Vancouver: el invierno a plenitud en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne)

martes, 31 de octubre de 2017

Eclipse: LEYENDAS DE GUATEMALA, de Miguel Ángel Asturias


(Fragmento de la segunda cortina amarilla)

Chinchibirín: Cuác, dices que en el Palacio del Sol todo es mentira, dices que la vida es una ilusión de los sentidos, dices que nada existe fuera de Cuculcán que pasa de la mañana a la tarde, de la tarde a la noche, de la noche a la mañana! ...

Guacamayo: ¡Acucuác, cuác, cuarác!

Blanco aporreador de tambores (Sumerge en el ruido de sus tambores, la voz del Guacamayo): ¡Escucha, primero, lo que se habla, Saliva!

Abuela de los remiendos: ¡Y tú, calla tus tempestades de cuero porque pueden despertar los chupamieles!

Guacamayo: Abuela sublime, ¿qué remedio tienes para el dolor de dientes? ¡Me duelen cuando hay eclipse y cuando veo comer caña!

Abuela de los remiendos: ¡No puede haber eclipse más que en tu saliva, porque la luna se despedazó en tu boca, por eso te llamas Saliva de Espejo, y si hacen merced de creerlo, un guerrero no morirá, caerá aparentemente muerto bajo la tiniebla del sueño, y de su pecho volverá a salir el espejo amarillo del cielo, el comal redondo en que se cocían al fuego lento de las estrellas, las tortillas de los dioses : amarillas y blancas tortillas hechas de maíz amarillo y blanco, los días, y negras tortillas hechas de maíz negro, las noches. (Blanco Aporreador de Tambores, atento al discurso de la Abuela, toca el tambor, mientras ella toma aliento recapacita y sigue.) ¡La Luna, por consejo de Saliva Pluma Amarilla, Pluma Roja, Pluma Verde, Pluma Morada, Pluma Azul! ...

Chinchibirín: ¡El Arcoiris!

Guacamayo: ¡Yo pedí remedio contra el dolor de dientes, y ve con lo que sales, Abuela meñique!
 
 
Miguel Ángel Asturias (Guatemala, 1899-1974), Obtuvo el premio Nobel en 1967.

lunes, 30 de octubre de 2017

Eclipse: ECLIPSE ESTELAR, de Nelly Sachs

"... el abrazo de las colas de los cometas, entierro celestial en el eclipse..."
 
Estamos tan heridos...

Estamos tan heridos
que creemos morir
cuando la calle nos lanza una mala palabra.
La calle no lo sabe,
pero ni soporta semejante carga;
no está acostumbrada a soportar un Vesubio de dolores
sobre ella.
Han sido devastados los recuerdos de los tiempos antiguos,
desde entonces la luz es artificial
y los ángeles ya sólo juegan con pájaros y flores
o sonríen en el suelo de un niño.

Estrofa tomada de Huida y transformación:

(...)
donde estarías tú
 dónde estaría yo
dónde escondido nuestro amor
si entrelazado de otro modo
el abrazo de las colas de los cometas
entierro celestial
en el eclipse del sol
se disuelve el instante en aflicción.
 
 
Nelly Sachs (Alemana exiliada en Suecia, 1891-1970). Obtuvo el premio Nobel en 1966.

(Traducción al español de Eclipse estelar de Manuel Zubiría).

domingo, 29 de octubre de 2017

Eclipse: CRÓNICA, de Saint-John Perse

"Y estábamos tal vez en el mar, ese día del eclipse..."
 
(Fragmento)
 
Y estábamos tal vez en el mar, ese día del eclipse y el primer desfallecimiento, cuando la loba negra del cielo mordía el corazón al viejo astro de nuestros padres. Y en el abismo gris y verde con olores de simiente, color del ojo de los recién nacidos, nosotros nos hemos bañado desnudos -rogando para que todo ese bien nos provocara un mal, y todo ese mal un bien.
 
(Et nous étions peut-être en mer, ce jour d'eclipse et de première défaillance, quand la louve noire du ciel mordit au cœur  le vieil astre de nos pères. Et dans l'abîme gris et vert aux senteurs de semence, couleur de l'œil  des nouveaus-nés, nous nous sommes baignés nus -priant, que tout ce bien nous vînt à mal, et tout ce mal à bien.)

Saint-John Perse: Marie-René-Alexis Saint-Leger Leger
(Poeta francés nacido en la Isla Guadalupe, 1887-1975). Obtuvo el premio Nobel en 1960.
 
(Traducido del francés por Jules Etienne).

viernes, 27 de octubre de 2017

Eclipse: PLATERO Y YO, de Juan Ramón Jiménez

"... pequeños y oscuros en aquel silencio reducido del eclipse."

