"... su pecho, que, a causa del hondo escote de su vestido, se hallaba medio desnudo..."
(Fragmento del libro primero de Extraños hechos de algunos navegantes)
–
Señora –le respondí yo–, si en este cabo se hallaran más mujeres bellas como
vos, le puedo asegurar que muchos jóvenes europeos se quedarían aquí.
-
¿Qué? –preguntó–. ¿Me estás queriendo decir que soy bella y que te gusto?
–
No tendría yo ni buena vista ni juicio, si no concediera que estoy encantado
con vuestra belleza –fue mi réplica–.
-
¿Cómo podré creerlo –repuso ella–, si dices que soy bella, que te gusto de
corazón, pero tu boca no me ha besado ni una sola vez, estando solo junto a mí
y sin temer que nadie nos importune?
Su
gracioso holandés ceceado, aunque imperfecto, me resultó tan dulce, y el
contenido de su discurso, por su parte, junto con sus encantadores gestos, tan
cautivador, que, en lugar de responder, me tomé el atrevimiento de imprimir un
fogoso beso en sus carnosos labios púrpura. Ella, en vez de negármelo, replicó
a mi beso con otros diez o doce y, como yo no quería quedar en deuda, nos
turnamos de este modo por un buen tiempo hasta que, al fin, ambas bocas quedaron
una encima de la otra totalmente agotadas, tras lo cual me apretó con tal
ahínco contra su pecho que casi que me quedé sin aliento. Por fin, me liberó y
miró en torno suyo, para ver si acaso la vieja nos había estado espiando, pero
como no había nadie, tomó mi mano y la puso sobre su pecho, que, a causa del
hondo escote de su vestido, se hallaba medio desnudo; y mediante enérgicos
movimientos hacia arriba y abajo, trataba de calmar el ardor del amante
corazón, cuyas llamas se dejaban ver en los bellos ojos, negros como el
azabache. Los besos fueron reanudados, y yo creo que en esa ocasión hubiera
pasado por encima del sexto mandamiento, pero, por esta vez, fue solo un
traspié, ya que, por fortuna, la vieja se hizo oír a lo lejos con una tos, por
lo que nos separamos a toda prisa el uno del otro y nos quedamos allí sentados,
tan calmados como si fuésemos los seres más inofensivos.
Johann Gottfried Schnabel (Alemania, 1692-1758).
(Versión al español actual basado en la traducción clásica de Martín Ignacio Koval).
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