(Fragmento)
A
medida que avanzamos en el estudio de los procedimientos que sigue la comedia,
advertimos más claramente el papel que corresponde a las reminiscencias
infantiles. Es posible que estas reminiscencias se relacionen más que con tal o
cual juego con el aparato mecánico que les sirve de base. El mismo aparato se
puede encontrar en juegos muy diversos, así como se encuentra el mismo ritmo en
muchas fantasías musicales. Pero lo que importa, lo que el espíritu retiene, lo
que por grados insensibles pasa de los juegos del niño a los del hombre, es el esquema
de esta combinación, o, si se quiere, la fórmula abstracta, cuyas
aplicaciones especiales constituyen estos mismos juegos. He aquí, por ejemplo,
la bola de nieve que va haciéndose más grande a medida que rueda. También
podríamos citar los soldaditos de plomo, colocados en fila; si se empuja al
primero, cae sobre el segundo, que a su vez derriba al tercero, y así
sucesivamente hasta que todos van a tierra. Cabría pensar, por último, en los
castillos de naipes laboriosamente construidos; el primero de estos naipes
tarde en desplomarse, su vecino lo hace más pronto, y así se acelera la labor
de destrucción hasta que corre vertiginosa hacia la catástrofe final. Todos
estos objetos son muy diferentes, pero todos nos sugieren la misma visión
abstracta, la de un efecto que se va propagando, de modo que la causa,
insignificante en su origen, llega a alcanzar un constante progreso, hasta
llegar a un resultado tan importante como inesperado. Abramos ahora un libro
infantil de estampas y veremos que el mecanismo tiende hacia la forma de una
escena cómica. He aquí, por ejemplo (lo he tomado al acaso de una serie de
Epinal), un visitante que entrando precipitadamente en un salón empuja a
una señora, la cual vierte su taza de té sobre un anciano respetable; éste, a
su vez, resbala contra una vidriera, y los cristales, al romperse, caen a la
calle, precisamente sobre la cabeza de un guardia, que pone en movimiento a
toda la Policía, etcétera. El mismo aparato, las mismas combinaciones
encontraréis en muchas estampas destinadas a las personas mayores. En las
historias mudas que trazan los dibujantes festivos suele intervenir un objeto
que va cambiando de sitio y varias personas que le siguen en sus movimientos.
Este cambio de posición del objeto da lugar a cambios de situación cada vez más
pintorescos entre las personas. Pasemos ahora a la comedia. ¡Cuántas escenas
bufas y hasta cuántas situaciones cómicas no podrían reducirse a este sencillo
modelo! Vuélvase a leer el relato de Chicanneau en los Litigantes: una
serie de procesos que engranan unos en otros, mientras que el mecanismo
funciona más rápido cada vez, hasta que el pleito que se entabló por un saco de
heno cuesta al litigante lo mejor de su hacienda. Racine nos da esta impresión
de aceleramiento creciente. El mismo artificio se halla en ciertas escenas del Quijote;
por ejemplo, en la de la venta, donde por un singular enlace de
circunstancias el muletero golpea a Sancho, éste a Maritornes, sobre la cual va
a caer el ventero, etcétera. Y henos, por fin, en el vodevil contemporáneo.
¿Habrá
que recordar todas las formas que reviste en él esta combinación? La más
frecuente consiste en que cierto objeto material (por ejemplo, una carta) tenga
una importancia capitalísima para determinados personajes y haya que buscarlo a
toda costa. Este objeto, que siempre se escapa de las manos cuando se le cree
poseer, rueda a través de toda la obra, originando incidentes cada vez más
complicados, más importantes, más imprevistos. Todo esto se asemeja a un juego
de la niñez, su semejanza es mayor de lo que a primera vista pudiera creerse.
No es otra cosa que el efecto de la bola de nieve.
Henri Bergson (Francia, 1859-1941). Obtuvo el premio Nobel en 1927.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario