Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

martes, 9 de junio de 2015

Noches de junio


"Era una buena noche de junio, fresca y con luna, y estuvieron despiertos y retozando en la cama hasta el amanecer, indiferentes al viento que pasaba por el dormitorio, cargado con el llanto de los parientes de Prudencio Aguilar." El párrafo anterior, de la célebre novela Cien años de soledad, es el que precede al relato de la travesía por la sierra de José Arcadio Buendía que finalmente los llevaría a fundar Macondo. Y es que Úrsula no dejaba de alucinar las apariciones del difunto Prudencio Aguilar:

"Los muertos no salen", dijo. "Lo que pasa es que no podemos con el peso de la conciencia." Dos noches después, Úrsula volvió a ver a Prudencio Aguilar en el baño, lavándose con el tapón de esparto la sangre cristalizada del cuello.

Después de eso, fastidiado por lo que su mujer le contaba, José Arcadio sale al patio con una lanza y lo amenaza: "Cuantas veces regreses volveré a matarte"; pero ni él se atrevió a arrojar la lanza ni pudo volver a dormir bien. Por eso fue que prefirieron emigrar: "Está bien, Prudencio -le dijo-. Nos iremos de este pueblo, lo más lejos que podamos, y no regresaremos jamás. Ahora vete tranquilo."

Y para continuar con ese tipo de atmósfera, Arthur Machen, un autor galés del siglo XIX y principios del XX, se especializó en cuentos fantásticos como El gran Pan y Pueblo blanco -a los que se ha referido el cineasta Guillermo del Toro: "Me gustaría que El laberinto del fauno transmitiera la misma sensación que los relatos de Arthur Machen"-, así como las novelas Los tres impostores y La casa de las almas. Al fallecer su primera esposa, en 1899, dejó temporalmente de escribir y se unió a la Orden del Amanecer Dorado, una sociedad secreta dedicada al esoterismo. Vale la pena mencionar que en su juventud tuvo la oportunidad de trabajar con el editor y librero George Redway, quien le encomendó catalogar su colección de libros de ocultismo, lo que le serviría en un futuro para orientar el carácter de su obra. Su traducción de las Memorias de Casanova fue una de las más completas y eróticas, por lo que se dificultó su edición correspondiente durante la época de la estricta moral victoriana. En 1914, al inicio de la primera guerra mundial, escribió un relato ficiticio titulado Los ángeles de Mons, sobre unos arqueros celestiales que supuestamente habían intervenido en favor del ejército británico en la batalla de ese nombre, lo que provocó que muchos lectores lo consideraran un hecho real e incluso hubo quien llegó a aprovechar dicho material para tratar de comprobar la existencia de los ángeles. Su cuento El misterio glorioso le permitió el acceso a otro mercado de lectores, al ser publicado en una revista estadounidense. Se advierte su influencia en la obra de autores como H. P. Lovecraft, quien lo reconocía como uno de los maestros del horror sobrenatural.

A Machen se le conoce en México a través de un relato suyo: El misterio de Islington, que sirvió como argumento para el guión de la película de humor negro El esqueleto de la señora Morales, con Arturo de Córdova y Amparo Rivelles. El siguiente es un párrafo de su cuento El libro verde:

Luego, otro día, vieron que llevaba alrededor del cuello el collar más hermoso que jamás se había visto por aquellos contornos, mucho más brillante que el collar más elegante de la propia reina, compuesto de centenares de diamantes relucientes, que resplandecían como las estrellas en una noche de junio.

Ahora un fragmento de Los niños de la charca, que forma parte del volumen Pueblo blanco:

Y Arnold se puso en camino, de vuelta a Londres, mientras muchas cosas le daban vueltas en la cabeza. La mayoría de ellas parecían muy confusas, pero él se preguntaba si el huésped de la señora Wilson estaría loco de remate; más loco que el señor Hampole o el granjero de Somerset, o Charles Dickens, cuando vio aparecerse a su padre junto al lecho. Arnold hizo el recuento de sus perplejidades e indagaciones en la siguiente reunión con los tres amigos en el tranquilo patio delantero de la posada. El escenario se había transformado: era una noche de junio en la que los árboles del jardín se agitaban a expensas de la brisa fresca, misma que transportaba al corazón de Londres un vago aroma de los lejanos campos de heno. El licor de la jarra marrón olía a viñas y huertas gasconas, y le pusieron hielo, aunque no por mucho tiempo. Lo único que dijo Harliss durante todo el relato de Arnold fue:

- Conozco cada rincón de ese vecindario y le aseguro que no existe semejante lugar.

También Edgar Allan Poe escribió sobre la medianoche en el mes de junio, en su poema La durmiente, al que en español a veces se le conoce -de manera imprecisa-, como En una noche de junio. Pero de eso ya me ocuparé mañana.


Jules Etienne

La ilustración corresponde a Un sueño de Escocia (A dream of Scotland), de Elena Orlova.

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