Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

lunes, 22 de enero de 2018

Nieve: PROMETEO Y EPIMETEO, de Carl Spitteler

"... cuando llegó la noche de pronto se detuvo y sólo unos cuantos copos siguieron cayendo perezosos..."

(Fragmento)

Así lo estuvo haciendo durante horas, hasta que la luz del día perdió intensidad, el aire se debilitó y el crepúsculo cubrió los campos y el bosque; entonces un secreto surgió en todos los valles.

Había movimiento en la capa del cielo, y miles de diminutas sombras grises se deslizaron suavemente en el espacio nublado cayendo en silencio, como delicada lana, sobre la tierra parda.

Al principio sólo era una o en dúos y tríos descendían sobre el rocío, lentas y sosegadas, pero después de un rato fueron más numerosas, justo como cuando las tropas sin fin de estorninos vuelan sobre los campos; y así como los rebaños de ovejas se congregan cuando se les conduce a lo alto de los Alpes, así también el enjambre entreverado y mezclado, hasta que todo el suelo quedó oculto bajo una cubierta blanca y suave.

Y todavía muy tarde la nieve se arremolinó en la borrasca, pero cuando llegó la noche de pronto se detuvo y sólo unos cuantos copos siguieron cayendo perezosos. Resaltaba el contorno negro y blanco de los bosques, y en el cielo oscuro brillaron las estrellas.


Carl Spitteler (Suiza, 1945-1924). Obtuvo el premio Nobel en 1919.

(Traducido al español por Jules Etienne, sobre una versión al inglés de James F. Muirhead).

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