Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

martes, 27 de marzo de 2018

Nieve: MENOS QUE UNO, de Joseph Brodsky

"El amplio río, blanco y helado, era como una lengua de tierra a la que se hubiera impuesto silencio..."
 
(Fragmento)

Érase una vez un niño que vivía en el país más injusto de la tierra, gobernado por criaturas que, juzgadas de acuerdo con los cánones humanos, debían ser conside- radas como seres degenerados. Pero no fueron tenidas por tales.
 
Y había una ciudad, la ciudad más hermosa de la tierra, con un río gris inmenso que discurría hacia distantes llanuras, como el inmenso cielo gris que cubría aquel río. A orillas de aquel río había magníficos palacios con fachadas tan bellamente elaboradas que, si el niño se quedaba en la orilla derecha, la izquierda se le antojaba la estampa de un gigantesco molusco llamado civilización. Que ya no existe.
 
Por la mañana muy temprano, cuando el cielo todavía estaba tachonado de estrellas, el niño se levantaba y, después de tomarse una taza de té y un huevo, acompañados por la voz de la radio que anunciaba un nuevo avance en la fundición de acero, a lo que seguía la voz del coro del ejército cantando un himno al Jefe cuyo retrato estaba clavado en la pared, sobre la cabecera de la cama del niño, todavía caliente, echaba a correr por el malecón de granito, cubierto de nieve, camino de la escuela.
 
El amplio río, blanco y helado, era como una lengua de tierra a la que se hubiera impuesto silencio, mientras el gran puente se arqueaba sobre el cielo azul como un paladar de hierro. Si el niño disponía de dos minutos sobrantes, se deslizaba sobre el hielo y daba veinte o treinta pasos hasta el centro mientras iba pensando qué hacían los peces bajo aquella gruesa capa de hielo. Después se paraba, daba una vuelta de 180 grados y echaba a correr, sin volver a detenerse, hasta la entrada de la escuela. Irrumpía en el vestíbulo, arrojaba la chaqueta y el gorro en la percha y volaba por las escaleras hasta la clase.
 
La clase es grande, con tres hileras de pupitres, un retrato del Jefe en la pared detrás de la silla del maestro y un mapa con dos hemisferios, de los que sólo uno es legal. El niño toma asiento, abre la cartera, deja la pluma y la libreta sobre el pupitre, levanta los ojos y se dispone a escuchar bobadas.
(1976).
 
Joseph Brodsky (Ruso nacionalizado estadounidense, 1940-1996).
Obtuvo el premio Nobel en 1987.

La ilustración corresponde al río Neva, en San Petersburgo, al que se refiere Brodsky en su texto.

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