Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).
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sábado, 12 de enero de 2019

Ultima Thule: EL PÉNDULO DE FOUCALT, de Umberto Eco



(Fragmento del capítulo 6: Tifieret)

- Tranquilo, ¿cuándo hemos inventado? Siempre hemos partido de hechos objetivos, o en todo caso de datos de dominio público.
 
- También ahora. En 1912, nace una Germanenorden que propugna una ariosofía, o sea una filosofía de la superioridad aria. En 1918, un tal barón von Sebottendorff funda una secta derivada de esa orden, la Thule Gesellschaft, una sociedad secreta, enésima variante de la Estricta Observancia Templaria, pero con fuertes componentes racistas, pangermanistas, neoarios. En 1933, este von Sebottendorff dirá que él ha sembrado lo que luego Hitler cultivará. Por lo demás, en la Thule Gesellschaft es donde aparece la cruz gamada. ¿Y quién se adhiere en seguida a la Thule? ¡Rudolf Hess, el ángel malo de Hitler! ¡Y después Rosenberg! ¡Y el propio Hitler!
 
Además, como sabrán por los periódicos, aún hoy, en su cárcel de Spandau, Hess sigue ocupándose de ciencias esotéricas. En 1924, von Sebottendorff escribe un libelo sobre la alquimia, y afirma que los primeros experimentos de fisión atómica demuestran la verdad de la Gran Obra. ¡Y escribe una novela sobre los rosacruces! Además dirigirá una revista de astrología, el Astrologische Rundschau, y Trevor-Roper ha escrito que los jerarcas nazis, empezando por Hitler, no daban un paso sin antes hacerse un horóscopo. Parece que en 1943 se consultó a un grupo de videntes para averiguar dónde estaba preso Mussolini. En suma, todo el grupo dirigente nazi está  vinculado con el neoocultismo teutónico.
 
 
Umberto Eco (Italia, 1932-2018).

martes, 9 de junio de 2015

Noches de junio


"Era una buena noche de junio, fresca y con luna, y estuvieron despiertos y retozando en la cama hasta el amanecer, indiferentes al viento que pasaba por el dormitorio, cargado con el llanto de los parientes de Prudencio Aguilar." El párrafo anterior, de la célebre novela Cien años de soledad, es el que precede al relato de la travesía por la sierra de José Arcadio Buendía que finalmente los llevaría a fundar Macondo. Y es que Úrsula no dejaba de alucinar las apariciones del difunto Prudencio Aguilar:

"Los muertos no salen", dijo. "Lo que pasa es que no podemos con el peso de la conciencia." Dos noches después, Úrsula volvió a ver a Prudencio Aguilar en el baño, lavándose con el tapón de esparto la sangre cristalizada del cuello.

Después de eso, fastidiado por lo que su mujer le contaba, José Arcadio sale al patio con una lanza y lo amenaza: "Cuantas veces regreses volveré a matarte"; pero ni él se atrevió a arrojar la lanza ni pudo volver a dormir bien. Por eso fue que prefirieron emigrar: "Está bien, Prudencio -le dijo-. Nos iremos de este pueblo, lo más lejos que podamos, y no regresaremos jamás. Ahora vete tranquilo."

Y para continuar con ese tipo de atmósfera, Arthur Machen, un autor galés del siglo XIX y principios del XX, se especializó en cuentos fantásticos como El gran Pan y Pueblo blanco -a los que se ha referido el cineasta Guillermo del Toro: "Me gustaría que El laberinto del fauno transmitiera la misma sensación que los relatos de Arthur Machen"-, así como las novelas Los tres impostores y La casa de las almas. Al fallecer su primera esposa, en 1899, dejó temporalmente de escribir y se unió a la Orden del Amanecer Dorado, una sociedad secreta dedicada al esoterismo. Vale la pena mencionar que en su juventud tuvo la oportunidad de trabajar con el editor y librero George Redway, quien le encomendó catalogar su colección de libros de ocultismo, lo que le serviría en un futuro para orientar el carácter de su obra. Su traducción de las Memorias de Casanova fue una de las más completas y eróticas, por lo que se dificultó su edición correspondiente durante la época de la estricta moral victoriana. En 1914, al inicio de la primera guerra mundial, escribió un relato ficiticio titulado Los ángeles de Mons, sobre unos arqueros celestiales que supuestamente habían intervenido en favor del ejército británico en la batalla de ese nombre, lo que provocó que muchos lectores lo consideraran un hecho real e incluso hubo quien llegó a aprovechar dicho material para tratar de comprobar la existencia de los ángeles. Su cuento El misterio glorioso le permitió el acceso a otro mercado de lectores, al ser publicado en una revista estadounidense. Se advierte su influencia en la obra de autores como H. P. Lovecraft, quien lo reconocía como uno de los maestros del horror sobrenatural.

