Vancouver: el invierno a plenitud en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne)

martes, 31 de marzo de 2015

Tu boca: ARQUEOLOGÍA DEL AMOR, de Terje Johanssen

"Sí, el tono de una flauta, un rostro de música, hierba ondulante y piedras en reposo."

¿Qué es lo que realmente deseo?
Encontrar, cuando me inclino, un sedimento, un fósil
hermoso como una joya escondida en la tierra, una joya
de hace millones de años, un rostro, una señal
 
¿Una señal, un rostro?
 
Sí, el tono de una flauta, un rostro de música, hierba
ondulante y piedras en reposo. Una calma
Lo he visto en ti cuando te mueves, en tu
movimiento, en el perfil de tu movimiento en el fluyente
movimiento de agua, piedra, hierba, luz
No hay viento que haga girar el mundo como tú
con tu brazo corto, suave, o con tu boca
 
Lo que realmente deseo encontrar cuando me inclino
es una reminiscencia, una línea curva, un lenguaje directo
 
Nada podrá borrarse de lo que ha existido
 
 
Terje Johanssen (Noruega, 1942-2005)
(Traducido al español por Francisco J. Úriz)

lunes, 30 de marzo de 2015

Tu boca: LA DICHA y LA PALOMA Y EL SUEÑO, de Efraín Huerta

"Parecías la paloma extraviada en su vuelo: la paloma del ansia, la paloma que ama."

La dicha
(poema inconcluso)

Doy la mano a la dicha de ser el más amado,
dueño y siervo de amor, medalla de oro,

paz en el sueño y piel abierta al sueño.
Mediodía, medianoche, danza, perfil y ala.
Todo se me aparece lleno de cielo y fuego.
Mi mano con tu mano, mi palabra en tu boca,
encuentro en el estío, donde nace la lluvia,
y al corazón gigante le ha nacido una aurora.

A mi lado, la dicha es la dulce victoria,
el arrebato, el vuelo, el mármol tembloroso,
la estatua vegetal de, otra vez, el sueño.
A tu lado, la dicha es el espejo en donde
la rosa danza y vuela como paloma ciega.
Ahí es largo el silencio, dulce la soledad
y amor más poderoso que la vida.
Doy la mano al tesoro de amar y ser amado.
Un alba virgen viene, fugitiva del mundo,
como un templo desierto, y me cubre de llanto.
Es tu dolor a solas y nuestro amor a solas.

La paloma y el sueño

Tú no veías el árbol, ni la nube ni el aire.
Ya tus ojos la tierra se los había bebido
y en tu boca de seda sólo un poco de gracia
fugitiva de rosas, y un lejano suspiro.

No veías ni mi boca que se moría de pena
ni tocabas mis manos huecas, deshabitadas.
Espeso polvo en torno daba un sabor a muerte
al solemne vivir la vida más amarga.

Había sed en tus ojos. Suave sudor tu frente
recordaba los ríos de suave, lenta infancia.
Yo no podía con mi alma. Mi alma ya no podía
con mi cuerpo tan roto de rotas esperanzas.

Tus palabras sonaban a olas de frágil vuelo.
Tus palabras tan raras, tan jóvenes, tan fieles.
Una estrella miraba cómo brilla tu vida.
Una rosa de fuego reposaba en tu frente.

Y no veías los árboles, ni la nube ni el aire.
Parecías desmayarte bajo el beso y su llama.
Parecías la paloma extraviada en su vuelo:
la paloma del ansia, la paloma que ama.

Te dije que te amaba, y un temblor de misterio
asomó a tus pupilas. Luego miraste, en sueños,
los árboles, la nube y el aire estremecido,
y en tus húmedos ojos hubo un aire de reto.

No parecías la misma de otras horas sin horas.
Ya sueñas, o ya vuelas y ni vuelas ni sueñas.
Te fatigan los brazos que te abrazan, paloma,
y, al sollozar, a un lirio desmayado recuerdas.

Ya sé que estoy perdido, pero siempre ganado.
Perdido entre tu sombra, ganado para nunca.
Mil besos son mil pétalos protegiendo tu piel
y tu piel es la lámpara que mis ojos alumbra.

¡Oh geografía del ansia, geografía de tu cuerpo!
Voy a llorar las lágrimas más amargas del mundo.
Voy a besar tu sombra y a vivir tu recuerdo.
Voy a vivir muriendo. Soy el que nunca estuvo.
 