Capítulo cuarto: El eclipse

Nos metimos las manos en los bolsillos, sin querer, y la frente sintió el fino aleteo de la sombra fresca, igual que cuando se entra en un pinar espeso. Las gallinas se fueron recogiendo en su escalera amparada, una a una. Alrededor, el campo enlutó su verde, cual si el velo morado del altar mayor lo cobijase. Se vio, blanco, el mar lejano, y algunas estrellas lucieron, pálidas. ¡Cómo iban trocando blancura por blancura las azoteas! Los que estábamos en ellas nos gritábamos cosas de ingenio mejor o peor, pequeños y oscuros en aquel silencio reducido del eclipse.
 
Mirábamos el sol con todo: con los gemelos de teatro, con el anteojo de larga vista, con una botella, con un cristal ahumado; y desde todas partes: desde el mirador, desde la escalera del corral. desde la ventana del granero, desde la cancela del patio, por sus cristales granas y azules...
 
Al ocultarse el sol que un momento antes, todo lo hacía dos, tres, cien veces más grande y mejor con sus complicaciones de luz y oro, todo, sin la transición larga del crepúsculo, lo dejaba solo y pobre, como si hubiera cambiado onzas primero y luego plata por cobre. Era el pueblo como un perro chico, mohoso y ya sin cambio. ¡Qué tristes y qué pequeñas las calles, las plazas, la torre, los caminos de los montes!
 
Platero parecía, allá en el corral, un burro menos verdadero, diferente y recortado; otro burro...
 
 
 
Juan Ramón Jiménez (España, 1881-1958). Obtuvo el premio Nobel en 1956.

jueves, 26 de octubre de 2017

Eclipse: BARRABÁS, de Pär Lagerkvist

"¿Y por qué semejante oscuridad? Era pleno día. Era incomprensible. La visión de las tres cruces..."

(Fragmento)

Los parientes, o los que parecían tales, miraron desesperados al infeliz crucificado. Respiraba cada vez con mayor dificultad y era evidente que muy pronto moriría. Y más valía, por cierto, que acabara pronto, a fin de que cesase de sufrir. Tal era también el pensamiento del que miraba: ¡si eso acabara de una vez! Se apresuraría en seguida a huir y no volvería a acordarse jamás... Pero de repente la colina entera se ensombreció, como si el sol hubiera perdido su brillo, y en la oscuridad el crucificado clamó con voz potente: «Dios, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Las palabras resonaron en forma lúgubre. ¿Qué significaban? ¿Y por qué semejante oscuridad? Era pleno día. Era incomprensible. La visión de las tres cruces, apenas perceptibles allá arriba, daba escalofríos. Seguramente iba a suceder algo terrible. Los soldados se levantaron de un salto y tomaron sus armas. Sucediera lo que sucediese, se precipitaban siempre sobre sus armas. Estaban allí alrededor de la cruz blandiendo lanzas, y los oyó cambiar murmullos de espanto. ¡Tenían miedo! ¡Ya no bromeaban! Eran supersticiosos, naturalmente.
 
Él también tuvo miedo. Y se alegró cuando volvió un poco de claridad y todo comenzó a retomar su aspecto normal. La luz llegaba lentamente, como al amanecer. Se expandía por la colina y por los olivos vecinos; los pájaros, que habían enmudecido, volvieron a gorjear. Sí, aquello recordaba realmente el amanecer.
 
Los allegados, allá arriba, estaban silenciosos. Ya no se oían llantos ni quejidos. Se contentaban con mirar al hombre en la cruz... ¡Y hasta los soldados hacían lo mismo! ¡Todo había quedado tan calmo!
 
Ahora podía alejarse todo lo que quisiera. Había terminado. El sol brillaba nuevamente y las cosas estaban como siempre. La noche había durado sólo un momento, durante la muerte del hombre.
 
 
 Pär Lagerkvist (Suecia, 1891-1974). Obtuvo el premio Nobel en 1951.

miércoles, 25 de octubre de 2017

Eclipse: AUTOBIOGRAFÍA, de Bertrand Russell

"Abandonamos Changsha en medio de un eclipse lunar..."

China
 
(Fragmento)
 
El Tuchun* dio un magnífico banquete, en el que conocimos a los Deweys, quienes se portaron con una gran amabilidad, y más tarde, cuando enfermé, John Dewey nos trató a ambos con singular cariño. Me contaron que, cuando vino a verme al hospital, le afectó mucho oírme decir: "Debemos hacer un plan para la paz", en un momento en el que todo lo demás que decía era un delirio. En el banquete del Tuchun había algo así como un centenar de invitados. Estábamos reunidos en una vasta sala y luego pasamos a otra para la fiesta, que fue suntuosa hasta lo increíble. En mitad de la misma el Tuchun se excusó por la extrema simplicidad del servicio, diciendo que había pensado que nosotros, más que ser tratados con pompa, preferiríamos conocer su vida cotidiana. Con gran disgusto mío, fui incapaz de hallar una contestación apropiada, aunque espero que el intérprete haya compensado de alguna manera mi falta de ingenio. Abandonamos Changsha en medio de un eclipse lunar, y vimos encender fogatas y escuchamos el tañer de los gongs, golpeados para asustar al Perro Celestial, de acuerdo con el tradicional rito chino para tales ocasiones.
 