A Machen se le conoce en México a través de un relato suyo: El misterio de Islington, que sirvió como argumento para el guión de la película de humor negro El esqueleto de la señora Morales, con Arturo de Córdova y Amparo Rivelles. El siguiente es un párrafo de su cuento El libro verde:

Luego, otro día, vieron que llevaba alrededor del cuello el collar más hermoso que jamás se había visto por aquellos contornos, mucho más brillante que el collar más elegante de la propia reina, compuesto de centenares de diamantes relucientes, que resplandecían como las estrellas en una noche de junio.

Ahora un fragmento de Los niños de la charca, que forma parte del volumen Pueblo blanco:

Y Arnold se puso en camino, de vuelta a Londres, mientras muchas cosas le daban vueltas en la cabeza. La mayoría de ellas parecían muy confusas, pero él se preguntaba si el huésped de la señora Wilson estaría loco de remate; más loco que el señor Hampole o el granjero de Somerset, o Charles Dickens, cuando vio aparecerse a su padre junto al lecho. Arnold hizo el recuento de sus perplejidades e indagaciones en la siguiente reunión con los tres amigos en el tranquilo patio delantero de la posada. El escenario se había transformado: era una noche de junio en la que los árboles del jardín se agitaban a expensas de la brisa fresca, misma que transportaba al corazón de Londres un vago aroma de los lejanos campos de heno. El licor de la jarra marrón olía a viñas y huertas gasconas, y le pusieron hielo, aunque no por mucho tiempo. Lo único que dijo Harliss durante todo el relato de Arnold fue:

- Conozco cada rincón de ese vecindario y le aseguro que no existe semejante lugar.

También Edgar Allan Poe escribió sobre la medianoche en el mes de junio, en su poema La durmiente, al que en español a veces se le conoce -de manera imprecisa-, como En una noche de junio. Pero de eso ya me ocuparé mañana.


Jules Etienne

La ilustración corresponde a Un sueño de Escocia (A dream of Scotland), de Elena Orlova.

martes, 25 de enero de 2011

La mítica isla de Thule



Ultima Thule, que traducido del latín significa el norte más distante, según explica Michel Lamy es la mítica -aunque real- isla de Hiperbórea, un lugar donde se enfrentan el hielo y el fuego en una batalla eterna. Se dice que la primera referencia que existe de dicho lugar proviene del geógrafo y explorador griego Piteas, quien la ubicó a seis días de navegación al norte de Inglaterra. Como advertía que durante la época veraniega no se pone el sol, se puede inferir que se refería a lo más septentrional de la península escandinava. Aunque algunos historiadores la suponen las islas Feroe, Islandia o Groenlandia, en el año 2007 un grupo de investigadores se dedicó a estudiar antiguos mapas de Ptolomeo y llegaron a la conclusión de que se trata de la isla de Smola, en la costa noruega, que además era sede de la realeza tribal de los escandinavos al principio de la era cristiana.

Lamy, además, identifica a la madre de los hombres con el nombre de Thule, y menciona que los toltecas erigieron Tula como centro de su cultura y resguardo de sus creencias religiosas. Bajo la mirada de los imponentes atlantes, los arqueólogos la identifican como Tollan, la última morada de Quetzalcóatl -tanta mitología para que tal vez acabe en una prosaica refinería-. La misma palabra en sánscrito significa balance, lo cual la relaciona con la estrella polar. Según los estudiosos de la lengua griega, Thule proviene de Tholos o Tolos, que significa niebla. La tierra más allá de la niebla, de la diosa blanca, Thula es la niebla.

Aquí podría establecerse una relación entre el nombre de la Sociedad de la Niebla, de la que formaban parte Alexandre Dumas y Jules Verne. Además de que los expertos en la obra de éste suelen resaltar el hecho de que el personaje que emprende La vuelta al mundo en ochenta días se llama Phileas Fogg.

Thule, como sería predecible, tiene una larga relación con la poesía. Goethe escribió El rey de Thule, que dice en su primer cuarteto:

Hubo en Thule un rey constante
con su amada, la que un día,
al morir dejó a su amante
áurea copa que tenía.

La copa de oro equivaldría al santo Grial. Por su parte, Edgar Allan Poe culmina su poema Tierra de sueños con la frase: "Desde esta última nebulosa Thule" (From this ultimate dim Thule). Y Henry W. Longfellow es autor de un poema titulado precisamente Ultima Thule, que concluye:
 
¡Ultima Thule! ¡La isla más lejana!
Aquí en sus bahías bajamos por un rato
nuestras velas; para reposar
de la interminable búsqueda perpetua.

