alemania? ¿Por qué Alemania no debía tener una flota y un ejército apropiados? ¿Creía yo que Alemania iba a obedecer las órdenes de un país gobernado por los judíos? Siguió un catálogo de acusaciones, que no expresó en voz demasiado alta, pero sí con claridad y vehemencia. Su cara estaba muy cerca de la mía, y el aliento le olía a schnapps.
 
- Adolf Hitler cambiará todo eso —-concluyó-. ¿Has oído por casualidad ese nombre?
 
Fritz cerró los ojos, emitió un gruñido de hastío y murmuró: «Um Gottes willen!» («¡Si Dios quiere!»). Entonces le tomó del codo, diciéndole: «Komm, Franzi!» («¡Ven, Fran!»), y, de una manera bastante sorprendente, mi acusador se dejó conducir a la puerta.
 
Fritz volvió a sentarse y me dijo: «Lo siento, ya ves cómo están las cosas». Por suerte, ninguno de los clientes sentados a las otras mesas se había dado cuenta de nada, y el detestable momento fue pronto sustituido por el jolgorio, la conversación, el vino y, más tarde, por canciones anunciadoras de la vigilia de san Silvestre. Cuando las primeras campanadas de 1934 sonaban en el exterior, todo se había mezclado en una luminosa confusión de música, brindis y felicitaciones.
 
 
Patrick Leigh Fermor (Inglaterra, 1915-2011).

(Traducido al español por Jordi Fibla).

viernes, 22 de diciembre de 2023

SOLSTICIO DE INVIERNO, de Tomas Tranströmer


Mi ropa irradia
un resplandor azul.
Solsticio de invierno.
Tintineantes panderetas de hielo.
Cierro los ojos.
Hay un mundo sordo,
hay una grieta
por la que los muertos
traspasan la frontera.
 
Tomas Tranströmer
(Suecia, 1931-2015). Obtuvo el premio Nobel en 2011. 

jueves, 21 de diciembre de 2023

Solsticio de invierno: NACIMIENTO Y RENACIMIENTO, de Mircea Eliade

"... alrededor del solsticio de invierno. (...) también es la estación en que los iniciados se transforman en lobos."

(Fragmento del capítulo V: Iniciaciones heroicas y chamánicas)

Como ya hemos visto, en las culturas primitivas el sonido de las zumbadoras es tomado por la voz de los seres sobrenaturales, es la señal de su presencia entre los iniciados. En las sociedades secretas germánicas o japonesas, los sonidos extraños, al igual que las máscaras, atestiguan la presencia de los antepasados, el regreso de las almas de los muertos. La experiencia fundamental viene dada por el encuentro de los iniciados con los muertos, que regresan a la tierra sobre todo alrededor del solsticio de invierno. El invierno también es la estación en la que los iniciados se transforman en lobos. En otras palabras, durante el invierno los miembros son capaces de transmutar su condición profana y alcanzar una existencia sobrehumana, tanto al juntarse con los antepasados como apropiándose del comportamiento -ésa es la magia- de los carnívoros.

Mircea Eliade (Rumania, 1907-1986).

miércoles, 20 de diciembre de 2023

Solsticio de invierno: SOLO A DOS VOCES, de Octavio Paz

"Solsticio de invierno:/ sol parado,/ mundo errante./ Sol desterrado,/ fijeza al rojo blanco."

(Fragmentos)

Si decir No
al mundo al presente
hoy (solsticio de invierno)
no es decir
decir es solsticio de invierno
hoy en el mundo
no
es decir
decir mundo presente
no es decir
¿qué es
Mundo Solsticio Invierno?
¿Qué es decir?
Desde hace horas
oigo caer, en el patio negro,
una gota de agua.
Ella cae y yo escribo.
Solsticio de invierno:
sol parado,
mundo errante.
Sol desterrado,
fijeza al rojo blanco.
...

Hoy es solsticio de invierno:
canta el gallo,
el sol despierta.
Voces y risas, baile y panderos,
sobre el suelo entumido
rumor de faldas de muchachas
como el viento corriendo entre espadañas,
como el agua que brota de la peña.
...

El diccionario
es un mundo no dicho:
de solsticio de invierno
a pascua de resurrección,
en dirección inversa
a las agujas del cuadrante...
...