 
Bertrand Russell: Bertrand Arthur William tercer conde de Russell
(Inglaterra, 1872-1970). Obtuvo el premio Nobel en 1950.
 
* Gobernador militar de la provincia.
 
En sus Premisas epistemológicas, Bertrand Russell recurre al ejemplo de un eclipse para desarrollar el concepto de la premisa perceptiva. Sin embargo, opté por este párrafo autobiográfico menos complejo pero, sobre todo, porque coincide con lo narrado por Pearl S. Buck en sus memorias: Mis diversos mundos.

martes, 24 de octubre de 2017

Eclipse: UNA VELADA CON EL DOCTOR FAUSTO, de Hermann Hesse

"Del mismo modo que el matemático y el astrónomo pueden calcular el momento de un eclipse de sol..."

(Fragmento)

- No lo creo -contestó Fausto-. Para la magia negra el futuro no es en modo alguno inaccesible. Tú sabes que siempre hemos partido del supuesto de que los acaecimientos de la tierra están sometidos, sin excepción, a la ley de causa y efecto. Por tanto, cambiar el futuro es tan imposible como cambiar el pasado: también el futuro depende del principio de causalidad y, en consecuencia, el futuro existe ya, sólo que nosotros no lo vemos ni lo sentimos aún. Del mismo modo que el matemático y el astrónomo pueden calcular con exactitud el momento de un eclipse de sol, podríamos hacer visible y audible, si hubiéramos inventado un método para ello, cualquier otra porción de futuro. Mefistófeles ha inventado una especie de varita mágica para el oído, ha fabricado una trampa para capturar los sonidos que van a producirse aquí, en este espacio, dentro de algunos cientos de años. Hemos hecho repetidos experimentos. A veces no se oía nada, luego nos sentíamos proyectados a un vacío en la dimensión de futuro, a un punto temporal en el que nada podíamos percibir. Otras veces hemos oído de todo; por ejemplo, en cierta ocasión escuchamos a algunas personas, que vivían en un remoto futuro, hablar sobre un poema que cantará las hazañas del doctor Fausto, es decir, de mí. Pero basta, vamos a hacer la prueba.
 
 
Hermann Hesse (Alemán nacionalizado suizo, 1877-1962).
Obtuvo el premio Nobel en 1946.

lunes, 23 de octubre de 2017

Eclipse: INTRUSO EN EL POLVO, de William Faulkner

"... se habían disipado en el símbolo redondo y duro de la moneda (...) en un eclipse frenético y vano ..."
 
(Fragmento del capítulo II)

Porque estaba el asunto de aquel medio dólar. Aunque la suma exacta fuese de setenta centavos en realidad y en cuatro monedas hacía mucho ya que las había transferido traduciendo en aquellas primeras y escasas fracciones de segundo en la moneda única en una entidad completa y única de masa y peso que no guardaba proporción alguna con su simple valor de cambio; pues a veces la capacidad de su espíritu para la pesadumbre o para torturarse o lo que fuese en fin se agotaba por último un instante y tranquilo incluso se decía Al menos tengo el medio dólar, al menos tengo algo porque no solo ya su error y la vergüenza, sino también sus protagonistas (el hombre, el negro, la habitación, el momento, el día mismo) se habían templado y disipado en el símbolo redondo y duro de la moneda y era como si se viese tendido allí observando sin pesadumbre e incluso tranquilo cómo día a día la moneda crecía hasta su máximo gigantesco, hasta colgar fija al fin para siempre en la bóveda negra de su angustia como la luna muerta y definitiva y sin menguante y él mismo, su propia sombra diminuta gesticulante y pequeña contra ella en un eclipse frenético y vano pero también infatigable porque él no cejaría nunca, no podía ceder ya nunca ante quien había humillado no solo su virilidad sino también a toda su raza; todas las tardes después de clase y los sábados todos, salvo que hubiera un partido o que fuese de caza o hubiera otra cosa que desease o precisase hacer, iba al despacho de su tío, donde contestaba al teléfono o hacía recados, todo con cierta apariencia de responsabilidad, ya que no de necesidad. Era como mínimo indicio de su voluntad de asumir una parte al menos de su carga. Había empezado ya de niño, ya casi no se acordaba siquiera cuándo, por aquel apego ciego y total al único hermano de su madre que nunca había intentado racionalizar, y había seguido desde entonces; más tarde, a los quince y dieciséis y diecisiete años pensaría en el cuento del chico que tenía un ternero mimado al que aupaba todos los días para pasar la cerca del prado; pasaron los años y eran ya un hombre adulto y un toro aún aupado todos los días para que pudiera pasar la valla del prado.
 
