"El bosque sepultado bajo la nieve hace olvidar al hombre las preocupaciones que le han asaltado en los campos."
(Fragmento de la primera parte: El padre)
(Fragmento de la primera parte: El padre)
Kustaa
se preguntaba qué tenía que hacer. Experimentaba un vago sentimiento de que
tenía que abandonar algo, pero no habría sabido decir qué era: en todo caso,
resultaba delicioso hundirse en la soledad.
El
bosque sepultado bajo la nieve hace olvidar al hombre las preocupaciones que le
han asaltado en los campos. Pueden encontrarse allí en todo momento unos
instantes de olvido, si bien los pensamientos tristes acaban siempre por volver
y por continuar su curso eterno.
Partir
para no volver a ver ni recordar…, lejos del hombre cuya garganta habían
apretado sus dedos y que se resistía a nombrar. Al imaginar la partida, evocaba
todo lo que se relacionaba con aquel hombre. Había el cortijo y sus habitantes,
la joven esposa que se despertaba en aquel momento en «Salmelus», sola por
primera vez. Sí, y también «Salmelus», toda la heredad, y además, los que se la
habían legado: padre y madre: todos intervenían en aquella vaga idea de
partida, y él también, como si hubiese tenido que romper consigo mismo. Y luego
el ser que iba a venir al mundo… Por primera vez, Kustaa pensó en él, directa y
brutalmente. Pero una asociación de ideas le volvió a llevar irresistiblemente
al punto de partida: aquel individuo había empujado a Hilma en el momento en
que él había intervenido, demasiado tarde, pues el cuerpo de la mujer había
chocado con el ángulo de la estufa. Ahora, al volver a pensarlo, tenía la
impresión de que no había obtenido satisfacción de aquel botarate y que no la obtendría
nunca. En estos casos hay que vengarse en el momento.
La
imagen de Iivari Plihtari se iba agrandando en el pensamiento de Kustaa, que se
sentía incluso abandonado por el bosque nevado, enfurruñado al nacer el día.
Iivari, aquel borracho, aquel canalla, había descargado la mano sobre una mujer
encinta, que para colmo era su propia hermana. Era tan repugnante que Kustaa
renunció a pensar en ello, al tiempo que se decía que se había hecho violencia
al niño que iba a nacer, y no únicamente a la madre. Iivari había pisoteado la
paternidad de Kustaa, y éste experimentaba espanto casi al considerar esta
situación. ¿Para qué ir allá abajo? El camino parecía decirle: «Puedes seguirme
a tu antojo, soy incapaz de ayudarte. Al fin y al cabo tendrás que regresar a
tu casa». (Fabricio Valserra)
Frans Eemil Sillanpää (Finlandia, 1888-1964). Obtuvo el premio Nobel en 1939.
(Traducido al español por Fabricio Valserra).
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