(Fragmento)
En la época de sus veleidades supersticiosas había ordenado, para él y
para los que le rodeaban, el ángelus contra los demonios del crepúsculo; y
ahora, en el mundo agitado por completo sonaba todas las tardes esta plegaria
sedante. Por lo demás, sin embargo, todas las bulas y las cartas que emanaban
de él parecían antes un vino de especias que una tisana. El imperio no se había
confiado a su tratamiento, pero él no se cansaba de colmarle con las pruebas de
que estaba enfermo; y ya venían las gentes desde el más lejano oriente para
consultar a este médico imperioso.
Pero entonces ocurrió lo increíble. El día de todos los Santos había
predicado más larga y ardientemente que de costumbre; con una necesidad súbita
y como para volver a verla él mismo, había mostrado su fe; la había sacado
fuera de ese tabernáculo octogenario, y levantándola poco a poco con todas sus
fuerzas, la había puesto en el altar: y entonces le gritaron a la cara. Toda
Europa gritó: esa fe era mala.
Entonces desapareció el papa. Durante muchos días no emanó de él ninguna acción, permanecía de rodillas en su oratorio y exploró el misterio de los que actúan y hacen mal a su alma.
Rainer María Rilke (Escritor en lengua alemana nacido en Praga, 1875-1928).
(Traducido al español por Francisco Ayala).
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