La letra no reposa en la página:
memoria la levanta,
monumento de viento.
¿Y quién recuerda a la memoria,
quién la levanta, dónde se implanta?
Fuente de claridad, alumbramiento,
la memoria es raíz en la tiniebla.
Come tiniebla,
come olvido:
no lo que dices, lo que olvidas,
es lo que dices:
hoy es solsticio de invierno
en el mundo
hoy estás separado
en el mundo
hoy es el mundo
ánima en pena en el mundo.

  
Octavio Paz (México, 1914-1998). Obtuvo el premio Nobel en 1990.

martes, 19 de diciembre de 2023

Solsticio de invierno: EL RENO Y EL CAMELLO, de Umberto Eco

"... el árbol perenne es una fiesta pagana porque recuerda la fiesta precristiana del solsticio invernal (...) Niños y padres se divierten colgando bolas de colores..."

(
Fragmento)

Lo que hace pensar que el belén es un símbolo apreciado por los laicos, mientras que los que van a misa se han convertido al árbol, poniendo a Papá Noel en el lugar del Niño Jesús o de los Reyes Magos, que en mis tiempos se encargaban de los regalos, y por eso los chicos de entonces celebraban con tanto alborozo al rey del cielo que bajaba de las estrellas para ocuparse de sus juguetes.

Ahora bien, el tema es aún más confuso. Se suele pensar que el árbol y Papá Noel representan una tradición protestante sin recordar, sin embargo, que Santa Claus era un santo católico, san Nicolás de Bari (su nombre nace de un acortamiento de Nicholas o Nikolaus). En cambio, el árbol perenne es una herencia pagana, porque recuerda la fiesta precristiana del solsticio invernal, la Yule, y la Iglesia fijó la Navidad en esa misma fecha precisamente para asimilar y domesticar tradiciones y celebraciones previas. Una última ambigüedad: el neopaganismo consumista ha desacralizado por completo el árbol, que se ha vuelto un mero objeto de decoración de temporada, como la iluminación de las ciudades. Niños y padres se divierten colgando bolas de colores, pero sin duda yo me divertía más cuando ayudaba a mi padre, que empezaba a construir el belén a principios de diciembre, y era una fiesta ver manar fuentecillas y cascadas en virtud oculta de un aparato para hacer enemas.


De hecho, la práctica del belén se está perdiendo porque su preparación cuesta trabajo e inventiva (todos los árboles navideños se parecen, mientras que los belenes son siempre distintos), y si se pasan las veladas haciendo belenes se corre el riesgo de no ver esos espectáculos televisivos que tan importantes son para la protección de la familia, ya que nos avisan siempre de que se requiere la presencia de los padres para que los niños puedan ver mujeres desnudas y sesos desparramados.

Umberto Eco (Italia, 1932-2016).

Texto escrito en 2006 y recopilado en De la estupidez a la locura, que incluye artículos y textos breves del autor.

lunes, 18 de diciembre de 2023

Solsticio de invierno: MÁS GRANDES QUE EL AMOR, de Dominique Lapierre

"... durante (...) el solsticio de invierno, se festejaba a la diosa del amor carnal, del placer y de la fertilidad."
 
Lo mismo que todos los grandes centros de peregrinación, Benarés era un terreno abonado para un buen número de comercios profanos. Uno de los más activos y más florecientes era el de la prostitución, especialmente la de las niñas. Aquí, como en otras partes, la leyenda decía que desflorar a una virgen fortalecía las virtudes viriles y curaba las enfermedades venéreas. Las casas de placer abundaban. Se abastecían de pupilas dirigiéndose a sus proveedores habituales. Estos últimos compraban en general esa lastimosa mercancía a las familias muy pobres, especialmente en el Nepal, u organizaban bodas falsas con presuntos cónyuges. A veces se contentaban simplemente con secuestrar a sus víctimas.
 
En la ciudad santa, donde toda actividad se bañaba fatalmente en lo sagrado, algunos audaces proxenetas no dudaban en servirse de ciertas fiestas religiosas para iniciar, so capa de algún rito, a sus víctimas en su destino de prostitutas. Así, por ejemplo, en las fiestas de Mârg Pûrnîma, la luna llena de octubre, se celebraba la gloria de Vishnú, el dios creador de todas las cosas, y durante el Makara Sankrânti, el solsticio de invierno, se festejaba a la diosa del amor carnal, del placer y de la fertilidad.
 