Efraín Huerta (México, 1914-1982).

viernes, 27 de marzo de 2015

Tu boca: PASTORALE, de Sándor Weöres


"Se habrá posado en mi cuello tu boca como mariposa..."
 
Sobre tu piel brilla en la penumbra una luz verdosa
y la cuenca de tus ojos se ha vuelto sombría.
Se habrá posado en mi cuello tu boca como mariposa,
en la hondura de mi hombro tu aliento caería.
 
Me hiere el corazón y tu corazón sigue latiendo,
tensas lianas se entrelazan en torno a mi cintura,
me rodeas, arriba y abajo, a cada lado sintiendo
que soy ataúd vivo, cubierto del todo en tu captura.
 
Junto a las óseas arenas de mi costado pleno
¡cómo rompe el oleaje de tu vientre y tu seno!
Yacemos sin espíritu, igual que las urpilas.
 
Se ponen en camino corrientes pavorosas,
como el rayo hacia tierras de nubes tenebrosas.
Y luego en una lágrima se velan las pupilas.


Sándor Weöres (Hungría, 1913-1989)

jueves, 26 de marzo de 2015

Tu boca: EL SURCO DEL DESEO, de Mario Benedetti

"Bailamos toda la noche. La primera afinidad fueron los tangos..."
 
Ya había cumplido mis veintiún años cuando empecé una relación estable con una muchacha estupenda. No sabría decir si éramos novios “o algo así”, como calificaba Juliska a las que, según ella, eran uniones irregulares. Casi nunca nos veíamos en casa, porque Mariana, que estudiaba Veterinaria, compartía un apartamento en la Aguada con Ofelia, una compañera de estudios, y ésta se iba todos los fines de semana a Maldonado, donde vivía su familia, de manera que el apartamento quedaba a nuestra entera disposición.

A Mariana la conocí en un baile del Club Banco Comercial. Bailamos toda la noche. La primera afinidad fueron los tangos, algo infrecuente entre los jóvenes, pero como entre cada tango y el siguiente transcurría a veces un cuarto de hora, nos sentábamos, tomábamos unos tragos y nos contábamos las respectivas historias, que no eran, vale reconocerlo, demasiado apasionantes. En realidad, no sé qué tramos se dejó ella en el tintero, pero sí sé que yo omití mencionarle al Dandy, mi iniciación con Natalia y mis encuentros con Rita.

Otra zona de exploración mutua fue más importante. Es virtualmente imposible que, después de varios tangos, dos cuerpos no empiecen a conocerse. En esa sabiduría, en ese desarrollo del contacto se diferencia el tango de otros pasos de baile que mantienen a los bailarines alejados entre sí o sólo les permiten roces fugaces que no hacen historia. El abrazo del tango es sobre todo comunicación, y si hubiera que adjetivarla diría comunicación erótica, un prólogo del cuerpo-a-cuerpo que luego vendrá, o no, pero que en ese tramo figura en los bailarines como proyecto verosímil. Y cuanto mejor se lleve en el baile la pareja, cuanto mejor se amolde un cuerpo al otro, cuanto mejor se correspondan el hueso del uno con la tierna carne de la otra, más patente se hará la condición erótica de una danza que empezó siendo bailada por rameras y cafishos del novecientos y que sigue siendo bailada por el cafisho y la ramera que unos y otras llevamos dormidos en algún rincón de las respectivas almitas y que despiertan alborozados y vibrantes cuando empiezan a sonar los acordes de El choclo o Rodríguez Peña.

Así, los sucesivos tangos de aquella noche, que no fue mágica sino muy terrestre, permitieron que mi cuerpo y el de Mariana se conocieran y desearan, se complementaran y necesitaran. Cuando, tres días después, nos despojamos de todo ropaje y nos vimos tal cual éramos, el desnudo textual nos trajo pocas novedades. Desde el quinto tango nos sabíamos de memoria. Algún detalle nuevo (un lunar, siete pecas, el color de los vellos fundamentales) era poco menos que subsidiario y no modificaba la imagen primera, la esencial, la que la disponibilidad sensitiva de cada cuerpo había transmitido a los archivos de la imaginación. La memoria del cuerpo no cae nunca en minucias. Cada cuerpo recuerda del otro lo que le da placer, no aquello que lo disminuye. Es una memoria entrañable, más, mucho más generosa que el tacto ya desgastado de las manos, harto contaminadas de rutina cotidiana. El pecho que toca pechos, la cintura que siente cintura, el sexo que roza sexo, toda esa sabrosa red de contactos, aunque se verifique a través de sedas, casimires, algodones, hilos o telas más bastas, aprenden rápida y definitivamente la geografía del otro territorio, que llegará, o no, a ser amado, pero que por lo pronto es fervorosamente deseado. Después de todo, el germen del amor tendrá mejor pronóstico si se lo siembra en el surco del deseo. ¿Dónde habré leído esto? A lo mejor es mío. Lo anoto para el tema de un cuadro (sin relojes): El surco del deseo. Tal vez suene demasiado literario. Pero no. Debe mostrar a una pareja que baila tango. Sólo eso. El surco del deseo. Nada más. Que el público imagine. Ya queda dicho: entre Mariana y yo la primera alianza fue la de los cuerpos. El suyo era sin duda una de las siete maravillas de mi mundo. El mío era por lo menos un manojo de sensaciones nuevas. Los recorrimos, disfrutándolos, confirmando palmo a palmo la información veraz que transmitiera el tango. Durante varios encuentros seguimos fascinados por esa comunión. No había pregunta de un cuerpo que no supiera o no pudiera responder el otro. ¡Hablábamos tan poco! Creo que teníamos miedo de que la palabra, al invadir nuestro espacio, nos trajera querellas, fracturas, desconfianzas. ¡Y el silencio era tan sabroso, era tan rico el tacto!

Así hasta que las palabras, otras y lejanas palabras, irrumpieron. Una noche llegué a mi casa y Juliska me esperaba con un sobre color crema. “Llegara con mucha perfuma”, observó la yugo con toda la sonrisa de su boca campesina. El sobre llevaba estampillas brasileñas y no había remitente. Esperé hasta llegar a mi cuarto y allí lo abrí. Contenía una postal de Bahía: “Te felicito por la exposición. Me gustó tu aporte a mis agujas de las 3 y 10. No te enjuiciaré por plagio. ¿Has pensado en otra variante de la misma hora? ¿Que ella sea el minutero y él el horario? Sería una buena innovación. Te regalo la idea. O mejor te la cambio por un retrato. Eso sí, píntame con un relojito pulsera que marque las 3 y 10. Ah, y gracias por el homenaje. Besos y besos de mi boca débil en tu boca fuerte, todos de tu Rita".
 
Mario Benedetti (Uruguay, 1920-2009).

sábado, 21 de marzo de 2015

Tu boca: POEMA 14, de Pablo Neruda

"Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos."

Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.
 
A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
Ah déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no existías.
 
De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.
 
Pasan huyendo los pájaros.
El viento. El viento.
Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.
 
Tú estás aquí. Ah tú no huyes.
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.
 
Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas,
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.
 
Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes.
 
Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Hasta te creo dueña del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.
 
Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.
 
 
 Pablo Neruda: Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto (Chile, 1904-1973).
Obtuvo el premio Nobel en 1971.

jueves, 19 de marzo de 2015

Tu boca: PRIMAVERA Y MUCHACHA, de Octavio Paz


"La luz bebe luz en tu boca. Tu cuerpo se abre como una mirada..."

En su tallo de calor se balancea
La estación indecisa
Abajo
Un gran deseo de viaje remueve
Las entrañas heladas del lago
Cacerías de reflejos allá arriba
La ribera ofrece guantes de musgo a tu blancura
La luz bebe luz en tu boca
Tu cuerpo se abre como una mirada
Como una flor al sol de una mirada
Te abres
Belleza sin apoyo
Basta un parpadeo
Todo se precipita en un ojo sin fondo
Basta un parpadeo
Todo reaparece en el mismo ojo
Brilla el mundo
Tú resplandeces al filo del agua y de la luz
Eres la hermosa máscara del día
Aunque la nieve caiga en racimos maduros
Nadie sacude ramas allá arriba
El árbol de la luz no da frutos de nieve
Aunque la nieve se disperse en polen
No hay semillas de nieve
No hay naranjas de nieve no hay claveles
No hay cometas ni soles de nieve
Aunque vuele en bandadas no hay pájaros de nieve
En la palma del sol brilla un instante y cae
Apenas tiene cuerpo apenas peso apenas nombre
Y ya lo cubre todo con su cuerpo de nieve
Con su peso de luz con su nombre sin sombra


Octavio Paz (México, 1914-1998). Obtuvo el premio Nobel en 1990.

viernes, 13 de marzo de 2015

Tu boca: DOÑA FLOR Y SUS DOS MARIDOS, de Jorge Amado

"¿... mi nombre digno, mi honra de casada?, ¿qué me importan? Toma todo eso en tu boca ardiente..."

(Fragmento del capítulo 20)

Y en la sala se abrieron las puertas del cielo e irrumpió el canto de aleluya.
 
«¿Dónde se vio yogar en camisón?» Doña Flor quedó tan desnuda como él, vistiéndose y completándose el uno con la desnudez del otro. Una lanza de fuego la traspasó y Vadinho la deshonró por segunda vez: una antes, cuando era doncella, otra ahora, de casada (y si tuviera otras honras también se las quitaría). Y allá se fueron los dos por las praderas de la noche, hasta las orillas de la mañana.
 
Nunca se entregaba de ese modo, tan suelta, tan fogosa, con tan ardiente voracidad, con tanto delirio. ¡Ah, Vadinho!, si tú tenías hambre y sed, ¿qué decir de mí, sostenida con un régimen escaso y soso, sin sal y sin azúcar, casta esposa de un marido respetador y sobrio? ¿Qué me importa lo que digan la calle y la ciudad; mi nombre digno, mi honra de casada?, ¿qué me importan? Toma todo eso en tu boca ardiente de cebolla cruda y quema en tu fuego mi decencia innata, rasga con tus espuelas mi antiguo pudor, soy tu perra, tu yegua, tu puta.
 
Fueron y vinieron, partieron y llegaron, y, apenas volvían, ya partían de nuevo, siempre de llegada, siempre de regreso. Tantas nostalgias y tantas metas a cumplir todas alcanzadas, algunas repetidas.
 
Insolente y bienamada, sucia y linda, la boca de Vadinho le decía tantas indecencias, le recordaba las dulzuras de otro tiempo.
 
 
Jorge Amado (Brasil, 1912-2001)

La ilustración corresponde a una puesta en escena en Paraguay de la versión teatral sobre la novela original.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Tu boca: NO ES NADA DE TU CUERPO, de Jaime Sabines

"No es tu boca -tu boca que es igual que tu sexo-..." 

No es nada de tu cuerpo
ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca -tu boca
que es igual que tu sexo-,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo en que bebo.
Ni son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada -¿qué es una mirada?-
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un grano, ni un momento.

Es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.


 
Jaime Sabines (México, 1926-1999)

martes, 10 de marzo de 2015

Tu boca: LA MONTAÑA DEL ALMA, de Gao Xingjian

"Dice que a la vista de este abismo sin fondo, su corazón se hiela de espanto."

(Fragmento del capítulo 50)

Ella dice, ves, ves, es eso lo que piensas verdaderamente, tu corazón es pérfido, en realidad no la amas, si no la amas, pues tanto peor, pero ¿por qué querer seducirla? ¿Por qué atraerla delante de estas aguas profundas?
 
Distingues en su mirada un espanto real, quieres acercarte para tranquilizarla.
 
¡No! ¡No! ¡Ella te prohíbe dar un paso más! Te suplica que te alejes, que le perdones la vida. Dice que a la vista de este abismo sin fondo, su corazón se hiela de espanto. Quiere volver enseguida, reencontrar su vida de antes: ella le acusó equivocadamente y se ha dejado llevar por un monstruo como tú a estos confines desérticos. Quiere volver a su lado, reencontrar su pequeña habitación, y esta vez podrá perdonarle todo, pese a que es siempre violento en sus relaciones sexuales. Ella dice que ahora comprende que, precisamente por ser tan impulsivo aquel al que ama, la brusquedad de su deseo no es sino una prueba de su fervor hacia ella, pero ella no soporta ya tu frialdad, es cien veces más sincero que tú, tú eres cien veces más hipócrita que él, en realidad, tú, hace mucho tiempo que estás cansado de ella, pero no lo dices, tú la torturas mentalmente de una manera aún más cruel de lo que la hacía sufrir él en su carne.
 