 
William Faulkner (Estados Unidos, 1897-1962). Obtuvo el premio Nobel en 1949.

domingo, 22 de octubre de 2017

Eclipse: MIS DIVERSOS MUNDOS, de Pearl S. Buck


(Fragmento)

Sin embargo, Ithaca* contribuyó con al menos un recuerdo glorioso. Fue el año del eclipse total de sol. Había visto varias veces eclipses parciales en China, tanto de sol como de luna, que difícilmente pueden ser olvidados, porque aterraban a la gente, en la creencia de que la fuente de luz era devorada por un dragón celestial, corrían por las calles aporreando gongs y pequeñas cacerolas para asustar al dragón. En Ithaca, el eclipse fue magnífico no sólo en belleza sino en dignidad. Lo observé desde la cima de una colina. Por fortuna, ese día fue gloriosamente claro, era invierno, y el paisaje estaba cubierto de nieve, provocando un sentimiento de expectación más intenso que cualquier otro que hubiera conocido. Amo el teatro, y el momento antes de que se levante el telón siempre es una gran experiencia, pero en esta ocasión el drama eran el universo y su inmensa solemnidad.
 
 
 
Pearl S. Buck: Pearl Comfort Sydenstricker Buck
(Estados Unidos, 1892-1973).
Obtuvo el premio Nobel en 1938.
 
 
* Pearl S. Buck estudió en la universidad de Cornell en el año de 1926.
El eclipse al que se refiere tuvo lugar el 14 de enero. 

sábado, 21 de octubre de 2017

Eclipse: INSOLACIÓN, de Iván Bunin

"Conmigo será como tras un eclipse. Mejor aún, ambos hemos sufrido una especie de insolación."
 
(Fragmento)

A las diez en punto de la mañana siguiente, una mañana cálida y soleada, a la que daba alegría el tañido de las campanas de la iglesia, la agitación de la plaza del mercado frente al hotel, el olor de heno y alquitrán, y toda esa mezcla de aromas que caracteriza a cada ciudad rusa de provincias, aquella mujercita sin nombre, el cual se había negado repetidamente a revelar, llamándose burlonamente «la bella desconocida», le abandonó, para reanudar su viaje. Habían dormido poco, pero cuando ella salió al cabo de cinco minutos, de detrás del biombo cercano a la cama, vestida y arreglada, parecía tan lozana como una muchacha de diecisiete años. ¿Mostraba confusión?... Apenas. Como horas antes, era alegre, sencilla, y... bastante razonable.
 
- No, no, querido mío -exclamó.
 
Insistió en la negativa, que obedecía a la sugerencia del hombre de proseguir juntos, añadiendo:
 
- Debes permanecer aquí y tomar el próximo vapor. Si continuamos juntos, se estropearía todo, y no me gustaría. Por favor, créeme, no soy la clase de mujer que te conviene. Todo lo que ha pasado aquí, nunca ocurrió antes, ni sucederá de nuevo. Conmigo será como tras un eclipse. Mejor aún, ambos hemos sufrido una especie de insolación.
 
El teniente, casi aliviado, se mostró de acuerdo con ella. Con espíritu alegre, la escoltó en un carruaje hasta el desembarcadero, al que llegaron en el preciso instante en que el vapor pintado de rosa se disponía a zarpar. En el muelle, en presencia de otros pasajeros, la besó, con el tiempo justo de saltar sobre la pasarela que ya retrocedía.
 
Con la misma ligereza de espíritu volvió al hotel. Algo había cambiado.
 
La habitación parecía diferente sin ella. Estaba llena de su presencia... y vacía. ¡Qué extraño! Olía aún a su excelente agua de colonia inglesa, su taza sin terminar se hallaba todavía sobre la bandeja, pero ella ya no estaba allí... De pronto, el corazón del teniente sintió tal arrebato de ternura, que se apresuró a encender un cigarrillo y, golpeando con el látigo sus piernas calzadas de largas botas, empezó a medir a grandes pasos la habitación.
 
- ¡Qué ocurrencia tan extraña! —exclamó en voz alta.
 
