A
la mañana siguiente, sintió nuevos bríos para reescribir el trabajo y dejarlo
tan perfecto como fuera posible. Su profesor le tenía un afecto especial y él
no veía la hora de recibir sus elogios y críticas.
-
Tesla -dijo Sharpe- fue, qué duda cabe, un auténtico genio, no como Edison,
aunque a éste se le dieran mejor los negocios y la publicidad. Pero Tesla fue
un creador en el sentido más auténtico de la palabra. Era un hombre muy
cultivado, a diferencia de Edison. Tenía profundos conocimientos del pasado. Y
le valieron de mucho. Cuando abrió su laboratorio independiente (le llevó
tiempo darse cuenta de que tenía que controlar él mismo su propio trabajo), el
mundo entero quedó estupefacto al ver todo lo que salía de ahí dentro, los
inventos asombrosos, la prueba definitiva de que su sistema de corriente
alterna tenía unas ventajas inmensas con respecto al sistema de corriente
continua de Edison. No hay ningún descubrimiento que le haga sombra, al menos
en el campo de la ingeniería eléctrica. El sistema de Edison sólo podía
abastecer un área de un diámetro que no alcanzaba los dos kilómetros, mientras
que el de Tesla podía llegar a centenares de kilómetros… ¿Me estás escuchando,
Rann?
-
Sí, señor -respondió él, aunque no fuera cierto. Estaba mirando la hermosa y
movediza cara que tenía delante. El fuego ardía entre ellos, él a un lado de la
chimenea y Sharpe al otro. Fuera, una nevada tempranera envolvía la casa en un
manto de silencio. No soplaba el viento. La nieve caía densa y silenciosa.
-
Pero el problema -continuó Sharpe- era encontrar a un hombre con una
inteligencia lo bastante grande para comprender y aplicar los descubrimientos e
inventos de un genio tan excepcional como el de Tesla. Westinghouse fue ese
hombre.
Bajó
las hojas de la disertación de Rann.
-
Es una extraña verdad –dijo Sharpe- que todo genio tenga que encontrar su
complementario, el hombre que sepa comprender y aplicar los descubrimientos del
creador. Parece que la creatividad y sus aplicaciones prácticas nunca se dan
cita en la misma persona.
Miró
con una media sonrisa la cara atenta y entusiasmada de Rann.
-
¡Pero qué chico más guapo estás hecho! -dijo suavemente. Las hojas se le
escurrieron de las manos y cayeron al suelo-. ¡Me pregunto qué seremos el uno
para el otro, tú y yo! ¿Alguna vez sueñas con el amor, Rann?
Rann
negó con la cabeza, extasiado, tímido, casi asustado, pero ¿de qué?
Sharpe
se agachó y recogió las hojas. Las ordenó con esmero y las dejó en la mesa
junto a su butaca. Luego fue al amplio ventanal del final de su estudio y
contempló el exterior. Una farola brillaba tenuemente en la nieve casi
impenetrable. Bajó la persiana.
Pearl S. Buck: Pearl Sydenstricker Buck (Estados Unidos, 1892-1973).
Obtuvo el premio Nobel en 1938.
(Traducido al español por Albert Fuentes).
El eterno asombro (The Eternal Wonder) es la novela en la
que se encontraba trabajando Pearl S. Buck cuando falleció, en marzo de 1973.
Cuarenta años más tarde, el manuscrito fue encontrado en circunstancias peculiares
y, a su vez, adquirido por sus herederos. Fue cuidadosamente corregido por sus
editores con la participación de uno de sus hijos adoptivos -además, su albacea
literario-, quien explica el proceso con detalle en el prefacio. Se trata, entonces, de
una obra que por fin apareció publicada 41 años después de fallecida la autora
y a 85 del inicio de su carrera. No dejan de llamar la atención temas que
cuando la escibía debieron resultar polémicos, como la evidente atracción
homosexual entre el protagonista y su maestro, o las relaciones interraciales,
de las que ya se había ocupado con anterioridad en otros textos suyos. El eterno asombro viene a ser su novela
número 44, publicada post mortem en
2013.
Jules Etienne
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