(Fragmento)
La
nieve caía en grandes copos, dejaba una capa esponjosa en las aceras, que se
derretía y convertía en huellas oscuras por donde la gente caminaba, para
enseguida volver a cubrirse de nieve. Los coches pasaban con prudencia, con los
faros amarillos empañados. No veía muy bien por la espesura de la nevada y la
falta de luz. No creía que nadie pudiera ver bien.
En
el estómago tenía a la vez sensación de pesadez y vacío. Por lo visto no se libraría
de esa sensación hasta que no comiera como es debido de modo que, en cuanto
entró en casa, fue directo a la alacena de la cocina y se sirvió un cuenco del
habitual cereal del desayuno. No quedaba jarabe de arce, pero encontró un poco
de jarabe de maíz. Se quedó en la cocina fría, comió sin haberse quitado
siquiera las botas ni la ropa de salir y miró el patio recién nevado. El
resplandor de la nieve dejaba ver el exterior, a pesar de tener encendida la
luz de la cocina. Se vio reflejada contra el fondo del patio nevado, las
piedras oscuras coronadas de blanco y las ramas de hoja perenne ya caídas bajo
el peso del manto blanco.
Alice Munro (Canadá, 1931). Obtuvo el premio Nobel en 2013.
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