J. R. R. Tolkien, en su popular saga de El señor de los anillos, también utiliza la palabra Thule en el lenguaje de los elfos, pero con el significado de espíritu.

Rudolf Glauer nació en Sajonia, en el último cuarto del siglo XIX, y después de un breve paso por Egipto, se afincó en Turquía, adquirió dicha nacionalidad y fue adoptado por el barón von Sebottendorf. A partir de entonces cambió su nombre por el de Rudolf von Sebottendorf. Durante su estadía en esos países se interesó en el estudio de la cábala, e influido por un mercader judío de apellido Termudi, también se acercó a los rosacruces y a los iniciados drusos, e ingresó a la logia masónica del rito de Memphis. Una vez de regreso en Alemania, entra en contacto con la Orden de los Germanos, es nombrado su dirigente para la región de Bavaria, y en 1918 funda la Sociedad Thule.

Para no prolongar en demasía este texto que ya se ha extendido más de lo planeado, abriré un paréntesis y en futuras ocasiones pienso reproducir algunos párrafos de la novela El péndulo de Focault, de Umberto Eco, en que se hace referencia a dicha sociedad, para más adelante finalizar abordando el importante vínculo que estableció con la doctrina nacional socialista.

Jules Etienne

La ilustración corresponde a una fotografía de las Islas Lofoten, en Noruega,
al norte del círculo polar ártico.

lunes, 24 de enero de 2011

Verne y Mozart: coincidencias de la genialidad


Hace ya casi dos meses, a principios de diciembre, emprendí la lectura de una investigación de Michel Lamy, la traducción literal de su título en inglés sería El mensaje secreto de Julio Verne, escrita originalmente en francés y que me parece lamentable que todavía no haya sido traducida al español. La única obra de Lamy que pude ubicar en nuestra lengua es La otra historia de los Templarios, publicada en 2006. Sin embargo, durante mi búsqueda me topé con un ensayo breve e interesante de José Gregorio Parada, titulado Una mirada al mundo religioso de Julio Verne, que incluso le mereció un premio literario en dicho género, en 2005.

La razón por la que he dilatado tanto en esta lectura, no se debe a su complejidad o al empleo de un lenguaje abstruso, por el contrario, me ha resultado de lo más amena, sin embargo, también ha estimulado mi deseo de investigar algunos de los aspectos que plantea. Por ejemplo, en el tercer capítulo, elabora una tabla que establece un minucioso paralelismo entre Las Indias negras (también conocida como La ciudad subterránea), con la ópera La flauta mágica, de Mozart, desde la perspectiva de que ambas fueron obras iniciáticas de la masonería. Me apena admitir mi ignorancia con respecto a la filiación masónica de Mozart, que según entiendo nunca ocultó, pero eso me sucede por andar creyendo que una película como Amadeus estaba apegada a su vida. Nada más lejano de la verdad. La obra teatral de Peter Shaffer que dio lugar a la respectiva adaptación fílmica, no tenía carácter biográfico, sino que a su vez se inspiraba en un breve drama, Mozart y Salieri, de Aleksandr Pushkin, escrito en 1830, cinco años después de la muerte de Salieri, y también sirvió como base del libreto de la ópera del mismo nombre de Rimsky-Korsakov.

Wolfgang Amadeus Mozart ingresó en la logia masónica de Viena a finales de 1784, con grado de aprendiz, y a principios del año siguiente ya era maestro. El caso es que entre los masones se suele considerar a La flauta mágica como su trabajo más hermoso -su escenografía está repleta de símbolos-, y Lamy sugiere que tal vez esa sea la razón por la que Verne, en su novela Los hijos del capitán Grant, permite que el personaje del geógrafo francés Santiago Paganel, nombre probablemente inspirado en el propio Papageno de La flauta mágica, escuche en el desierto el aria Il mio tesoro tanto, de Don Juan, y exclame: "Esa sublime inspiración del maestro de maestros", subrayando la admiración de sobra conocida que Verne siempre manifestó por Mozart.

Debo haber visto La flauta mágica hecha película por Ingmar Bergman, durante su estreno, que debió acontecer en la Muestra Internacional de Cine de la ciudad de México, en 1976. Desde entonces no la había vuelto a ver. De manera que me puse a buscarla y la encontré en el espléndido catálogo de Criterion, así como otra versión filmada de una representación en vivo, que tuvo lugar en Ludwigsburger, Alemania, en 1992. Tuve la oportunidad de obtener ambas a través de la biblioteca pública de Vancouver. Sin embargo, una vez relatado lo anterior, es fácil imaginarse el tiempo que me ha tomado ir avanzando en cada capítulo, ya que no me he conformado con la referencia de Lamy, sino que he procurado, en lo posible, obtener las obras que menciona, para confrontar o corroborar lo que está señalando y a su vez establecer el contexto en que acontece. La consecuencia es que todavía me encuentro leyendo el libro en cuestión.

