"El paisaje fijo comenzó a derretirse. Las desnudas ramas de las hayas parecían flotar..."
(Fragmento del capítulo VII de la primera parte)
(Fragmento del capítulo VII de la primera parte)
De
esta forma el tren se arrastraba a través de Alemania y se hubiera podido creer
que atravesaba Europa. El paisaje fijo comenzó a derretirse. Las desnudas ramas
de las hayas parecían flotar como ligeras melenas, al tiempo que parecían ser
alambres espinosos. Los campos y los bosques parecían liberados momentáneamente
de la prisión del invierno. Un agua negra corría entre los almohadones de la
sucia nieve; ante aquella milagrosa liberación, los campesinos de una granja
reían alrededor de un montón de estiércol humeante. Una chiquilla pálida como
un fruto subterráneo bailaba en un prado, sin saber ella misma lo que quería
recibir en su mandil extendido.
Como
el tren penetraba siempre cada vez más en el corazón de Europa, la señora del Brötchen
enroscaba alrededor de un dedo enguantado de negro, los locos mechones de sus
cabellos, de un rojo ardiente. Se dignaba declarar que era oriunda de
Czernowitz, que tenía fortuna personal y dotes artísticas. Desgraciadamente las
circunstancias la habían conducido lejos del teatro y de sus éxitos hasta la
Alemania del Norte.
Los
chiquillos habían elevado sus ojos, estrechando los dos su caballo de madera
pintada.
- Na,
na -suspiraba el padre del sombrero negro, que tenía un labio caído e
incrédulo.
El
paisaje pasaba. El cielo no se mostraba en su pleno esplendor, pero se le
atisbaba entre los desgarrones de las nubes. Aquello le bastaba a Himmelfarb,
que había cerrado los ojos tras sus gafas, más harto que cansado. Después de
las largas horas de la noche, demasiadas cosas habían sido reveladas y
demasiado pronto. Él estaba harto.
Patrick White (Australiano nacido en Inglaterra, 1912-1990).
Obtuvo el premio Nobel en 1973.
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