Y echándose a reír, consciente de las lágrimas que asomaban a sus ojos, añadió:
 
- «Por favor, créeme..., no soy la clase de mujer que te conviene...» Y ahora se ha ido... ¡Una mujer absurda! El biombo estaba corrido a un lado; y la cama permanecía deshecha. Al comprender que no tenía coraje para mirar otra vez al lecho, lo tapó con el biombo, cerró la ventana a fin de no oír el ruido de la plaza y los crujidos de las ruedas de los carruajes, y corriendo las blancas cortinas, se sentó en el diván.
 
 
Iván Bunin (Ruso fallecido en Francia, 1870-1953). Obtuvo el premio Nobel en 1933.
 
La ilustración corresponde a Viktoriya Solovyova y Martinsh Kalita en un fotograma de la adaptación al cine del relato de Bunin: Insolación (Solchnenyy udar), dirigida por Nikita Mikhalkov en 2014.

viernes, 20 de octubre de 2017

Eclipse: LAS TABLAS DE LA LEY, de Thomas Mann

"... la atmósfera siniestra y sombría que acompaña siempre al eclipse de sol..."

(Fragmento del capítulo VII)
 
Se habla de las diez plagas, que Dios envió una tras otra sobre Egipto para ablandar el corazón del faraón, al tiempo que deliberadamente lo hacía más obstinado, a fin de poder demostrarle su poder con plagas mayores: transformación de agua en sangre, ranas, moscas y mosquitos, fieras, tiña, epidemias, granizo, langostas, tinieblas y muerte del primogénito. Así se llamaron estas diez plagas, y no hay nada de imposible en ninguna de ellas; pero debemos preguntarnos en rigor si cabe atribuir a ellas el resultado final, excepción hecha de la última cuyo origen es impenetrable y que nunca ha sido develado exactamente. El Nilo, bajo ciertas condiciones, toma un color rojo, las aguas se tornan hediondas y mueren los peces. Puede suceder también que las ranas de los pantanos se reproduzcan exageradamente o que los piojos y las moscas se multipliquen en forma desmedida hasta asumir proporciones de plaga. Había todavía muchos leones en el linde del desierto y la jungla, próximos a los brazos muertos del río, y de cundir el ataque de hombres y bestias, bien podría llamarse a eso una plaga. ¡Y qué frecuentes son en Egipto la sarna y la tiña, y con cuánta facilidad se propagan las enfermedades de la piel en la población debido a la falta de higiene! En esa región el cielo es siempre de un intenso azul, de modo que una tempestad violenta debía causar una profunda impresión en el pueblo, y mucho más si ésta venía acompañada de relámpagos y granizo que azotara los sembrados y destrozara los árboles, sin que mediara designio sobrenatural alguno. En cuanto a la langosta, es huésped harto conocido en la zona, y contra tan voraces visitantes los hombres han ido hallando varias medidas de defensa que entonces no se conocían; con toda seguridad vastas extensiones de cultivos eran devoradas literalmente, dejando los campos yermos. Y finalmente, quienquiera haya presenciado la atmósfera siniestra y sombría que acompaña siempre al eclipse de sol, comprenderá fácilmente que para un pueblo habituado a un sol radiante, esa oscuridad bien podía antojársele una plaga divina.
 
 
Thomas Mann
(Escritor alemán nacionalizado primero checoslovaco y más tarde estadounidense, 1875-1955).
Obtuvo el premio Nobel en 1929.

jueves, 19 de octubre de 2017

Eclipse: LA RISA, de Henri Bergson

"... invitada por el astrónomo Cassini a ver un eclipse de luna..."

(Fragmento del capítulo V)

Una Naturaleza arreglada mecánicamente, he ahí un motivo francamente cómico, sobre el cual podrá levantar la fantasía sus combinaciones con la certeza de obtener un gran éxito de risa. Recuérdese el tan divertido pasaje de Tartarín en los Alpes, donde Bompard hace tragar a Tartarín (y algo también, por consiguiente, al lector) la idea de una Suiza montada con máquinas como el escenario de la «Opera», explotada por una Compañía que atiende a la conservación de cascadas, glaciares y barrancos ficticios. Este mismo motivo aparece también, pero transpuesto en un tono muy distinto, en las Novel Notes del humorista inglés Jerome K. Jerome. La anciana dueña de un castillo pretende que el hacer buenas obras no le cause mucha molestia y manda instalar cerca de su morada a unos ateos a quienes convertirá y que han sido fabricados expresamente para ella; gentes honradas que se hacen pasar por borrachos, a fin de que ella pueda curarles de su vicio, etcétera. Hay palabras cómicas en las cuales se encuentra este motivo en el estado de resonancia lejana, mezclado a una ingenuidad afectada o sincera que le sirve de acompañamiento. Ejemplo de ello es la frase de cierta dama que, invitada por el astrónomo Cassini* a ver un eclipse de luna, y habiendo llegado con retraso, le dijo: «M. de Cassini, tendrá la amabilidad de volver a empezar para que yo lo vea.» O, si no, esta exclamación de un personaje de Gondinet que, al llegar a una población y enterarse de que en los alrededores hay un volcán extinguido, exclama: «¡Tenían un volcán y lo han dejado apagarse!».
 