Dominique Lapierre (Francia, 1931-2022).

domingo, 17 de diciembre de 2023

Solsticio de invierno: LIMONES AMARGOS, de Lawrence Durrell

"... los sauces están especialmente vinculados con el solsticio de invierno..."

(Fragmento)

A Zeus le pertenece el roble. Hermes era dueño de la palmera, y más tarde, Apolo de la palmera y del laurel. Démeter, de la higuera. El sicómoro era el Árbol de la Vida para los egipcios. El pino pertenecía a Cibeles. El álamo negro y los sauces están especialmente vinculados con el solsticio de invierno, y por lo tanto con Plutón y Perséfone; pero el álamo blanco es de Hércules, quien lo sacó de las sombras.


Lawrence Durrell
(Inglés nacido en India y fallecido en Francia, 1912-1990).

sábado, 16 de diciembre de 2023

Solsticio de invierno: EL TIEMPO, GRAN ESCULTOR, de Marguerite Yourcenar

"... los días en lo sucesivo se irán acortando hasta el nadir del solsticio de invierno."

(
Fragmento)

Pero al pensar en una fiesta del solsticio, un extraño vértigo se apodera de nosotros, semejante al de un hombre que se mantiene en equilibrio sobre una esfera resbaladiza. Esa plena medida de luz, ese día más largo del año que en el Cabo Norte dura cerca de diez semanas, es también el momento en que reina la noche en la Antártida, iluminada tan sólo por los fuegos lejanos de los astros. Aún más, ese apogeo señala el comienzo de un descenso; los días, en lo sucesivo, se irán acortando hasta el nadir del solsticio de invierno; el invierno astronómico comienza en junio, así como el verano astronómico comienza en diciembre, cuando las horas de luz crecen imperceptiblemente de nuevo hasta llegar a la cúspide que constituye el día de San Juan. Tenemos ante nosotros tres meses de prados verdes, de flores, de cosechas, de arena caliente en las playas, de cantos en las ramas, pero el movi- miento del cielo está preparando ya nuestro invierno, al igual que en pleno invierno prepara el verano. Estamos atrapados en esa doble espiral ascendente y descen- dente. «Detente, ¡eres tan hermoso!», podría decir Fausto al solsticio de junio. Lo diría en vano. Sólo dentro de nosotros, además sin esperarla demasiado ni creer demasiado en ella, es donde tenemos que buscar la estabilidad.

Marguerite Yourcenar
(Escritora en lengua francesa nacida en Bélgica, educada en Francia y afincada en Estados Unidos, donde falleció. Tenía doble nacionalidad, francesa y estadounidense; 1903-1987).

viernes, 15 de diciembre de 2023

Solsticio de invierno: DIAS ÚNICOS*, de Boris Pasternak

"Y los amantes, como en un sueño..."

Recuerdo los días lejanos del solsticio
A lo largo de tantos inviernos
Cada uno fue irrepetible
Y se prolongó sin final.

Una absoluta alternación
Componía mal que bien
Aquellos días únicos, cuando
Nos parecía que el tiempo se iba.

Los recuerdo sin excepción:
Casi a la mitad del invierno,
Caminos húmedos, techos de lluvia,
El sol se calienta en los témpanos.

Y los amantes, como en un sueño,
Se palpan uno al otro, presurosos,
Y en lo alto de los árboles
Sudan de calor las hojas secas.

La pereza con flecha soñolienta
Da vueltas en el cuadrante
El día se alarga más que el siglo
Y el abrazo no termina.


Boris Pasternak (Rusia, 1890-1960). Obtuvo el premio Nobel en 1958.

* Este poema también ha sido traducido como Los días singulares, sin embargo, Días únicos es el título que se le ha dado a una antología poética de Pasternak al publicarse en español, y que coincide con la respectiva versión en inglés: Unique Days.

jueves, 14 de diciembre de 2023

Solsticio de invierno: EL HOBBIT, de J. R. R. Tolkien


- ¡Durin, Durin! --exclamó Thorin-. Era el padre de los padres de la más antigua raza de Enanos, los Barbiluengos, y mi primer antepasado: yo soy el heredero de Durin.

