Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

miércoles, 29 de mayo de 2019

Tu boca: EL BESO DE LA MUERTE (El inexorable), de Carmen Sylva

"... un horrible esqueleto le sonreía, casi la aplastaba con sus brazos huesudos y la cabeza de la muerte la besó."

(Fragmento)

Cuando nada más podía verse sino árboles desnudos, hierba descolorida y flores marchitas, levantó su guadaña y miró con tristeza alrededor del valle, como si esperara que todo floreciera de nuevo. Pero la tierra permaneció cruda y muerta, así que regresó una vez más al mar. Éste iba y venía entre sus mareas eternas, tan indiferente como siempre. Pero él se puso de pie, miró hacia abajo y no permaneció indiferente. Pensó en la doncella a la que había herido, y su anhelo era tan grande como el océano a sus pies. Y ese anhelo lo transfiguró en una belleza maravillosa. Entonces fue visto por una pálida doncella con el cabello descuidado y la ropa desgarrada, que cayó a sus pies; pero él estaba aterrorizado ante ella, y dio un paso atrás.

- ¿Ya no me conoces? -preguntó la doncella-. Tú solías conocerme bien y sabías que yo perecería por el anhelo de ti. Soy la desesperación ¿Has olvidado que prometiste besarme? Darme sólo un beso sería la felicidad para siempre.

Los ojos del joven se oscurecieron como la noche y su voz sonaba severa cuando dijo:

- ¿Y te atreves a hablar de felicidad? ¿Sabes lo que es la felicidad? ¡Si te acercas a mí, sólo una vez, puedes ser convertida en piedra.

- Si yo tuviera que ser convertida en piedra... sin embargo, imploro un beso de tu boca.

El joven se estremeció y pensó en los labios que lo habían tocado y le enseñaron a sonreír, y al pensar en ellos sonrió. Cuando la doncella que yacía a sus pies vio esto, arrojó los brazos sobre su cuello y puso la cabeza en su pecho. Ella no alcanzó a ver la aversión y el odio que brillaba en sus ojos, pues en ese momento un horrible esqueleto le sonreía, casi la aplastaba con sus brazos huesudos y la cabeza de la muerte la besó.

Entonces la tierra tembló y se abrió. Las ciudades desaparecieron, el fuego se extendió desde las montañas, los bosques fueron arrancados de sus raíces, las rocas volaron por el aire, el cielo se incendió y el mar inundó la tierra. Cuando todo estuvo de nuevo en calma, la desesperación elevó por encima de las aguas una imagen de piedra. La muerte se precipitó como el viento de la tormenta para perseguir esa nube rosada bajo su disfraz.

Carmen Sylva: Pauline Elisabeth Ottilie Luise de Wied, reina de Rumania.
(Nació en Alemania en 1843 y falleció en Rumania en 1916).

(Traducido del alemán por Helen Zimmern).

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