"Y ni la fresa más grande, ni la cereza más negra están en tu boca: se funden deliciosas en la mía... "
¿Te dijeron
que durante tu ausencia vivía sola, huraña y fiel, con un gesto de impaciencia
y de espera?... No lo creas. Ni soy fiel ni estoy sola. Y no es a ti a quien
espero. ¡No te irrites! Lee esta carta hasta el final. Me gusta desafiarte
cuando estás lejos, cuando nada puedes contra mí y te contentas con apretar los
puños y romper un vaso... Me gusta desafiarte sin peligro, y verte a través de
la distancia, muy pequeño, iracundo e inofensivo; ahora tú eres el perro y yo
el gato, que te burla subido a un árbol...
»No te
espero. ¿Te dijeron que abría apresuradamente mi ventana, desde el amanecer,
como aquellos días, en los que andabas, por la avenida, llevando de frente,
hasta mi balcón, tu larga sombra? Te mintieron. Si dejé mi lecho, pálida, un poco
alucinada por el sueño, no fue porque el eco de tus pasos me llamase... iQue bella es la avenida, rubia y vacía! Ni una rama muerta, ni un ripio detiene mi mirada que campea, y el tachón azul de tu sombra no camina ya sobre la arena
inmaculada, que solo han hollado los pies de los pájaros...
«Esperaba
únicamente... aquella hora, la primera del día, la mía, la que no comparto con
nadie. Te dejaba morder sólo el tiempo necesario para acogerte, para robarte la
frescura, el rocío de tu pasaje a través de los campos, y para cerrar sobre
nosotros mis persianas... Ahora, el alba sólo me pertenece a mí, a mí sola, que
la saboreo, rosa y perlina, como un fruto intacto que han desdeñado los
hombres. Y por ella dejo mi sueño, mi sueño que a veces te pertenece a ti...
¿Lo ves? Despierta apenas, y ya te abandono para traicionarte...
»¿Te dijeron
también que, hacia el medio día, bajaba descalza hasta el mar? ¿Me espiaron,
verdad? Te alabaron mi soledad hostil, y el paseo mudo, sin objeto, de mis pies
sobre la playa; te apiadaron al hablarte de mi cabeza inclinada sobre el pecho,
en actitud pensativa, y de pronto, estirada, dirigida hacia... ¿hacia qué?
¿hacia quién?... ¡Oh, si me hubieses podido oír! Acabo de reírme, de reírme, de
reírme como nunca me has oído reír! Y es que ya no hay sobre la playa alisada
por las olas, la menor traza de tus juegos, de tus saltos, de tu violenta
juventud, ya no flotan tus gritos en el aire, y tu arranque de nadador no rompe
ya la voluta armoniosa de la ola, que se endereza, se inclina, se enrolla como
una hoja verde y, transparente, llega hasta mi y se deshace a mis pies...
»¿Esperarte,
buscarte? No será aquí, donde nada se acuerda ya de ti. El mar no mece ya
barcas; la gaviota que pescaba, arrebatada por la ola, ha volado. La rojiza
peña, en forma de león, se prolonga violeta, bajo el agua que la asalta.
¿Pudiste tú dominar bajo tu talón desnudo, ese taciturno león? ¿Y esa arena que
cruje al secarse, como seda caliente, la has hollado y registrado? ¿Ha bebido
en ti tu perfume como la sal del mar? Me pregunto todo esto andando al medio
día, por la playa, e inclino la cabeza, incrédula. Pero a veces me vuelvo, en
acecho, como los niños que se asustan de una historia que inventan ellos
mismos:-no, no, no estás ahí-; tuve miedo. Creí encontrarte, otra vez con los
ojos fijos en mí, como para robarme mis pensamientos... tuve miedo.
»No hay
nada, nada más que la playa, que se encoge, se arruga, como bajo una llama
invisible. Aún es medio día. iNo he concluido de ofenderte, ausente! Corro hacia
la sombría sala, en la que el día azul se mira en la pulida mesa, en el panzudo
armario de color moreno; su frescura huele a cueva y a frutas, por la sidra que
espuma en la jarra, por el puñado de fresas en el hueco de una hoja de col...
Un solo cubierto. El otro lado de la mesa, frente a mi reluce como el agua al
sol. Y no te echaré la rosa ¿sabes? aquella rosa tibia que encontrabas cada
mañana en tu plato; la prendo muy alta en mi pecho, y no tengo más que volver
un poco la cabeza para acariciarme los labios... iQue ancha es la ventana! Me
la ocultabas a medias y nunca había visto, como ahora, el revés malva, blanco
casi, de las clemátides colgantes...
»Canto a
media voz, dulcemente para mi sola... Y ni la fresa más grande, ni la cereza
más negra están en tu boca: se funden deliciosas en la mía... Las codiciabas de
tal manera, que te las ofrecía no por ternura, sino por una especie de pudor
civilizado...
»Toda la
tarde está ante mi, como una terraza inclinada, radiante en lo alto y que se
hunde allá abajo en la tarde indistinta, color de estanque. Es la hora en que
me encierro ¿te lo dijeron? ¿Reclusión celosa, no es eso? ¿Meditación triste y
voluptuosa de una enamorada solitaria? ¿Qué sabes tú? ¿Qué nombres dar a los
fantasmas que acojo y que me apremian con sus consejos? ¿Jurarías que mi sueño
tiene los rasgos de tu cara? iDuda de mí! Duda de mí, tú que has podido
sorprender mis lloros y mis risas, tú, a quien burlo en todo momento; tú, a
quien beso nombrándote muy bajo: «Extranjero...» iHasta anochecido te
traiciono! Pero por la noche, cuando te he dado una cita, la luna llena me
sorprende al pie del árbol donde deliraba un ruiseñor, tan entusiasmado con su
canto, que no oyó, ni nuestros pasos, ni nuestros hálitos, ni nuestras palabras
entremezcladas... Ninguno de mis días seméjase al anterior, pero una noche de
luna llena es divinamente parecida a otra noche de luna llena...
»¿A través
del espacio, por encima del mar y de las montañas, vuela tu espíritu a la cita
que le doy al pie del árbol? Vuelvo como lo había prometido, vacilante, pues mi
cabeza no encuentra ya el brazo que la sostenía... iTe llamo entonces, porque
sé que no acudirás a mi llamamiento! Bajo mis párpados cerrados, juego con tu
imagen, dulcifico el color de tu mirada, el sonido de tu voz, peino a mi gusto
tu cabellera, afino tu boca, y te invento sutil, alegre, indulgente y tierno; y
te cambio y te corrijo...
»Te
transformo... poco a poco, por completo, hasta el nombre que llevas... Y
después me voy, furtiva, ligera, avergonzada, como si entrando contigo, bajo la
sombra del árbol, saliese con un desconocido...»
Colette: Sidonie Gabrielle Colette (Francia, 1873-1954).
(Traducido al español por Julio G. de la Serna).
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