"¿Y por qué semejante oscuridad? Era pleno día. Era incomprensible. La visión de las tres cruces..."
(Fragmento)
(Fragmento)
Los
parientes, o los que parecían tales, miraron desesperados al infeliz
crucificado. Respiraba cada vez con mayor dificultad y era evidente que muy
pronto moriría. Y más valía, por cierto, que acabara pronto, a fin de que
cesase de sufrir. Tal era también el pensamiento del que miraba: ¡si eso
acabara de una vez! Se apresuraría en seguida a huir y no volvería a acordarse
jamás... Pero de repente la colina entera se ensombreció, como si el sol
hubiera perdido su brillo, y en la oscuridad el crucificado clamó con voz
potente: «Dios, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Las palabras resonaron
en forma lúgubre. ¿Qué significaban? ¿Y por qué semejante oscuridad? Era pleno
día. Era incomprensible. La visión de las tres cruces, apenas perceptibles allá
arriba, daba escalofríos. Seguramente iba a suceder algo terrible. Los soldados
se levantaron de un salto y tomaron sus armas. Sucediera lo que sucediese, se
precipitaban siempre sobre sus armas. Estaban allí alrededor de la cruz
blandiendo lanzas, y los oyó cambiar murmullos de espanto. ¡Tenían miedo! ¡Ya
no bromeaban! Eran supersticiosos, naturalmente.
Él
también tuvo miedo. Y se alegró cuando volvió un poco de claridad y todo
comenzó a retomar su aspecto normal. La luz llegaba lentamente, como al amanecer.
Se expandía por la colina y por los olivos vecinos; los pájaros, que habían
enmudecido, volvieron a gorjear. Sí, aquello recordaba realmente el amanecer.
Los
allegados, allá arriba, estaban silenciosos. Ya no se oían llantos ni quejidos.
Se contentaban con mirar al hombre en la cruz... ¡Y hasta los soldados hacían
lo mismo! ¡Todo había quedado tan calmo!
Ahora
podía alejarse todo lo que quisiera. Había terminado. El sol brillaba
nuevamente y las cosas estaban como siempre. La noche había durado sólo un
momento, durante la muerte del hombre.
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