Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

miércoles, 18 de abril de 2018

Nieve: TODO LO QUE TENGO LO LLEVO CONMIGO, de Herta Müller

"Se veían las huellas por todo el jardín. La nieve la delató, tuvo que abandonar su escondrijo obligada por la nieve."
 
Sobre hacer la maleta
 
(Fragmento)
 
La boca de Trudi Pelikan olía todavía a melocotones calientes, incluso durante el tercer y cuarto día en aquel vagón de ganado. Estaba sentada con su abrigo igual que una dama en el tranvía de camino a la oficina y me contó que durante cuatro días se había ocultado en un agujero excavado en el suelo del jardín vecino, detrás del cobertizo. Pero nevó, y las pisadas entre la casa, el cobertizo y el agujero en el suelo quedaron a la vista. Su madre ya no podía llevarle la comida a escondidas. Se veían las huellas por todo el jardín. La nieve la delató, tuvo que abandonar su escondrijo obligada por la nieve. Nunca se lo perdonaré a la nieve, dijo. No se puede imitar la nieve recién caída, no se puede arreglar la nieve para que parezca intacta. Se puede arreglar la tierra, dijo, y la arena, e incluso la hierba, si uno se esfuerza. Y el agua se arregla por sí sola, porque se lo traga todo y se vuelve a cerrar enseguida una vez que ha tragado. Y el aire siempre está arreglado porque es invisible. Todos, salvo la nieve, habrían callado, dijo Trudi Pelikan. Añadió que una buena nevada era la principal culpable. Que cayó precisamente en la ciudad, como si supiera dónde estaba, como si estuviera en su casa. Pero que se puso inmediatamente al servicio de los rusos. Estoy aquí porque me ha delatado la nieve, concluyó Trudi Pelikan.
 
 
Herta Müller (Rumana nacionalizada alemana, 1953).
Obtuvo el premio Nobel en 2009.

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