(Fragmento inicial)
Ya se apaga confuso el vocerío
del pueblo que a la crápula se entrega:
como murmullo de profundo río,
ya a mis oídos indistinto llega
el lejano rumor de gran gentío.
¡Locura que horroriza!
¡aun no ha dos horas, turba tornadiza,
que, al pie de los altares prosternada,
sobre la frente de pavor helada,
temblando recibiste la ceniza!
«Recuerda que eres polvo, polvo vano»-
te dijo al extenderla el sacerdote-
«y en polvo pararás»,
¡Mortal liviano!
y ya, olvidando el anunciado azote,
tu licencioso carnaval renuevas
cubierto de careta fermentida,
¡cual si no te bastara la que llevas
en el curso ordinario de la vida!
Deja tu mascarada escandalosa,
y ven a meditar donde te espero:
aquí, lejos del mundo vocinglero;
aquí donde, siniestra y misteriosa,
habla la muerte su lenguaje austero.
Aquí, contra esos fúnebres umbrales,
se estrellan las humanas saturnales;
con silencio profundo
callan, aquí las locas bacanales;
aquí se ve la pequeñez del mundo
al través de esas losas sepulcrales.
Federico Balart Elgueta (España, 1831-1905).
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