Regresa la primavera a Vancouver.

jueves, 26 de octubre de 2017

Eclipse: BARRABÁS, de Pär Lagerkvist

"¿Y por qué semejante oscuridad? Era pleno día. Era incomprensible. La visión de las tres cruces..."

(Fragmento)

Los parientes, o los que parecían tales, miraron desesperados al infeliz crucificado. Respiraba cada vez con mayor dificultad y era evidente que muy pronto moriría. Y más valía, por cierto, que acabara pronto, a fin de que cesase de sufrir. Tal era también el pensamiento del que miraba: ¡si eso acabara de una vez! Se apresuraría en seguida a huir y no volvería a acordarse jamás... Pero de repente la colina entera se ensombreció, como si el sol hubiera perdido su brillo, y en la oscuridad el crucificado clamó con voz potente: «Dios, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Las palabras resonaron en forma lúgubre. ¿Qué significaban? ¿Y por qué semejante oscuridad? Era pleno día. Era incomprensible. La visión de las tres cruces, apenas perceptibles allá arriba, daba escalofríos. Seguramente iba a suceder algo terrible. Los soldados se levantaron de un salto y tomaron sus armas. Sucediera lo que sucediese, se precipitaban siempre sobre sus armas. Estaban allí alrededor de la cruz blandiendo lanzas, y los oyó cambiar murmullos de espanto. ¡Tenían miedo! ¡Ya no bromeaban! Eran supersticiosos, naturalmente.
 
Él también tuvo miedo. Y se alegró cuando volvió un poco de claridad y todo comenzó a retomar su aspecto normal. La luz llegaba lentamente, como al amanecer. Se expandía por la colina y por los olivos vecinos; los pájaros, que habían enmudecido, volvieron a gorjear. Sí, aquello recordaba realmente el amanecer.
 
Los allegados, allá arriba, estaban silenciosos. Ya no se oían llantos ni quejidos. Se contentaban con mirar al hombre en la cruz... ¡Y hasta los soldados hacían lo mismo! ¡Todo había quedado tan calmo!
 
Ahora podía alejarse todo lo que quisiera. Había terminado. El sol brillaba nuevamente y las cosas estaban como siempre. La noche había durado sólo un momento, durante la muerte del hombre.
 
 
 Pär Lagerkvist (Suecia, 1891-1974). Obtuvo el premio Nobel en 1951.

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