Ella dice que piensa en él, que en casa de él después de todo ella era libre, que tiene necesidad de un hogar donde poder refugiarse, lo único que quiere es convertirse en ama de casa, él dijo que quería tomarla por esposa, y ella tiene confianza en él, mientras que tú, estas mismas palabras, no han salido nunca de tu boca. Cuando él hacía el amor con ella, le hablaba de otra mujer, pero era únicamente para excitar su entusiasmo, mientras que tus palabras no provocan en ella más que frialdad, acaba de darse cuenta de que la ama aún de verdad. He aquí por qué está tan nerviosa, porque no está en su estado normal. Si se fue no fue más que para hacerle sufrir a él a su vez, pero ahora ya basta. Ya se ha vengado lo suficiente, tal vez hasta demasiado. Cuando él lo sepa, se va a volver loco, de eso no cabe duda, pero a pesar de todo la querrá y sabrá mostrarse indulgente con ella.
 
 
Gao Xingjian (Chino nacionalizado francés, 1940). Obtuvo el premio Nobel en el año 2000.

lunes, 9 de marzo de 2015

Tu boca: CARTA PARA JOSEFINA, de Napoleón Bonaparte


Carta de Napoleón a Josefina

No se consigna la fecha, pero sí la hora: nueve de la mañana. Debió ser escrita entre diciembre de 1795, en que se inició la relación amorosa, y el 9 de marzo del año siguiente, fecha de su matrimonio.

¿Cuál es entonces tu extraño poder, incomparable Josefina? Tu pensamiento me está envenenando la vida, partiéndose el alma. Sé bien que si discutimos, habré de decir no a mí corazón y mi conciencia. Vos la habéis seducido. Serán siempre vuestras.

Me fui dormir muy enojado. ¿Pensabas pues que no te quería por ti misma? ¿Por quién entonces? Ah señora, ¿os habéis detenido a reflexionar sobre ello seriamente? ¿Cómo puede un alma tan pura como la vuestra concebir idea tal? Sigo asombrado, aunque mi asombro que el sentimiento que, desde que desperté hoy, me ha empujado sin esfuerzo a caer rendido a vuestros pies, sin un ápice de rencor.
 
Te mando tres besos: uno para tu corazón, otro para tu boca y otro para tus ojos.
 
 
Napoleón Bonaparte (Francés nacido en Córcega, 1769-1821).

domingo, 8 de marzo de 2015

Tu boca: MUCHACHA, de María Victoria Atencia

"... mientras pájaros haya en vuelo por tus venas y palabras diciendo del amor en tu boca."

Llevas un vaso lleno de transparencias
entre inquietas manos y escurridizos dedos.
 
Puedes cantar el cielo, el amor, las estrellas:
todo nacerá nuevo de tus labios hermosos.
 
Descubrirás en sueños la vida que te acosa
tan dulcemente mansa y le sonreirás.
 
Despertarás el día menos pensado entre
un mayo y un septiembre y moverá el asombro
el filo de tu enagua.
 
Revolverás entonces de un desconcierto grande
el mundo que te llena; una luz saltará,
en caños, por tus ojos.
 
Y seguirá la fuente el curso de tu cuello
mientras pájaros haya en vuelo por tus venas
y palabras diciendo del amor en tu boca.
 
 
María Victoria Atencia (España, 1931).

sábado, 7 de marzo de 2015

Tu boca: MANFREDO (poema dramático), de Lord Byron

"Hada: No la conozco; anúnciela tu boca."

(Fragmento)

Hada: ¡Hijo de tierra!
Te conozco y también a los poderes
Que tu poder te dan; yo te conozco
Como un hombre de muchos pensamientos
Y actos de bien y mal, extremo en ambos,
Fatal y destinado en tus dolores.
Te esperaba. ¿De mí qué es lo que quieres?
Manfredo: Contemplar tu belleza, esto tan solo.
De la tierra el aspecto me ha causado
La locura; me acojo a sus misterios,
Penetro en las moradas de los seres
Que la gobiernan; pero en nada ayuda
Pueden darme. Ya entre ellos he buscado
Lo que lograr no pueden, y así ahora
Ya no investigo más.
Hada: ¿Cuál la demanda
Puede ser, que no esté ni en la potencia
De los más poderosos gobernantes
De lo invisible?
Manfredo: Es una gracia; pero,
¿Para qué repetirla si es en vano?
Hada: No la conozco; anúnciela tu boca.
Manfredo. Bien, aunque me atormente, me es lo mismo;
Voces encontrará mi cruel tormento.
Desde mi juventud no andaba nunca
El espíritu mío con el alma
De los hombres; tampoco con humanos
Ojos veía yo sobre la tierra.


Lord Byron: George Gordon Byron (1788-1824).

(Traducido del inglés por José Alcalá Galiano y Fernández de las Peñas).
La ilustración corresponde a una edición ilustrada de 1879.