"Un horrible hechizo la mantenía prisionera en el bosque espectral, si no lograba romperlo, su muerte era segura."
(Fragmento)
La reina, oculta tras el tronco de un árbol, había
reconocido a los Reyes Magos, el rey negro Gaspar, el joven jeque Melchor y el
viejo Baltasar*; iban, como hace dos mil años, a rendirle su homenaje al Divino
Niño.
Ya habían pasado. Y, lívida bajo su capa de pastor, la
reina recordaba demasiado tarde que la noche de la Epifanía, la presencia de
los Magos camino de Belén rompe el poder de los maleficios y que ningún
sortilegio es posible en el aire nocturno impregnado aún de la mirra de sus
incensarios.
Por lo tanto había realizado su viaje en vano. Eran
inútiles las leguas recorridas por el bosque fantasma y tenía que repetir su
peligroso recorrido en medio del frío y de la nieve. Quiso dar un paso y
volverse, pero el niño que llevaba oculto bajo la capa pesaba exageradamente en
su brazo; había adquirido una pesadez de plomo y la mantenía clavada allí,
inmóvil en la nieve; una nieve extrañamente amontonada a su alrededor y en la
que sus pies entumecidos no podían moverse. Un horrible hechizo la mantenía
prisionera en el bosque espectral: si no lograba romperlo, su muerte
era segura. Pero, ¿quién acudiría a socorrerla? Todos los malos espíritus permanecen
prudentemente agazapados en sus guaridas durante la luminosa noche de la
Epifanía; sólo los buenos espíritus, amigos de los humildes y de los que
sufren, se arriesgan a merodear por él; y a la insidiosa reina Imogine se le
ocurrió la idea de llamar a los gnomos para que le ayudaran, los buenos y
pequeños señores, completamente vestidos de verde y encapirotados de prímulas,
que habían recogido a Neigefleur; y, sabiendo que éstos son unos enamorados de
la música, tuvo fuerzas para sacar su flauta de cristal de debajo de su capa y
llevársela a los labios.
Jean Lorrain (Francia, 1855-1906).
* No se trata de un error de traducción, en el original en francés el autor escribió:
La reine, arrêtée derrière un tronc d’arbre, avait
reconnu les rois mages, le roi nègre Gaspar, le jeune cheik Melchior et le
vieux Balthazar ; ils allaient, comme il y a deux mille ans, rendre à l’Enfant
divin leur adorant hommage.
El cuento completo es posible leerlo en Ciudad Seva.
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