Regresa la primavera a Vancouver.

miércoles, 9 de febrero de 2022

Día de reyes: CUENTO DE LOS REYES MAGOS, de André Theuriet

"Si formulas un deseo mientras tocas una melodía en esta flauta, se te concederá de inmediato."

(Fragmento inicial)

Los tres Reyes Magos, Baltasar, Melchor y Gaspar, portando oro, incienso y mirra, habían ido en busca del Niño Jesús, pero como no conocían bien el camino de Belén, se habían perdido por el camino y, tras cruzar un bosque profundo, llegaron al caer la noche a un pueblo de la comarca de Langres. Estaban cansados, tenían los brazos entumecidos por llevar los jarrones que contenían los perfumes destinados al hijo de María y, además, se morían de hambre y de sed. Entonces llamaron a la puerta de la primera casa del pueblo, para solicitar hospitalidad.

Esta casa, o más bien esta choza, situada casi al borde del bosque, pertenecía a un leñador llamado Denis Fleuriot que vivía allí muy pobremente con su mujer y cuatro chamacos. Estaba construida de adobe con un techo de tierra y musgo por donde se filtraba el agua en los días de mucha lluvia. Los tres reyes, agotados por el cansancio, llamaron a la puerta, y cuando el leñador les abrió, le rogaron que les diera de cenar y una cama.

- ¡Pobre de mí!, buena gente -respondió Fleuriot-, sólo tengo una cama para mí y un jergón para mis hijos, y en cuanto a la cena, sólo podemos ofrecerles patatas hervidas y pan de centeno. Sin embargo, pasen, y si no son muy exigentes, trataré de acomodarlos.

Así que entraron. Les sirvieron patatas, que devoraron con gran apetito, y el leñador y su mujer les dieron su lecho, donde durmieron profundamente, excepto Gaspar, que gustaba de su tranquilidad y que se encontraba muy apretado entre el gordo Baltasar y el gigante Melchor.

A la mañana siguiente, antes de partir de nuevo, Baltasar, que era el más generoso de los tres, le dijo a Fleuriot.

Quiero darle algo para agradecerle su hospitalidad.

- ¡Se los ofrecimos de buen corazón, pero no esperamos nada a cambio, buena gente! -respondió el leñador, extendiendo la mano de todos modos.

No tengo dinero -prosiguió Baltasar-, pero quiero dejarles un recuerdo que vale más.

Metió la mano en su bolsillo y sacó una pequeña flauta oriental que le presentó a Fleuriot, y mientras este último, un poco decepcionado, hacía una mueca, continuó:

Si formulas un deseo mientras tocas una melodía en esta flauta, se te concederá de inmediato. Toma, no abuses de ella, y nunca niegues limosna u hospitalidad a los pobres.

André Theuriet (Francia, 1833-1907).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario