Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).
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martes, 27 de febrero de 2024

Mirándolas dormir: SONETOS A ORFEO, de Rainer María Rilke

"'¿Cómo la has hecho tan perfecta que no haya codiciado ante todo despertar? Ve, ella surgió y se durmió."

Escritos, como monumento funerario para Vera Ouckama Knof

Segundo soneto

Y era casi una niña la que surgió
de esa ventura única del canto y de la lira
y que brilló a través del velo de la primavera
y que se hizo un lecho en mi oreja.

Y se durmió en mí. Y todo era su sueño:
Los árboles que un día admiré
esa lejanía sensible, esa pradera sentida
y cada asombro que me embargaba.

Ella dormía el mundo. Dios cantor,
¿cómo la has hecho tan perfecta que no haya codiciado
ante todo despertar? Ve, ella surgió y se durmió.

¿Dónde está su muerte? ¿Oh, ese motivo, podrás aún
inventarlo, antes de que se consuma tu canto?
¿A dónde se me va, lejos de mí?... Casi una niña…

Rainer María Rilke
(Poeta en lengua alemana nacido en Chequia y fallecido en Suiza, 1875-1926).

(Traducido al español por Salvador Echavarría)

domingo, 16 de octubre de 2022

Otoño: DÍA DE OTOÑO, de Rainer María Rilke

"... deambulará por las avenidas inquieto como el rodar de las hojas."

Señor: es hora. Largo fue el verano.
Pon tu sombra en los relojes solares
y suelta a los vientos por las llanuras.

Haz que sazonen los últimos frutos;
concédeles dos días más del sur,
úrgeles a su madurez y mete
en el vino espeso el postrer dulzor.

No hará casa el que ahora no la tiene,
el que ahora está solo lo estará siempre,
velará, leerá, escribirá largas cartas,
y deambulará por las avenidas,
inquieto como el rodar de las hojas.

Rainer María Rilke (Alemán fallecido en Francia, 1797-1856).

viernes, 26 de noviembre de 2021

Rainer María Rilke: CORRESPONDENCIA AMOROSA CON UNA JOVEN VENECIANA


Aunque Rainer María Rilke no se caracterizó a lo largo de su vida por la abundancia en materia de romances, entre 1907 y 1913 sostuvo correspondencia con Adelmina Romanelli, una joven veneciana de quien se enamoró y a quien enviara más de treinta apasionadas cartas redactadas en francés. En la primera de ellas, escrita en la propia Venecia cuando recién la había conocido, comienza:
 
Venecia, 26 de noviembre
hacia medianoche
 
Mi querida y hermosa Amiga:
 
Por primera vez a solas con su retrato, debo, en el silencio de la noche veneciana, escribirle. Por breve que sea, esta carta atesorará el privilegio de ser la primera. Otras habrá que le repetirán lo que ella viene a decirle tan ingenuamente: Lo feliz que soy por haberla encontrado de nuevo bella y admirable, tal y como usted lo es en todo.
 
Y más adelante, en esa misma carta con que iniciaba la relación epistolar, le confiesa su amor:
 
Después de todo lo que hemos hablado, lo que hemos sentido juntos durante estos días, es natural que la ame. Hay que devolver a esta palabra su grandeza: por eso la pronuncio; de lejos: porque he asumido por completo mi soledad; de cerca: porque aquellos a los que amo me ayudan infinitamente a soportarla.
 
Pero de entre todo el epistolario destaca una reflexión sobre la vida y la muerte que remite desde Alemania tan sólo un par de semanas después:
 
Obernueland bei Bremen (Alemania)
Domingo 8 de diciembre de 1907.
 
En la vida hay muerte, y me sorprende que se pretenda ignorarlo: la muerte, cuya implacable presencia sentimos en cada cambio al que sobrevivimos, porque sentimos hay que aprender poco a poco a morir. Debemos aprender a morir: esto es toda la vida. Preparar de lejos la obra maestra de una muerte digna y suprema, una muerte donde el azar no tenga cabida, una muerte bien hecha, muy feliz, entusiasta, como sólo los santos han sabido formar, una muerte largamente madurada, que con sus propias manos borra su nombre odioso, no siendo más que un gesto que devuelva al anónimo universo las leyes reconocidas y salvadas de una vida intensamente realizada. Esta noción de la muerte, que se ha desarrollado dolorosamente en mí de experiencia en experiencia desde mi infancia, me ordena soportar humildemente la pequeña muerte de cada día para hacerme digno de la que nos quiere grandes.
 
No me avergüenza, querida amiga, haber llorado el otro domingo en la góndola fría y excesivamente mañanera que giraba y giraba constantemente, pasando por barrios difusamente esbozados, tan difusamente esbozados que me parecían pertenecer a otra Venecia, esta vez situada en los limbos. Y la voz del “barcaiolo”, que pedía paso en la esquina de un canal, quedaba sin respuesta, como si estuviera ante la misma muerte.
 
Y las campanas que, un momento antes, había oído en mi habitación (en la habitación donde había vivido toda una vida, en la que había nacido y en la que me disponía a morir) me parecían muy nítidas; esas mismas campanas arrastraban tras de sí sonidos hechos de jirones, errante sobre las aguas y se encontraban sin reconocerse.
 
Justo es esta muerte la que se prosigue de continuo en mí sus caminos, la que trabaja en mí y me transforma el corazón, la que incrementa el rojo de mi sangre, la que comprime la vida que fue nuestra, a fin de que se convierta en una gota agridulce que circula por mis venas, que penetra en todas partes, la que, al fin, es infinitamente mía.
 
Y sin evadirme de mi tristeza, soy feliz, querida amiga, al sentir que usted existe, bella; feliz por haberme entregado sin miedo a su belleza, igual que un pájaro se entrega, inmenso, al espacio; feliz, querida amiga, por haber andado con verdadera fe sobre nuestras aguas inciertas, hasta tocar tierra en la isla de su corazón, donde brota, floreciente, el dolor. En fin, feliz…
Suyo,
R. María

Jules Etienne

jueves, 18 de junio de 2020

Epidemias: EL SEPULTURERO, de Rainer María Rilke

"Yo tenía un pequeño conejito blanco que era muy dócil y no podía estar nunca sin mí."

(Fragmento)

- ¿Y qué pasó después?

- Después se marchó, se marchó, ¿qué otra cosa habría podido hacer? Pero no creía en la muerte, sólo creía que las personas no pueden llegar unas a otras, ni los vivos ni los muertos. Y ésa es su miseria, no el hecho de que se mueran.

- Sí, eso ya lo sé, ya, que no se puede hacer nada -dijo Gita muy triste-. Yo tenía un pequeño conejito blanco, que era muy dócil y no podía estar nunca sin mí. Y se puso enfermo, se le hinchó el cuello y tenía dolores, igual que una persona. Y me miraba y me imploraba, me imploraba con sus pequeños ojos, él esperaba y creía que yo le ayudaría. Hasta que al final dejó de mirarme y se murió en mi pecho, como si estuviera solo, como a cien millas de mí.

- No hay que acostumbrar a los animales a las personas, Gita, tenlo en cuenta. Al hacerlo cargamos con una culpa, prometemos algo y no podemos cumplirlo. Nuestra parte en esta relación es un continuo fracaso. Y con las personas no es diferente, sólo que en ese caso ambos son siempre culpables, el uno por el otro. Y eso significa quererse: ser mutuamente culpables, nada más, Gita, nada más.

Llegó un día de agosto en el que las calles de la ciudad parecían en estado febril, pegajosas, temerosas, sin viento. El forastero estaba esperando a Gita a la puerta del cementerio, pálido y serio.- He tenido un mal sueño, Gita -le dijo-. Ve a casa y no regreses hasta que te haga saber que puedes volver. Me temo que tenga mucho que hacer ahora. Que te vaya bien.

Ella se arrojó a su pecho llorando. Y él la dejó llorar todo lo que quiso, y la siguió con la vista un buen rato mientras se alejaba. No se había equivocado; empezó a trabajar en firme. A diario salían dos o tres cortejos fúnebres, seguidos por muchos ciudadanos; eran entierros ricos y solemnes, en los que no se ahorraba ni en incienso ni en cánticos. Pero el desconocido sabía lo que aún nadie había dicho: que la peste estaba en la ciudad. Los días eran cada vez más calurosos e hirientes bajo aquel cielo mortal, y las noches llegaban y no refrescaban. Y el horror y el miedo se posaron sobre las manos de los que ejercían un oficio artesano, y en los corazones de los que amaban... y los paralizaron. Y el silencio reinaba en las casas, como en un gran día de fiesta, o como en mitad de la noche. Las iglesias estaban repletas de rostros desencajados. Y, de repente, las campanas empezaron a repicar, todas; se estreme- cieron, estallaron, como si unos animales salvajes hubieran trepado por la cuerda de la campana y no dejaran de morderla: así sonaban, sin sosiego.

En esos días horribles, el sepulturero era el único que trabajaba. Sus brazos se robustecieron con las grandes exigencias de su cargo, y hasta había en él cierta alegría, la alegría de su sangre, que se movía con más rapidez.

Rainer María Rilke
(Escritor en lengua alemana nacido en Praga y fallecido en Suiza, 1875-1926).

(Traducido al español por Isabel Hernández).

lunes, 12 de agosto de 2019

Tu boca: EL DIABLO SE APARECE, de Rainer María Rilke

"Desde entonces siempre, en cualquier parte, tenía cerca una copa de vino..."

(Fragmento inicial)

Al conde Paul lo tenían por irascible. Cuando la muerte le arrebató antes de tiempo a su joven esposa, le arrojó a la cara todo lo que poseía: sus bienes, su dinero, e incluso a sus favoritas. Aún formaba parte del cuerpo de los dragones de Windischgrätz. Allí, en ocasiones, se encontraba con el barón Sterowitz.

- Tu boca es casi como la de la difunta condesa.

El viudo se emocionó. Desde entonces siempre, en cualquier parte, tenía cerca una copa de vino; pues ésta le parecía la única posibilidad de ver venir siempre a su encuentro la boca adorada. El hecho es que dos años después al conde Paul no le quedaba ni una octava parte de sus posesiones.

A pesar de todo nos pidió, en una ocasión en que, casualmente, estábamos cerca de una de las propiedades de los Felderode, que fuéramos con él.

- Tengo que mostrarles la cuna de mi dicha -nos aseguró volviéndose hacia las damas-, el lugar donde se me permitió ser un niño.

Hacía una buena tarde de agosto y nos encontrábamos un pequeño grupo en Gross-Rohozec. Que se hiciera tan larde tuvo que ver con el estado de ánimo del conde. Estaba radiante. Nadie se movía del sitio de puro encanto. Al final acordamos visitar el palacio y el parque a la mañana siguiente (puesto que en ese momento ya no era hora de visita), y ver ponerse el sol desde lo alto de las ruinas.

- Mis ruinas -exclamó el conde, y fue como si su voz envolviera las viejas murallas igual que una gabardina su delgada figura.


Rainer María Rilke
(Escritor en lengua alemana nacido en Praga, 1875-1928).

(Traducido al español por Isabel Hernández).

sábado, 17 de noviembre de 2018

Día de los muertos: LOS CUADERNOS DE MALTE LAURIDS BRIGGE, de Rainer María Rilke


(Fragmento)

En la época de sus veleidades supersticiosas había ordenado, para él y para los que le rodeaban, el ángelus contra los demonios del crepúsculo; y ahora, en el mundo agitado por completo sonaba todas las tardes esta plegaria sedante. Por lo demás, sin embargo, todas las bulas y las cartas que emanaban de él parecían antes un vino de especias que una tisana. El imperio no se había confiado a su tratamiento, pero él no se cansaba de colmarle con las pruebas de que estaba enfermo; y ya venían las gentes desde el más lejano oriente para consultar a este médico imperioso.

Pero entonces ocurrió lo increíble. El día de todos los Santos había predicado más larga y ardientemente que de costumbre; con una necesidad súbita y como para volver a verla él mismo, había mostrado su fe; la había sacado fuera de ese tabernáculo octogenario, y levantándola poco a poco con todas sus fuerzas, la había puesto en el altar: y entonces le gritaron a la cara. Toda Europa gritó: esa fe era mala.

Entonces desapareció el papa. Durante muchos días no emanó de él ninguna acción, permanecía de rodillas en su oratorio y exploró el misterio de los que actúan y hacen mal a su alma.

Rainer María Rilke (Escritor en lengua alemana nacido en Praga, 1875-1928).

(Traducido al español por Francisco Ayala).

viernes, 11 de mayo de 2018

Mayo: SOY YO, MIEDOSO..., de Rainer María Rilke

"¿No madura mi rezo de mayo en tu mirada como un árbol?"

Soy yo, miedoso: ¿acaso no me escuchas
romper en ti con todos mis sentidos?
Mis sentimientos, que encontraron alas,
giran, blancos, en torno de tu rostro
¿no ves mi alma que densa está ante ti
en un traje de calma?
¿No madura mi rezo de mayo
en tu mirada como un árbol?

Si eres el soñador, yo soy tu sueño
y si despiertas, yo soy tu deseo
y me hago fuerte, en pleno señorío,
y redondo como un silencio de astros
sobre la ciudad mágica del tiempo.
 
 
Rainer María Rilke
(Poeta en lengua alemana nacido en Praga, Imperio Austrohúngaro, 1875-1926).

sábado, 9 de enero de 2016

Unicornios: SONETOS A ORFEO, de Rainer María Rilke

"... y existió en su espejo de plata..."

IV
 
Este es el animal que no ha existido.
No lo sabían, pero lo han amado
siempre -su paso, su gesto, su cuello,
y hasta la luz de su mirada en calma-.
 
No existió, ciertamente. Pero porque
lo amaban, puro, se hizo, este animal;
le dejaron espacio claro, ahorrado,
en que alzó su cabeza, sin hacerle
 
falta existir, sin nutrirle de grano
sino de ser posible que existiera.
Y esto dio tanta fuerza al animal
 
que le brotó en la frente un cuerno, solo.
Blanco, fue a una doncella, y existió
en su espejo de plata como en ella.
 
 
  Rainer María Rilke (Escritor en lengua alemana nacido en Praga, 1875-1926)
 
(Traducido al español por José María Valverde)

viernes, 15 de mayo de 2015

Madeleine: L'AMOUR DE MADELEINE (El amor de Magdalena), anónimo rescatado por Rainer María Rilke

"¿Podrá acaso desenredar sus pies de las redes de toda tu cabellera?"

(Fragmento)

Suéltate el cabello, Magdalena, y ata con él los pies de Jesús. ¡Qué cadenas más delicadas dispone Magdalena para su vencedor al que quiere hacer su cautivo! Magdalena, no temas. Aquél que confiesa en el santo Cantar que "se deja prender el corazón con un solo cabello de su Esposa", ¿podrá acaso desenredar sus pies de las redes de toda tu cabellera? Pero, ¿y si escapa?, ¿y si estas ataduras las rompe sin esfuerzo? No, no: no busques otras. Conoce el genio del amor: no rehúsa ser cautivo, pero quiere a la vez ser libre. Quiero decir que sólo quiere ser cautivo por su propia voluntad. Quiere lazos delicados y tiernos; lazos que no sean fuertes más que porque nadie quiere romperlos. Así pues, tu cabellera basta para prenderlo y comprometerlo; no hallarás lazos mejores.
 
 
Sermón anónimo francés (que algunos atribuyen a Bossuet) del siglo XVII encontrado por Rainer María Rilke en la tienda de un anticuario en 1911.
 
(Traducido al español por  Nicole d'Amonville Alegría)

lunes, 12 de mayo de 2014

Espejos (11): LA DAMA ANTE EL ESPEJO, de Rainer María Rilke

"... luego vierte el cabello en el espejo..."


Como en embriagadora especería
desata sin ruido en la fluidez clara
del espejo sus fatigados gestos;
e introduce allí dentro su sonrisa.
 
Y aguarda a que de todo eso ascienda
el líquido; luego vierte el cabello
en el espejo y, alzando los hombros
maravillosos del traje de noche
 
bebe callada de su imagen. Bebe
lo que una amante en éxtasis bebiera,
inquiriendo desconfiada; y hace
 
un guiño a su doncella, si ve luces
sobre el fondo del espejo, roperos,
y lo turbio de una noche trasnochada.
 
 
Rainer María Rilke (Poeta en lengua alemana nacido en Praga, 1875-1926)
 
(Traducido del alemán por Jaime Ferreiro)