... porque me olvidé de Arsenietsche Cué para
recordar al Conde Drácula, al inolvidable Bela Lugosi, a quien reconocí en
el batir del gran manto del obispo y en su cara extranjera y lívida y en la
obsesión de viajar entre la luz espectacular y las sombras, y vi a la bella y
fatídica Carol Borland en La Marca del Vampiro, junto al viejo Bela (Bela
con una vela, diría Bustrófedon) detrás de una telaraña romántica, bajando
los barrocos escalones hasta llegar ante una plácida ventana gótica y
observar por un instante a la víctima propiciamente dormida entre cortinas
románticas en un sofá art nouveau y sin pensar en el delirio de estilos
(Drácula no es decorador interior aunque lo parezca) lanzarse a toda bela
sobre el cuello tentador: carne de promisión, banco de sangre que camina,
objeto de amor y dolor que haría las delicias del Abuelo Divino sentado
enorme y fofo y ávido, comiendo rositas de hígado y bebiendo sangría en su
luneta con clavos del cine Charenton...
Guillermo Cabrera Infante
(Cubano nacionalizado inglés, 1929-2005).
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