Sin embargo, además de expresar el motivo de este retraso, también he querido aprovechar para ocuparme de Rudolf Glauer, mejor conocido como Rudolf von Sebottendorf, iniciador de la Sociedad de Thule, quien aparece en el capítulo trece, Noche y Niebla -con el que culmina la cuarta parte: Alguna vez fue rey de Thule-, por su curiosa relación con México. De esto me ocuparé mañana martes.
 
 
Jules Etienne

La ilustración corresponde a la escena del jardín con la Esfinge bajo la luz de la luna, segundo acto, escena 3, de La flauta mágica, diseñada por Karl Friedrich Schinkel, en 1816.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Páginas ajenas, a propósito de los carbonarios: VANINA VANINI, de Stendhal (fragmentos)


 
Aquel día tuvo suerte en su convite; los hombres estaban deslumbrados. Entre tantas mujeres destacadas, hubo que decidir cuál era la más bella: la elección no fue fácil, pero al fin quedó proclamada reina del baile la princesa Vanina, aquella joven de pelo negro y ojos de fuego. Inmediatamente los extranjeros y los jóvenes romanos abandonaron los demás salones y se aglomeraron en el que estaba ella.
(...)
 
A medianoche se difundió por el baile una noticia que suscitó bastante interés. Un joven carbonario que estaba encarcelado en el fuerte de Sant'Angelo acababa de fugarse, disfrazado, esa misma noche y, en un alarde de audacia novelesca, al llegar al último cuerpo de guardias de la prisión, había atacado a los soldados con una daga; pero resultó herido, los esbirros le seguían por las calles siguiendo el rastro de su sangre por lo que se esperaba su captura.

Mientras se comentaba esa anécdota, don Livio Savelli, deslumbrado por la gracia y la belleza de Vanina, con quien había estado bailando, le decía, al acompañarla a su lugar y deslumbrado por ella:

- Pero, por Dios, ¿quién puede conquistar su agrado?

- Ese joven carbonario que recién acaba de fugarse -le respondió Vanina-. Por lo menos, ha hecho algo más que tomarse el trabajo de nacer.
(...)
 
Sus dos hijos se hicieron jesuitas y luego murieron locos. El padre los ha olvidado pero le contraría mucho que su hija única, Vanina, no quiera casarse. Tiene ya diecinueve años y rechaza partidos brillantísimos. ¿Por qué razón? Por la misma que tuvo Sila para abdicar: su desprecio por los romanos.
(...)
 
- Pues bien, tú tienes valor; no te falta más que una elevada posición: te ofrezco mi mano y doscientas mil liras de renta. Yo me encargo de obtener el consentimiento de mi padre.

Pietro se arrojó a sus pies; Vanina estaba radiante de gozo.

- Te amo con pasión -le dijo el carbonario-, pero soy un pobre servidor de la patria, y cuanto más desgraciada es Italia, más obligado estoy a serle fiel. Para obtener el consentimiento de don Asdrúbal tendría que desempeñar un triste papel durante años. No te acepto, Vanina.

Missirilli se apresuró a comprometerse con estas palabras. Iba a faltarle el valor.

- Para mi desgracia -exclamó-, te amo más que a la vida y dejar Roma es para mí el peor de los suplicios.
(...)
 
- Pero -le dijo- me hice de una llave del despacho de mi tío, por los papeles que encontré allí, me he enterado de que una comisión compuesta por los cardenales y los prelados más importantes, se reúnen en el mayor secreto para deliberar sobre la cuestión de si conviene juzgar a esos carbonarios en Ravena o en Roma. Los nuevos carbonarios detenidos en Forli, y su jefe, un tal Missirilli, que cometió la tontería de entregarse, están en este momento detenidos en el castillo de San Leo.*
(...)
 
- Si yo amara algo en el mundo, sería usted, Vanina; pero, gracias a Dios, ya no tengo más que una finalidad en la vida: moriré encarcelado o intentando dar la libertad a Italia.

