Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

viernes, 24 de julio de 2020

Epidemias: JUEGOS DE MASACRE (Pim, Pam, Pum, el juego de la peste), de Eugène Ionesco


(Fragmento de la escena en la prisión)

Carcelero: Los guardianes de la puerta han muerto.

Segundo prisionero: ¿Cómo? ¿De qué han muerto? ¿Por qué no llaman a otros guardias?

Carcelero: ¡Claro! Los hemos sustituido por guardianes invisibles.

Primer prisionero: ¿Se está usted burlando?

Carcelero: No tengo la costumbre. La enfermedad hace estragos por la ciudad. Hasta las mismas murallas, hasta las mismas puertas, y eso que las cuidan hombres que pueden morir en cualquier momento. Y aunque así sucediera, las puertas de la ciudad no se abrirán porque afuera hay soldados vigilando que nadie pueda salir.

Primer prisionero: La ciudad con sus límites es suficiente para mí.

Segundo prisionero: Y para mí.

Carcelero: Los guardianes del exterior no padecen la enfermedad, o al menos no la tienen todavía. Por eso no permiten que nadie salga, no quieren que la enfermedad se propague más allá de la ciudad, ¿entienden? Adentro casi todos están contami- nados. Y los que aún no lo están es probable que pronto lo estarán.

Segundo prisionero: ¿Cuál es la enfermedad?

Carcelero: Se trata de una enfermedad que mata y es todo lo que sabemos. Es una epidemia con la que no tenemos esperanza. Hay cuerpos tirados en las calles, en las alcantarillas, en departamentos cerrados, iglesias, templos, ya no es posible recoger tantos cadáveres. Hasta los enterradores se han estado muriendo y eso que hicieron el juramento de que no se enfermarían. Por eso todos creían que eran inmunes, pero ni siquiera un juramento es sagrado. Gatos, perros, caballos, ratas, abandonados a un lado de los restos humanos. Desde el lunes, treinta mil nuevos cadáveres, hombres, mujeres, animales, todos yacen juntos. Es el doble que la semana pasada y el triple que la semana anterior.


Eugène Ionesco (Rumano nacionalizado francés, 1909-1994). 

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