Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

martes, 3 de abril de 2018

Nieve: SALTO MORTAL, de Kenzaburō Ōe


 
(Fragmento del capítulo 7: La sagrada llaga)

Al frente se divisaba el vasto y hondo panorama de montañas con sus nevadas cimas sucediéndose; del lado de acá se alzaba aquel bosque de variados árboles que por la mañana temprano había ofrecido una vista desolada, pero que a esa luz tenue del sol presentaba una sosegada y pálida tonalidad entre amarilla y rojiza. Daba incluso la impresión de que tanto las personas como los árboles hubieran culminado su fase preparatoria ante la llegada de las inminentes nevadas, cuando la nieve al acumularse unificaría aquel frente lejano de montañas para convertirlo en una franja continuada de blancura.
 
En éstas, los tres jóvenes dieron alcance a Patrón. Bailarina le dirigió una voz que lo hizo volverse con amabilidad hacia ella, alterando así las huellas que sobre la tierra habían hecho sus magníficas botas de cuero. Bailarina, toda solícita, lo ayudó a sentarse en la silla de ruedas. A su espalda tenían el viejo camino en bajada, encontrándose ya ellos al cabo del mismo. Vertiente arriba subía el viento soplando, trayéndoles un frío que hacía presagiar la masa de aire gélido a punto de llegarles desde las nevadas montañas. Ese lugar que pisaban parecía ser el adecuado, dada la estación, para poner fin al paseo; de modo que entendieron que les había llegado el momento de regresar, empujando la silla de ruedas, con Patrón sentado, pendiente arriba. Bailarina, siempre tan solícita que no escatimaba esfuerzos por atender a Patrón, era la mejor compañía que éste podía desear.
 
 
Kenzaburō Ōe (Japón, 1935): Obtuvo el premio Nobel en 1994.
 
(Traducido del japonés por Fernando Rodríguez-Izquierdo Gavala).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario