- Bueno, dejemos eso. Quiero saber otra cosa de ti. Escucha, sé que has gastado mucho dinero en casa de Bozena, que te has pavoneado, te has jactado ante ella, has hecho gala de tu virilidad, ¿piensas que eres un hombre? ¿No sólo con tu boca y tu… sino con toda el alma? Pues mira, ya que alguien te pide una vez algo tan humillante y en el mismo momento sabes que eres demasiado cobarde para decirle "no", ¿no sientes como un desgarramiento en todo tu ser? ¿Un horror impreciso, como si se hubiera consumado en ti algo indecible?
- Dios mío, no te comprendo. No sé lo que quieres. No puedo decirte nada, absolutamente nada
- Entonces, presta atención. Ahora te mandaré que vuelvas a desnudarte.
Basini sonrió.
- Vamos, tiéndete en seguida en el suelo. No te rías. Te lo mando de veras, ¿me escuchas? Si no obedeces inmediatamente ya verás lo que te espera cuando regrese Reiting... Así, así está bien. ¿Ves? Ahora estás desnudo ante mí en el suelo. Y hasta tiemblas. ¿Tienes frío? Ahora podría escupirte en el cuerpo si se me antojara. Aplasta más la cabeza contra el suelo. ¿No te parece muy singular el polvo del suelo? ¿No es como un paisaje lleno de nubes y rocas grandes como casas? Podría pincharte con agujas. Allá, en el hueco donde está la lámpara, hay todavía algunas. ¿Ya las sientes en la piel?... Pero no quiero, no quiero hacerlo. Podría hacerte ladrar, como hace Beineberg, hacerte tragar el polvo como un cerdo. Podría hacerte mover..., ya sabes..., y tendrías que suspirar y decir: ...Oh, querida mamá...
Törless puso repentinamente término a sus ultrajes.
- Pero no quiero, no quiero hacerlo, ¿entiendes?
Basini lloraba.
- Me estás atormentando...
- Sí, te estoy atormentando. Pero, ¿qué me importa lo que te ocurra? Sólo quiero saber una cosa: ¿qué su-cede en ti si te meto todo esto como un cuchillo? ¿Qué pasa dentro de ti? ¿Se rompe algo? ¡Dime! ¿No se rompe algo de repente, como un cristal que, sin tener aún ninguna rajadura, se destroza de pronto en mil pedazos? La imagen de ti que me has pintado no se borra de un soplo; ¿no surge acaso otra en su lugar, como ocurre con las imágenes de la linterna mágica que salen de la oscuridad? ¿Es que no me comprendes? No puedo explicarte más... Tú mismo debes decírmelo...
Basini lloraba sin tregua. Se le agitaban los femeninos hombros y no cesaba de repetir:
- No sé, no sé lo que quieres. No puedo explicarte nada. Ocurrió en un instante. No podía haber sido de otra manera. Tú habrías hecho lo mismo que yo.
Törless permaneció callado. Agotado e inmóvil, se apoyaba en la pared y miraba fijamente ante sí, al vacío.
Robert Musil (Alemán nacido en Austria y fallecido en Suiza, 1880-1942).
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