"... con la nieve que les llegaba por el viento desde la plataforma de atrás cuando se abrían las puertas..."
(Fragmento)
Cuando
pararon de sonar las campanas, Woody se dio cuenta de que un gran lago de
tranquilidad se había instalado en sus dominios, el almacén de baldosas Selbst.
Lo que oía y veía era un viejo tranvía de Chicago, uno de aquellos del color de
un novillo de corral. Los tranvías de ese tipo funcionaban antes de lo de Pearl
Harbor: eran torpes, con asientos de enea y unas asas de metal
para los pasajeros que iban de pie. Aquellos tranvías solían hacer cuatro
paradas cada kilómetro y medio, y corrían con un movimiento bamboleante.
Apestaban a ácido fénico u ozono y vibraban con fuerza cuando se cargaban los
compresores de aire. El revisor tenía que tirar de la cuerda para dar la señal,
y el conductor apretaba fuerte el pedal con el talón.
Woody
se reconocía a sí mismo en la línea de la avenida Western, y en el hecho de
atravesar cabalgando la ventisca con su padre, los dos con chaquetas de piel de
cordero y con las manos y las caras al aire, con la nieve que les llegaba por
el viento desde la plataforma de atrás cuando se abrían las puertas y entraban
en las ranuras longitudinales del suelo. En el interior no había bastante calor
para fundir esa nieve. Y la avenida Western era la línea de tranvía más larga
del mundo, según los anuncios, como si fuera algo por lo que fanfarronear.
Treinta y siete kilómetros de largo, hecha por un dibujante con una escuadra,
bordeada de fábricas, almacenes, talleres, negocios de coches de segunda mano,
cocheras de tranvías, gasolineras, funerarias, edificios de apartamentos
baratos y chatarrerías, alternando con las praderas que había desde el sur
hasta Evanston, en el norte. Woodrow y su padre iban al norte, a Evanston, a la
calle Howard, y después un poco más lejos, a ver a la señora Skoglund. Al final
de la línea aún tendrían que subir alrededor de cinco manzanas. ¿El objeto del
viaje? Conseguir dinero para papá. Papá lo había convencido para que hiciera
esto. Cuando lo averiguaran, mamá y la tía Rebeca se pondrían furiosas, y Woody
tenía miedo, pero no podía evitarlo.
Saul Bellow (Estadounidense nacido en Canadá, 1915-2005).
Obtuvo el premio Nobel en 1976.
(Traducido al español por Beatriz Ruiz Arrabal).
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