Regresa la primavera a Vancouver.

martes, 16 de enero de 2018

Nieve: LOS TEJEDORES, de Gerhart Hauptmann


 
(Fragmento del primer acto)

Dreissiger: No era nada. El pequeño está ya completamente restablecido. (Yendo y viniendo con agitación. Se detiene a veces completamente sofocado). De todos modos, es estúpido el mandar hacer semejantes correrías a un pequeñuelo que no abulta un comino, al que se le tiraría de un soplo. No comprendo que haya gentes... pobres que carezcan de conciencia hasta ese punto. Obligarle a hacer legua y media con dos piezas de fustán al hombro. Es cosa de no creerlo. En adelante, prohíbo que se reciban las piezas tejidas que sean traídas por los niños. (Da algunos pasos en silencio). En todo caso, no quiero que vuelva a suceder semejante cosa. En último término, ¿a quién se hace responsable de ello? ¡A los fabricantes, caramba! Nosotros somos la causa de todo. Que un pobre diablillo como ese vaya un día de invierno a pararse y dormirse en la nieve, y siempre habrá por allí un periodista que llegará, no se sabe de dónde, para enterarse del hecho, y dos días después circulará por todos los periódicos. El padre, los parientes que hayan enviado al niño a la nieve, esos no tienen la culpa; nosotros somos los pérfidos emisarios. A los tejedores se les adula siempre; a nosotros nos vapulean. El fabricante es un hombre sin corazón, duro como una roca, un ser peligroso, tras del cual todos los perros tienen derecho a ladrar. Vive en la opulencia, y no da más que un salario irrisorio a sus obreros. Que semejante hombre tenga sus preocupaciones, sus noches de insomnio; que corra riesgos de los que el obrero ni siquiera puede formarse una idea; que pierda la cabeza a fuerza de calcular; que no pase un día sin contrariedades o decepciones; que deba pensar en mil cosas, cada una de las cuales es para él una cuestión de vida o muerte, todo esto les da igual a los hacedores de frases bellas. ¡Dios sabe, sin embargo, todo lo que depende de los fabricantes y a cuánta gente hacen vivir! ¡Ah! Yo quisiera veros en mi pellejo un poco de tiempo de cuando en cuando; pronto os cansaríais. (Después de reponerse un poco). Y ya veis cómo se conduce ese desalmado, ese bribón de Baecker. Lo que no le impedirá ir a gritar por todas partes que yo soy un ser sin corazón, que por un sí o un no despido a mis obreros. Vamos a ver: ¿es cierto eso? ¿Soy yo un ser sin corazón?
 
Muchas voces: No, no, señor Dreissiger.


Gerhart Hauptmann (Alemán, nacido y muerto en ciudades que hoy forman parte de Polonia, 1862-1946).
Obtuvo el premio Nobel en 1912.
 
La ilustración corresponde a la escenografía para la puesta en escena de Los tejedores (Die Weber), en el teatro Thalia de Hamburgo, bajo la dirección de Kornél Mundruczó. estrenada el 27 de mayo de 2017. 

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