 
Henri Bergson (Francia, 1859-1941). Obtuvo el premio Nobel en 1927.
 
* Giovanni Cassini (1625-1712), astrónomo italiano nacionalizado francés.

miércoles, 18 de octubre de 2017

Eclipse: NOSTALGIA, de Grazia Deledda


(Fragmento del capítulo II)

Una vez, Regina había soñado un eclipse de sol. En aquel momento, leyendo la página de Gabrie, recordó ese sueño, porque reproducía en ella el mismo sentimiento de crepúsculo, de temor, silencio terrible y expectación.
 
Por un momento. Cuando el momento pasó volvió a ver la luz del sol, sintió otra vez la vibración de la vida, percibió que todo en el mundo exterior había conservado su aspecto, su misma posición, que nada había cambiado. Pero ella ya no era la misma: a su alrededor, cerca y lejos, la luz había regresado: en su interior persistía el crepúsculo.
 
(Una volta Regina aveva sognato un'eclisse di sole. In quel momento, nel leggere la paginetta di Gabrie, ella ricordò quel sogno, perchè, si riprodusse in lei la stessa impressione di crepuscolo pauroso, di silenzio terribile e di aspettazione.
 
Fu un attimo. E passato l'attimo ella rivide la luce del sole, sentì ancora la vibrazione della vita, s'accorse che ogni cosa al mondo aveva conservato il proprio aspetto, la medesima posizione, e che nulla infine era mutato. Ma ella non era più la stessa: intorno a lei, da vicino e da lontano, era riapparsa la luce: entro di lei restava il crepuscolo.)
 
 
Grazia Deledda (Italia, 1871-1936). Obtuvo el premio Nobel en 1926.
 
(Traducido del italiano por Jules Etienne).

martes, 17 de octubre de 2017

Eclipse: LA TORRE, de William Butler Yeats

"... y si la memoria recuerda, el sol está en eclipse y el día cancelado."

 
II
 
(Fragmento)
 
Viejo disoluto con un amor en cada viento,
haz brotar de la profunda y circunspecta mente
todo lo que descubriste en la tumba,
porque es cierto que calculaste
cada inopinado e imprevisto aprieto
-atraído por un ojo delicado
por un roce o un suspiro,
dentro del laberinto de otro ser;
 
¿habita la imaginación más profundamente,
sobre una mujer perdida o una conquistada?
Si sobre la perdida, admite que emergiste
de un gran laberinto fuera del orgullo.
de la cobardía, de algún necio pensamiento sutilísimo
o algo una vez llamado conciencia;
y si la memoria recuerda,
el sol está en eclipse y el día cancelado.


W. B. Yeats: William Butler Yeats (Irlanda, 1865-1939). Obtuvo el premio Nobel en 1923.

lunes, 16 de octubre de 2017

Eclipse: SOBRE LA PIEDRA BLANCA, de Anatole France

"... es el ángel Gabriel quien causa los eclipses cuando se pone frente al sol."
 
(Fragmento del capítulo III)

- Venerable anciano -le dijo-, los franceses hemos venido a Egipto a traer justicia y libertad.

- Yo sabía que vendrían -respondió el derviche.

- ¿Y cómo es que lo sabía?

- Por un eclipse de sol.

- ¿Cómo puede un eclipse de sol haberle informado los movimientos de nuestro ejército?

- A los eclipses los trae el ángel Gabriel, que se coloca delante del sol para anunciar a los fieles las desventuras que se ciernen sobre ellos.

- Venerable anciano, usted ignora por completo la verdadera causa de los eclipses. Se lo voy a explicar.

Tomó un lápiz y un trozo de papel para dibujar unas figuras.

- Digamos que A es el sol, B la luna y C, la tierra.

Al término de su demostración concluyó satisfecho:

- Esta es la teoría que rige a los eclipses de sol.

Y como el derviche mascullaba algunas palabras, el General preguntó al intérprete:

- ¿Qué dice?

- Mi general, dice que es el ángel Gabriel quien causa los eclipses cuando se pone frente al sol.

- Este sujeto no sólo está loco sino que es un fanático -exclamó.


Anatole FranceFrançois-Anatole Thibault (Francia, 1844-1924).
Obtuvo el premio Nobel en 1921.

domingo, 15 de octubre de 2017

Eclipse: JUAN CRISTÓBAL, de Romain Rolland

"Pareció que el corazón del viejo se derretía, como si el sol hubiese vuelto después de un eclipse."

Tomo II: La rebelión
 
(Fragmento del capítulo III: La libertad)

Hablaba del campo y del día hermoso que hacía. Pero sus ojos risueños parecían decir:
 
- Tú eres bueno y yo soy un burro. ¡Perdóname, te quiero mucho! Pareció que el corazón del viejo se derretía, como si el sol hubiese vuelto después de un eclipse. Por un momento no pudo articular palabra. Cristóbal le había vuelto a tomar el brazo y charlaba más amistosamente que nunca; había doblado el paso sin darse cuenta de que reventaba a sus dos compañeros. Schulz no se quejaba; ni siquiera se daba cuenta del cansancio, tal era su contento. Sabía que pagaría todas sus imprudencias del día, pero decía:
 
- ¡Tanto peor para mañana! Cuando se haya marchado, tendré tiempo de descansar.
 
 
Romain Rolland (Francia, 1866-1944). Obtuvo el premio Nobel en 1915.

sábado, 14 de octubre de 2017

Eclipse: GORA, de Rabindranath Tagore

"Se celebra la ceremonia del baño con motivo del eclipse solar."

(Fragmento del capítulo VI)

Gora reflexionó unos momentos y luego dijo:
 
- Está bien. Iré a verle mañana a primera hora.
 
Anandamoyi quedó sorprendida ante tanta docilidad; pero casi inmediatamente Gora rectificó:
 
- No; se me olvidaba. Mañana no puede ser.
 
- ¿Por qué no?
 
- Mañana tengo que ir a Tribeni.
 
- ¡Nada menos que a Tribeni! -exclamó Krishnadayal.
 
- Se celebra la ceremonia del baño con motivo del eclipse solar.
 
- Me asombras, Gora -dijo Anandamoyi-. ¿Es que no está el Ganges en Calcuta, que tienes que ir a bañarte a Tribeni? ¡Te excedes en tu ortodoxia!
 
Pero Gora salió de la habitación sin responder.
 
La razón por la cual había decidido ir a Tribeni a bañarse era que esperaba encontrar allí a multitud de peregrinos. Aprovechaba todas las oportunidades para vencer su desconfianza y sus anteriores prejuicios, y situándose al mismo nivel que el pueblo, decir con todo su corazón:
 
- Yo soy tuyo y tú eres mío.

(Fragmento del capítulo XLVIII)
 
«Desearía que me dieras más detalles acerca de la novia que mencionas en tu carta. Me dices que tiene doce o trece años, pero que está muy desarrollada y parece una muchacha mayor. Todo esto está muy bien, pero quisiera que hicieses minuciosas pesquisas sobre la fortuna que mencionas, si la muchacha tiene en ella un interés vitalicio o le pertenece sin limitaciones. Entonces, consultaré con mis hermanos, y creo que no pondrán inconvenientes. Me satisface saber que la muchacha tiene una fe robusta en la religión hindú, pero hemos de procurar que no se sepa que ha vivido con una familia brahmo, de modo que no hables de esto con nadie. En el próximo eclipse lunar se celebrará un festival en el Ganges. Entonces procuraré pasar por Calcuta para conocerla.»
 

Rabindranath Tagore (India, 1861-1941). Obtuvo el premio Nobel en 1913.

viernes, 13 de octubre de 2017

Eclipse: EL MUNDO DE LOS GNOMOS, de Selma Lagerlöf

"... nadie tuvo la idea de celebrar con una fiesta la victoria del sol, salvo la anciana Beda, en su casita de las Tinieblas finlandesas."
 
El eclipse de sol
 
(Fragmento)

No se estaba lejos del 17 de abril, pero le sobraba tiempo para preparar su fiesta. Llegado el día del eclipse, se encontraban reunidas Stina, Lina, Kasia del Pantanito, Maya y las demás, en casa de Beda, en las Tinieblas finlandesas.
 
Tomaron la primera taza de café, luego la segunda, después la tercera, charlaron de unas cosas y de otras, y acabaron por comprobar que ignoraban aún en honor de qué o de quién las había invitado Beda.
 
Mientras tanto, el eclipse se verificaba sin que ellas prestasen al fenómeno gran atención. Un breve instante el eclipse llegó a su punto máximo; el cielo se tornó gris pizarroso; toda la naturaleza parecía cubierta de cenizas, soplaba un viento frío, silbando con ruido de trompetas del Juicio final y de gemidos del fin del Mundo. Entonces se sintieron incómodas, pero una suprema taza de café suplementaria logro devolverles el aplomo.
 
Cuando todo hubo terminado y el sol salió victorioso de la lucha, reinó de nuevo en el cielo, tan brillante y tan alegre, que nunca se le había visto tanto brillo y tanta potencia durante todo el invierno. La vieja Beda se aproximó con las manos juntas a la ventana. Sus ojos recorrieron la parte soleada ante su casa y entonó el cántico: «Tu hermoso sol se eleva aún; yo te bendigo, Dios mío. Con fuerza, valor y esperanza renovados, elevo mi voz gozosa».
 
