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No sé si a los barrenderos del palacio se les ocurrirá venir por aquí hoy, día
de Todos los Santos, ni mañana, día de Muertos. Si alguno viene, me escaparé en
cuanto vea abierta la puerta y usted seguirá mis pasos, pero si nadie viene no
me muevo de aquí, y si me muero de hambre, lo haré sin lamentarme.
A
este discurso el pobre hombre enfureció. Me llamó loco, desesperado, seductor,
engañoso, mentiroso.
Le
dejé decir: me mantuve impasible.
En
esto dieron las seis. Desde el instante en que me había despertado en el desván
no había transcurrido sino una hora.
Lo
que entonces ocupó mi atención fue atenderme. El padre Balbi tenía el aire de
un transtornado, pero estaba intacto y como quien no ha pasado riesgo ni
fatigas; no se había hecho rasguños ni cubierto de sangre: su chaleco de bayeta
roja y su calzón de piel violeta no estaban rasgados, mientras que yo no podía
despertar más que horror y piedad, porque estaba completamente ensan- grentado y
andrajoso. Como me había quitado las medias, la sangre salía de dos fuertes
heridas que me había hecho con el canalón; el agujero de la puerta de la
cancillería me había destrozado chale- co, camisa, calzón, muslos y piernas; por
todas partes tenía horribles lastimaduras. Desgarrando pañuelos me hice vendas
y me vendé lo mejor que pude.
Me
puse mi hermoso traje, que para un día de invierno debía parecer bastante
cómico. Acomodé como pude mis cabellos en la redecilla, me puse medias blancas,
una camisa de puntillas a falta de otra y otras dos semejantes debajo, puse
pañuelos y medias en mi bolsillo y abandoné el resto en un rincón. Puse mi capa
sobre los hombros del monje, y el desgraciado parecía haberla robado. Yo debía
parecer un hombre que después de haber estado en el baile hubiera pasado la
noche en algún lugar de desquicio donde había sido desplumado. Únicamente las
vendas que en mis piernas se veían era lo que deterioraba mi intempestiva
elegancia.
Giacomo Casanova (Italia, 1725-1798).
(Traducido al español por Elena Marty).
Las ilustraciones corresponden a Venecia desde una ventana y a La fuga de Casanova, de Auguste Leroux.
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