(Fragmento del relato La madre)
Ella parecía no escuchar y se quedó entonando suavemente otro aire campesino sobre el sueño del niño.
Las nubes lejanas se agruparon y bajó la lluvia sobre el llano. La mujer sacó su chal, dejó sus espaldas descubiertas y arropó mejor a su hijo. Una nieve ligera fue bajando después, una nevada ligera, pero que amorataba y hacía temblar sus manos. Ella se curvó más, para cubrir mejor se arrastró lentamente hasta quedar bajo la rama más tupida. Allí estuvo mucho tiempo. La nieve resbalaba sobre su cara y sus mejillas; la aventaba solamente del chal que cubría su regazo. El movimiento del niño hizo que interrumpiera su delicado estribillo; fue su aliento entonces tan sigiloso como el bajar de la cabeza para otear el horizonte.
El llano era hermoso bajo la nevada; las lomas se iban jaspeando de blancura imper- ceptiblemente y los árboles de follaje adquirían unos fantásticos relieves sobre los troncos llagados. No miraba al llano; no miraba a los que pasaron por la carretera; sólo alzaba la cabeza para otear el horizonte.
Y cuando los carros de heno se aproximaron, tuvo el boyero que levantarla porque el frío había paralizado su cuerpo, que estaba arrecido entero, menos el hueco divino donde durmió con tibieza el niño.
Yo sé de las almas que hicieron de la belleza el único hijo. En la hora de la miseria, larga, larga, y en la de la injusticia, no interrumpieron su canto con que la arrullaban; la fiebre de los pueblos, el ir y venir de los hombres, no rompió aquel beso. Todas eran mezquinas, sus caras marchitas y quebrantadas para la muerte; pero en lo hondo de sus entrañas, el jazmín de la emoción, la enredadera de la ternura, estuvo echando flor en el silencio de las nieves y curvadas sobre ellas, esas almas pasaron por el mundo, sin conocer otra voz ni otra claridad sobre su pecho hasta la última hora.
Gabriela Mistral: Lucila Godoy Alcayaga (Chile, 1889-1957).
Obtuvo el premio Nobel en 1945.
Obtuvo el premio Nobel en 1945.
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