(Fragmento)
No sé lo que harán los otros, como se enfrentarán a esa dulce tristeza que desciende de un cielo tan cercano. Yo me llevé la silla y la cama a la azotea. Descubrí que tenía unas debilidades y nostalgias insospechadas. Comprendí que la noche entrañaba un cierto peligro que no procedía ni de la oscuridad ni del pecado. Hay una serie de tentaciones que turban sólo en una noche de cuento de hadas como ésa. El silencio pétreo de los bosques de Madrás, las sombras que nacen y mueren junto con la luna, inoculan en el alma desconfianza en los dioses del día, incitan y estimulan el culto a los ídolos telúricos que desde hace mucho creíamos extirpado.
La noche de la India meridional no es la noche de
Dobrogea, no es la noche de nuestras montañas, no es la noche de Italia. Entre
ésta y las otras noches se extiende Arabia. Aquí, la contemplación del cielo
inevitablemente provoca extrañas interro- gantes y meditaciones. La noche en
todas partes ha sido signo de misterio. Pero existe una noche de los poetas
latinos, una noche de los románticos franceses, una noche de Novalis. Podríamos
intentar hacer una clasificación según la compañía que nos imponga la noche:
Dios, la mujer, el alma. Aquí, en la India, el acompañante es siempre el mismo:
el alma. Por ello, los poetas y pensadores de la India parecen tan extraños;
han pasado demasiado tiempo con ellos mismos.
Diciembre, 1928.
110° Fahrenheit, ciclón dirección SO
Abril... Azota la epidemia: se anuncia el hambre. Muertos y más muertos. Día tras día el miedo se extiende, se esconde, amenaza más de cerca.
La gente de aquí ha renunciado a luchar. En primavera pagan el tributo de la pobreza; solamente en Calcuta hay cien muertos por semana, y sólo de cólera. En las ciudades, el cólera y la viruela; en las aldeas, la malaria y el hambre. ¿Se habrá visto alguna vez a gente que durante diez meses al año se vaya a dormir en ayunas?
De Bombay los trenes traen cada vez menos «turistas». En vagones con doble venti- lador, los americanos se hacen lenguas de las ventajas de su país y de las reformas de la civilización en una tierra bárbara. Estaciones espaciosas, servicio rápido, hielo y alcohol.
Mircea Eliade (Rumano fallecido en Estados Unidos, 1907-1986).
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