Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

viernes, 9 de febrero de 2018

Nieve: EL ETERNO ASOMBRO, de Pearl S. Buck

"Una farola brillaba tenuemente en la nieve casi impenetrable."

(Fragmento de la primera parte)

A la mañana siguiente, sintió nuevos bríos para reescribir el trabajo y dejarlo tan perfecto como fuera posible. Su profesor le tenía un afecto especial y él no veía la hora de recibir sus elogios y críticas.
 
- Tesla -dijo Sharpe- fue, qué duda cabe, un auténtico genio, no como Edison, aunque a éste se le dieran mejor los negocios y la publicidad. Pero Tesla fue un creador en el sentido más auténtico de la palabra. Era un hombre muy cultivado, a diferencia de Edison. Tenía profundos conocimientos del pasado. Y le valieron de mucho. Cuando abrió su laboratorio independiente (le llevó tiempo darse cuenta de que tenía que controlar él mismo su propio trabajo), el mundo entero quedó estupefacto al ver todo lo que salía de ahí dentro, los inventos asombrosos, la prueba definitiva de que su sistema de corriente alterna tenía unas ventajas inmensas con respecto al sistema de corriente continua de Edison. No hay ningún descubrimiento que le haga sombra, al menos en el campo de la ingeniería eléctrica. El sistema de Edison sólo podía abastecer un área de un diámetro que no alcanzaba los dos kilómetros, mientras que el de Tesla podía llegar a centenares de kilómetros… ¿Me estás escuchando, Rann?
 
- Sí, señor -respondió él, aunque no fuera cierto. Estaba mirando la hermosa y movediza cara que tenía delante. El fuego ardía entre ellos, él a un lado de la chimenea y Sharpe al otro. Fuera, una nevada tempranera envolvía la casa en un manto de silencio. No soplaba el viento. La nieve caía densa y silenciosa.
 
- Pero el problema -continuó Sharpe- era encontrar a un hombre con una inteligencia lo bastante grande para comprender y aplicar los descubrimientos e inventos de un genio tan excepcional como el de Tesla. Westinghouse fue ese hombre.
 
Bajó las hojas de la disertación de Rann.
 
- Es una extraña verdad –dijo Sharpe- que todo genio tenga que encontrar su complementario, el hombre que sepa comprender y aplicar los descubrimientos del creador. Parece que la creatividad y sus aplicaciones prácticas nunca se dan cita en la misma persona.
 
Miró con una media sonrisa la cara atenta y entusiasmada de Rann.
 
- ¡Pero qué chico más guapo estás hecho! -dijo suavemente. Las hojas se le escurrieron de las manos y cayeron al suelo-. ¡Me pregunto qué seremos el uno para el otro, tú y yo! ¿Alguna vez sueñas con el amor, Rann?
 
Rann negó con la cabeza, extasiado, tímido, casi asustado, pero ¿de qué?
 
Sharpe se agachó y recogió las hojas. Las ordenó con esmero y las dejó en la mesa junto a su butaca. Luego fue al amplio ventanal del final de su estudio y contempló el exterior. Una farola brillaba tenuemente en la nieve casi impenetrable. Bajó la persiana.
 
 
Pearl S. Buck: Pearl Sydenstricker Buck (Estados Unidos, 1892-1973).
Obtuvo el premio Nobel en 1938.
 
(Traducido al español por Albert Fuentes).
 
El eterno asombro (The Eternal Wonder) es la novela en la que se encontraba trabajando Pearl S. Buck cuando falleció, en marzo de 1973. Cuarenta años más tarde, el manuscrito fue encontrado en circunstancias peculiares y, a su vez, adquirido por sus herederos. Fue cuidadosamente corregido por sus editores con la participación de uno de sus hijos adoptivos -además, su albacea literario-, quien explica el proceso con detalle en el prefacio. Se trata, entonces, de una obra que por fin apareció publicada 41 años después de fallecida la autora y a 85 del inicio de su carrera. No dejan de llamar la atención temas que cuando la escibía debieron resultar polémicos, como la evidente atracción homosexual entre el protagonista y su maestro, o las relaciones interraciales, de las que ya se había ocupado con anterioridad en otros textos suyos. El eterno asombro viene a ser su novela número 44, publicada post mortem en 2013.
 
Jules Etienne

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