Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

sábado, 7 de septiembre de 2024

Mirándolas dormir: NADA POR NADA y TODO COMO ANTES, de Kjell Askildsen

"Ella se estaba haciendo la dormida, pero había dejado encendida la lámpara de la mesita del lado de él."
 
Nada por nada

(Fragmento)

Se quedó sentado, tal vez hablaran un rato antes de despedirse. Y, por cierto, ella recibiría su merecido, si es que empezaba a preocuparse por él.

Encendió un cigarrillo y pensó: No diré nada. Ella puede decir lo que quiera, no voy a contestarle.

Se levantó, bajó las escaleras y entró en el hotel. Saludó con la cabeza al recepcio- nista, ahora se lo podía permitir, ahora que llegaba último.

Ella se estaba haciendo la dormida, pero había dejado encendida la lámpara de la mesita del lado de él. Ella no sabe que yo sé a qué hora ha llegado, pensó. Ella no sabe que yo sé que no está dormida, y yo no le diré que lo sé. Se hace la dormida porque no quiere mostrar que acaba de llegar, quiere parecer mejor de lo que es.

Se desnudó, apagó la luz y se tapó con la sábana. Estuvo un rato pensando en que Ingrid se hacía la dormida, y en la mujer alemana. La veía con toda claridad en su mente.

A la mañana siguiente se levantó antes que Ingrid, como de costumbre. No la desper- tó. Se vistió y salió.

"Nina dormía. Se había quitado la sábana con los pies. Cercano al hombro izquierdo tenía un moretón tan grande como un puño."

Todo como antes

(Fragmento)

Se fumó otros tres cigarrillos y supuso que ella se había dormido. Entró sin hacer ruido, se desnudó, echó la cortina, tanteó para encontrar la cama y se tapó con la sábana. Nina se movió. «¿Acaso he hecho algo malo?», preguntó. Él no contestó. «Qué sádico eres, coño». Él se quedó un rato pensando en lo peor que podía decir, y dijo: «Una vez me contaste que una amiga tuya solía ir por ahí exhibiendo el coño. Observándote esta noche he entendido de repente lo que querías decir. Deberías...».

En ese instante ella se lanzó encima de él, totalmente por sorpresa, Carl notó cómo los dedos de ella se cerraban alrededor de su cuello y la oyó resoplar: «Te voy a matar». Sus manos no apretaban fuerte, pero a él le entró pánico y se defendió a golpes. Ella aflojó los dedos, pero siguió forcejeando. Él le dio un empujón y salió de entre la sábana y de la cama. Ella seguía tumbada intentando recobrar el aliento. Él descorrió la cortina y salió al balcón, luego volvió a entrar por la ropa y el tabaco. Era la una y media.

A las dos y cuarto entró a acostarse. Nina estaba dormida. A las nueve y media se despertó y se levantó sin hacer ruido. Nina dormía. Se había quitado la sábana con los pies. Cercano al hombro izquierdo tenía un moretón tan grande como un puño. Por un instante le sobrevino un repentino ataque de ternura, pero enseguida recordó todo. Salió de la habitación sin hacer ruido.

Kjell Askildsen (Noruega, 1929-2021).

(Traducido al español por Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo).

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