Stendhal: Henri Beyle (Francia, 1783-1842)
 
* El castillo de San Leo es el mismo en el que murió Cagliostro, se dice que estrangulado.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Verne y Dumas: LA SOCIEDAD DE LA NIEBLA


Hace unos días me había propuesto escribir algo sobre mi experiencia como lector de las novelas de aventuras tanto de Julio Verne como de Alejandro Dumas durante la época de mi preadolescencia. Del primero leí, además de sus trabajos más célebres, como sus viajes a la luna o al centro de la tierra y el trayecto del Nautilus al mando del capitán Nemo en el fondo del mar, otras obras menos difundidas, incluida alguna sobre la guerra de secesión en Estados Unidos: Norte contra sur y El Faro del fin del mundo, cuyo título siempre me ha fascinado. De Dumas, admito que disfruté más El Conde de Montecristo que Los tres mosqueteros. Y en los últimos años me ha asaltado la pregunta de cuál pudo ser la razón por la que mi madre preferiese que mis lecturas infantiles fueran, por ejemplo, Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain, por sobre Verne y Dumas, dos autores más afines con mi origen francés paterno. Como mi madre falleció hace algunos años, será imposible hacerle esa pregunta que no se me ocurrió plantearle en vida, a menos que consiga un buen espiritista que me pudiera poner en contacto con ella. Aunque si ese fuera el caso, me parece que tendría otras cuestiones más importantes que dilucidar desde ultratumba. Pero volviendo de la digresión, hurgando en las biografías de ambos autores, me encontré con algo de lo que, si bien dudo mucho que mi madre estuviera al tanto, tampoco puedo dejar de considerar: mi padre era muy católico, Caballero de Colón del cuarto grado -cualquier cosa que eso signifique, y en varias ocasiones me beneficié de la capa y espada que utilizaba en sus ceremonias para disfrazarme, debo subrayar que sin ningún afán de irreverencia, en la total ignorancia de su significado-, y tanto Verne como Dumas eran miembros de una sociedad secreta conocida como La Niebla, más afín con la masonería y los rosacruces, que con la iglesia católica.

De hecho, existen algunas investigaciones al respecto, como la de Michel Lamy, autor de Jules Verne: Iniciado e iniciador (publicada originalmente en francés en 1984) y traducida al inglés bajo el extenso título de El mensaje secreto de Jules Verne: Decodificando sus escritos ocultos, masónicos y rosacruces, quien coincidía con Charles Nöel- Martin, un científico francés muy respetado, creador de las llamadas tablas numéricas de la física nuclear, autor de El hombre galáctico: introducción a la filosofía del tercer milenio, y además de traducir al francés obras de Jack London y Robert Louis Stevenson, era reconocido como un apasionado experto en la vida y obra de Verne, hasta su fallecimiento en 2005.

En cuanto a Dumas, siempre fue bien conocida su inclinación por el esoterismo y sobre Los Mohicanos de París, la novela que he mencionado en fecha reciente con motivo de la expresión cherchez la femme, en ella se hacía referencia a la sociedad secreta de los carbonarios -de la que por cierto, se acusó a Stendhal de pertenecer, lo que provocó su expulsión de Italia-. Fue precisamente Dumas quien presentó a Verne con Pierre-Jules Hetzel, que se convertiría en su editor. Aquél fue masón y apoyó a Garibaldi en su proyecto de unificar Italia, mientras que Hetzel llegó a desempeñar cargos políticos de alto nivel en los ministerios de Marina y Asuntos Exteriores. A los escritores que llegaban a formar parte de La Niebla por invitación de Dumas, solían publicarlos en el Magazine de Educación y Recreo (Magazine d'Education et Récréation), de Hetzel, que dirigía Jean Macé, también masón.

En la novela El Imperio de color sangre, el canadiense Denis Coté reúne en una delirante aventura intemporal a ambos, Dumas y Verne, con Cagliostro, un personaje de dimensiones míticas, alquimista, estudioso de la cábala, masón y alto iniciado rosacruz, acusado de herejía por la inquisición -que no tenía nada de santa- y a quien el Papa Pío VI acusó de ser una amenaza para la supervivencia de la iglesia católica. Fue personaje en algunas novelas de Dumas, como sería el caso de Vida de Giuseppe Balsamo, también conocida como Memorias de un mago, y El collar de la reina. La primera fue adaptada al cine con el título original en inglés de Black Magic, en 1949 -aunque en español fue exhibida simplemente como Cagliostro-, protagonizada por Orson Welles.

Ahora me encuentro en plena lectura de la obra citada de Michel Lamy, la cual espero concluir en los próximos días, para ocuparme entonces de compartir con quienes tienen la paciencia de visitar este blog, las relaciones de Verne con las llamadas sociedades ocultas y sus polémicas profecías.



La ilustración de Cagliostro (1778), es obra de Le Gay de Meaux.