(Fragmento del capitulo Fin de la inflación, un marco por un trillón)
- Natural, tal vez, pero no justo.
-¿Por qué no justo? -le pregunto.
- Es algo muy complicado que no puedo ahora. Estoy demasiado cansado para analizar complejidades psicológicas. Los hombres calvos no deberían pelear. Deberían limitarse a filosofar, como Sócrates.
- Entonces llevarás una vida muy solitaria. Todo indica el advenimiento de un período de trifulca generalizada. Eso se respira en el ambiente.
- No estoy de acuerdo contigo. Una especie de horrible carnaval ha terminado. ¿No vamos, acaso, hacia algo parecido a un miércoles de ceniza general? Una gran pompa de jabón acaba de estallar.
- ¿Y después?
- ¿Después de qué? -me pregunta.
- Alguien soplará otra pompa mucho más grande.
- Tal vez.
Llegamos al jardín. Las cruces parecen grises bajo la luz lechosa del amanecer. La más joven de las hijas de Knopf aparece ante nosotros, todavía somnolienta. Al parecer estaba esperando nuestra llegada.
- Papá me ha dicho que está dispuesto a revenderle la lápida por doce trillones.
- Dígale, nenita, que le daremos por ella ocho marcos. A condición de que se decida antes del mediodía. El dinero va a escasear mucho.
- ¿Cómo? —pregunta Knopf que desde la ventana de su alcoba lo ha oído todo.
- Ocho marcos, Herr Knopf. Y después del mediodía no valdrá más que seis. El dinero, en vez de subir, está desplomándose ahora aparatosamente. Quién lo hubiera creído, ¿eh?
Erich María Remarque (Alemán fallecido en Suiza, 1898-1970).
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