Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

miércoles, 8 de mayo de 2019

Tu boca: LAS TENTACIONES DE SAN ANTONIO, de Gustave Flaubert


(Fragmento)

Un gran catafalco forrado de púrpura ostenta, en su parte más alta, una cama de ébano rodeada de antorchas y de cestas con filigranas de plata donde muestran su verdor unas lechugas, malvas y matas de hinojo. En los escalones, sentadas de arriba abajo, hay unas mujeres todas vestidas de negro, con el cinturón desa- brochado, descalzas y sosteniendo con aire melancólico grandes ramos de flores.

En el suelo, en las cuatro esquinas del estrado, unas urnas de alabastro llenas de mirra echan humo lentamente.

Encima de la cama se ve el cadáver de un hombre. Le chorrea la sangre por uno de sus muslos. Deja colgar el brazo y un perro que aúlla le lame las uñas.

La fila de antorchas –demasiado juntas- impide que se le vea la cara y Antonio se siente lleno de angustia. Tiene miedo de reconocer a alguien.

Las mujeres dejan de llorar y tras un intervalo de silencio

TODAS salmodian al mismo tiempo

¡Hermoso! ¡Hermoso! ¡Es muy hermoso! ¡Ya has dormido bastante, levanta la cabeza! ¡En pie! ¡Aspira el perfume de nuestros ramos de flores! Son narcisos y anémonas que hemos cortado en tus jardines para agradarte. ¡Anímate, nos das miedo!

¡Habla! ¿Qué es lo que necesitas? ¿Quieres beber vino? ¿Deseas acostarte en nuestras camas? ¿Quieres comer panes de miel con forma de pajaritos?

¡Abracemos sus caderas, besemos su pecho! ¡Así, así! Acaso no sientes cómo recorren tu cuerpo nuestros dedos llenos de sortijas, ni cómo buscan tu boca nuestros labios, ni cómo nuestros cabellos acarician tus piernas! ¡Dios desvanecido y sordo a nuestras plegarias!

Dan gritos arañándose la cara con las uñas y luego callan; se siguen oyendo los ladridos del perro.

¡Ay! ¡Ay! ¡La negra sangre corre por sus carnes de nieve! ¡Y ahora se le tuercen las rodillas, sus costillas se hunden! Las flores de su rostro han mojado la púrpura. ¡Está muerto! ¡Lloremos y aflijámonos!

Acuden todas en fila a depositar entre las antorchas sus largas cabelleras que, desde lejos, parecen serpientes negras o rubias. El catafalco va bajando despacio hasta llegar al nivel de una gruta, de un tenebroso sepulcro abierto en su parte posterior.


Gustave Flaubert (Francia, 1821-1880).

La ilustración corresponde a La tentación de San Antonio (1895), de Henri Pierre Picou.

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