- Pero ¿cuándo es el Día de Durin? -preguntó Elrond.

- El primer día del Año Nuevo de los enanos -dijo Thorin-. Como todos sabéis sin duda, el primer día de la última luna otoñal, en los umbrales del invierno.

Todavía llamamos Día de Durin a aquel en que el sol y la última luna de otoño están juntos en el cielo. Pero me temo que esto no ayudará, pues nadie sabe hoy cuándo este tiempo se presentará otra vez.

- Eso está por verse -dijo Gandalf- ¿Hay algo más escrito?

- Nada que se revele con esta luna -dijo Elrond, y le devolvió el mapa a Thorin; y luego bajaron al agua para ver a los elfos que bailaban y cantaban en la noche del solsticio.

La mañana siguiente, la mañana del solsticio, fue tan hermosa y fresca como hubiera podido soñarse: un cielo azul sin nubes, y el sol que brillaba en el agua. Partieron entonces entre cantos de despedida y buen viaje, con los corazones dispuestos a nuevas aventuras, y sabiendo por dónde tenían que ir para cruzar las Montañas Nubladas hacia la tierra de más allá.

J. R. R. Tolkien
(Escritor británico nacido en Sudáfrica, 1892-1973).

miércoles, 13 de diciembre de 2023

Solsticio de invierno: EL RAYO VERDE, de Jules Verne

"... en un segmento de arco que el astro radiante roza sólo en la época del solsticio de invierno."

(Fragmento del capítulo IV: El descenso por el Clyde)
 
¡No! La señorita Campbell buscaba con la mirada llena de impaciencia la torre en ruinas de Leven. ¿Esperaba ver aparecer en ella algún duende? Nada de esto, pero ella quería ser la primera en distinguir el faro de Cloch que ilumina la salida del Firth of Clyde.
 
Por fin apareció el faro, como una gigantesca lámpara, al volver la orilla.

- Cloch, tío Sam -dijo ella-. ¡Cloch, Cloch! 

 - ¡Sí, Cloch! -contestó el hermano Sam, con la precisión de un eco de los Highlands.

- ¡El mar, tío Sib!

- El mar, en efecto -contestó el hermano Sib.
 
- ¡Qué hermoso es! -repitieron los dos hermanos a la vez.

Parecía que lo contemplaban por primera vez.

No había error posible: a la apertura del golfo, aparecía claramente el horizonte del mar.

Sin embargo, el sol todavía no estaba a la mitad de su recorrido diurno. En el paralelo cincuenta y seis tenían que transcurrir siete horas, al menos, antes de que desapareciera por el horizonte. Siete horas de impaciencia para la señorita Campbell. Además, aquel horizonte se dibujaba en el suroeste, es decir, en un segmento de arco que el astro radiante roza sólo en la época del solsticio de invierno. No era allí, pues, donde tenían que buscar la aparición del fenómeno; tendría que ser más hacia el oeste, e incluso un poco hacia el norte, ya que los primeros días del mes de agosto preceden de seis semanas al equinoccio de septiembre.

Jules Verne (Francia, 1828-1905).

La ilustración corresponde al faro de Cloch, en Escocia. La fotografía es de Peter Ribbeck.

martes, 12 de diciembre de 2023

Solsticio de invierno: SOMBRAS, de D. H. Lawrence

"... y así hacia el solsticio y el silencio de los días cortos, el silencio del año..."

(Fragmento)

Y si, igual que el otoño se ahonda y se oscurece
siento el dolor de las hojas al caer y tallos que se rompen en las tormentas
y turbulencias y disolución y la zozobra
y luego, suaves sombras profundas plegándose, plegándose
sobre mi alma y mi espíritu, sobre mis labios
dulcemente, como un letargo, o más bien el estupor de una grave, triste canción
cantada más opacamente que el ruiseñor, y así hacia el solsticio
y el silencio de los días cortos, el silencio del año, la sombra,
sabré entonces que mi vida aún se mueve
con la oscura tierra y se humedece
en un profundo olvido, en el lapso de la tierra y su renovación.
 
 
D. H. Lawrence: David Herbert Lawrence (Inglaterra, 1885-1930).