Se mantenía delgada y diáfana, ante la ventana. Mientras cantaba, los rayos del sol flotaban alrededor de ella, como deseoso de infundirle un poco de su vida, de su calor, de su fuerza.
 
Cuando terminó de cantar la estrofa se volvió hacia sus invitadas y dijo con tono de disculpa:
 
- Amigas mías, yo no tengo mejor amigo que el sol y por eso he querido celebrar esta pequeña fiesta el día del eclipse. Quise que estuviésemos reunidas para recibirlo cuando saliera de sus tinieblas.
 
Todas comprendieron lo que la vieja quería decir y, un poco emocionadas, comenzaron a alabar al sol, que era tan bueno para los pobres como para los ricos; que, en invierno, cuando entraba en las casas, producía tanto bien como una llamarada; y, que, en cuanto brillaba, hacía amable la vida, cualesquiera que fuesen las penas que hubiese que soportar.
 
Al regresar cada una de ellas a sus sendas casas, todas iban risueñas y gozosas. Se sentían más ricas, más seguras, desde que habían comprendido qué amigo tan bueno y tan fiel tenían en el sol.
 
* * *
 
Como se trataba de un gran eclipse, ya que nueve décimas partes del disco solar quedaban oscurecidas, el fenómeno llamó mucho la atención en todas partes donde fue visible. Los sabios se habían movilizado con sus instrumentos para medir y calcular. Las gentes vulgares preparaban cristales ahumados y anteojos para contemplarlo a su gusto. Los alumnos de las escuelas obtuvieron permiso para desertar de clases y poder admirar el espectáculo. Los periódicos llenaron sus columnas con la descripción del cielo, que cambiaba de color, de los pájaros que dejaban de cantar, y de la oscuridad invasora que había reinado.
 
Pero por grande que fuese el caso que se hiciera del eclipse, creo que nadie tuvo la idea de celebrar con una fiesta la victoria del sol, salvo la anciana Beda, en su casita de las Tinieblas finlandesas.
 
 
Selma Lagerlöf (Suecia, 1858-1940). Obtuvo el premio Nobel en 1909.

jueves, 12 de octubre de 2017

Eclipse: LA PRINCESA MALENA, de Maurice Maeterlinck

 
(Fragmento del quinto acto, escena segunda)*
 
Sala que precede a la capilla del castillo.
 
Hay en ella multitud de personas, cortesanos, damas, esperando. La tempestad continúa.

Un señor (en una ventana): ¿Se ha visto nunca noche semejante?


Otro señor: ¡Mirad los pinosl ¡Venid a ver el bosque de pinos a esta ventana! ¡Se inclina hasta el suelo entre relámpagos! ¡Diríase un rio de relámpagos!
Un tercer señor: ¿Y la luna? ¿Habéis visto la luna?

Segundo señor: Jamás he visto luna más espantosa.

Tercer señor: El eclipse no terminará antes de las diez.


Primer señor: ¡Y las nubes! ¡Miras las nubes! Dirianse rebaños de elefantes negros que estuviesen pasando desde hace tres horas por encima del castillo!

Segundo señor: Le hacen temblar desde la cueva al granero.

Hialmar: ¿Qué hora es?

Primer señor: Las nueve.

Hialmar: Ya llevamos más de una hora esperando al Rey.

Tercer señor: ¿Aún no se sabe dónde está?

Hialmar: Las siete beguinas son las últimas que le han visto en el corredor.

Segundo señor: ¿A qué hora?

Hialmar: Alrededor de las siete.

Segundo señor: ¿No ha avisado?

Hialmar: No ha dicho nada. Algo debe haber sucedido. Voy a ver.

Sale.

Segundo señor: Los mismos dioses no saben lo que ocurre en noches como esta.


Maurice Maeterlinck
(Escritor belga en lengua francesa, 1862-1949). Obtuvo el premio Nobel en 1911.

* En la versión original es la escena segunda, puesto que hay una primera que ocurre en un cementerio adjunto al castillo bajo la tormenta. Allí se encuentra reunida una multitud de campesinos, sirvientes, ancianos y niños. Todos observan la luna cuando un campesino señala que está negra y un sirviente exclama: "¡Un eclipse! ¡Un eclipse!", al momento en el que cae un rayo. Por algún motivo inexplicable, en la traducción de Martínez Sierra dicha escena fue suprimida, y por lo tanto el quinto acto da principio con la que en realidad era esta escena segunda.

La ilustración corresponde a la puesta en escena de La princesa Malena dirigida por Yves Beaunesne en 2001.