"Desde entonces siempre, en cualquier parte, tenía cerca una copa de vino..."
(Fragmento inicial)
Al
conde Paul lo tenían por irascible. Cuando la muerte le arrebató antes de
tiempo a su joven esposa, le arrojó a la cara todo lo que poseía: sus bienes,
su dinero, e incluso a sus favoritas. Aún formaba parte del cuerpo de los
dragones de Windischgrätz. Allí, en ocasiones, se encontraba con el barón
Sterowitz.
-
Tu boca es casi como la de la difunta condesa.
El
viudo se emocionó. Desde entonces siempre, en cualquier parte, tenía cerca una copa
de vino; pues ésta le parecía la única posibilidad de ver venir siempre a su
encuentro la boca adorada. El hecho es que dos años después al conde Paul no le
quedaba ni una octava parte de sus posesiones.
A
pesar de todo nos pidió, en una ocasión en que, casualmente, estábamos cerca de
una de las propiedades de los Felderode, que fuéramos con él.
-
Tengo que mostrarles la cuna de mi dicha -nos aseguró volviéndose hacia las
damas-, el lugar donde se me permitió ser un niño.
Hacía
una buena tarde de agosto y nos encontrábamos un pequeño grupo en
Gross-Rohozec. Que se hiciera tan larde tuvo que ver con el estado de ánimo del
conde. Estaba radiante. Nadie se movía del sitio de puro encanto. Al final
acordamos visitar el palacio y el parque a la mañana siguiente (puesto que en
ese momento ya no era hora de visita), y ver ponerse el sol desde lo alto de
las ruinas.
-
Mis ruinas -exclamó el conde, y fue como si su voz envolviera las viejas
murallas igual que una gabardina su delgada figura.
Rainer María Rilke
(Escritor en lengua alemana nacido en Praga, 1875-1928).
(Traducido al español por Isabel Hernández).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario