Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).
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domingo, 14 de julio de 2019

Tu boca: NOCTURNO, de José Asunción Silva

"... si entrevieras en sueños a aquél con quien tú sueñas (...) y sintieras sus labios anidarse en tu boca..."

Oh dulce niña pálida, que como un montón de oro
de tu inocencia cándida conservas el tesoro;
a quien los más audaces, en locos devaneos
jamás se han acercado con carnales deseos;
tú, que adivinar dejas inocencias extrañas
en tus ojos velados por sedosas pestañas,
y en cuyos dulces labios -abiertos sólo al rezo-
jamás se habrá posado ni la sombra de un beso…
Dime quedo, en secreto, al oído, muy paso,
con esa voz que tiene suavidades de raso:
si entrevieras en sueños a aquél con quien tú sueñas
tras las horas de baile rápidas y risueñas,
y sintieras sus labios anidarse en tu boca
y recorrer tu cuerpo, y en su lascivia loca
besar todos sus pliegues de tibio aroma llenos
y las rígidas puntas rosadas de tus senos;
si en los locos, ardientes y profundos abrazos
agonizar soñaras de placer en sus brazos,
por aquel de quien eres todas las alegrías,
¡oh dulce niña pálida!, di, ¿te resistirías?…


José Asunción Silva (Colombia, 1865-1896).

viernes, 9 de noviembre de 2018

Día de los muertos: DÍA DE DIFUNTOS, de José Asunción Silva


(Fragmento)

Y hoy, día de muertos, ahora que flota,
En las nieblas grises la melancolía,
En que la llovizna cae, gota a gota,
Y con sus tristezas los nervios emboba,
Y envuelve en un manto la ciudad sombría,
Ella que ha medido la hora y el día
En que a cada casa, lúgubre y vacía,
Tras del luto breve volvió la alegría;
Ella que ha marcado la hora del baile
En que al año justo, un vestido aéreo
Estrena la niña, cuya madre duerme
Olvidada y sola en el cementerio,
Suena indiferente a la voz de fraile
Del esquilón grave y a su canto serio;
Ella que ha medido la hora precisa,
En que a cada boca, que el dolor sellaba,
Como por encanto volvió la sonrisa,
Esa precursora de la carcajada;
Ella que ha marcado la hora en que el viudo
Habló de suicidio y pidió el arsénico,
Cuando aún en la alcoba, recién perfumada,
Flotaba el aroma del ácido fénico
Y ha marcado luego la hora en que, mudo
Por las emociones con que el goce agobia,
Para que lo unieran con sagrado nudo,
A la misma iglesia fue con otra novia;
Ella no comprende nada del misterio
De aquellas quejumbres que pueblan el aire,
Y lo ve en la vida todo jocoserio
Y sigue marcando con el mismo modo
El mismo entusiasmo y el mismo desgaire
La huída del tiempo que lo borra todo!
      Y eso es lo angustioso y lo incierto
      Que flota en el sonido,
Esa es la nota irónica que vibra en el concierto
      Que alzan los bronces al tocar a muerto
      Por todos los que han sido!
      Esa es la voz fina y sutil,
      De vibraciones de cristal,
      Que con acento juvenil
      Indiferente al bien y al mal,
      Mide lo mismo la hora vil,
      Que la sublime o la fatal
      Y resuena en las alturas,
      Melancólicas y oscuras,
      Sin tener en su tañido
      Claro, rítmico y sonoro,
      Los acentos dejativos
      Y tristísimos e inciertos
      De aquel misterioso coro,
Con que ruegan las campanas, las campanas,
      Las campanas plañideras
      Que les hablan a los vivos
      De los muertos!


 
José Asunción Silva (Colombia, 1865-1896).