Victorina:
¿Matarle? ¡Pobre señor!
No le quiero yo tan mal,
Ni ha sido tan criminal
Que merezca ese rigor.
¡Oh! Ni es conveniencia mía;
Porque él pudiera vencer,
Y es fuerte cosa perder
Dos amantes en un día.
Conde:
¡Cuál me halaga ese temor! Luego ¿renace en tu pecho...?
Victorina:
Mira no sea despecho
Lo que te parece amor.
Conde:
No; que tu boca divina
Que me dio tantos enojos...
Grata sonríe, y tus ojos...
¡Ah! Tú me amas, Victorina.
Victorina:
Sí, mi celoso; y en vano
Te lo quisiera negar.
Conde:
¡Oh dicha! ¡Un cura! ¡Un altar!
Victorina:
¿Estás loco?
Conde:
He aquí la mano.
Victorina:
Aún es mayor mi impaciencia
Que la tuya puede ser.
Conde:
¡Qué escucho! A tanto placer
Ya no basta mi existencia.
Manuel Bretón de los Herreros (España, 1796-1873).
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