"El Cielo habla por tu linda boca. ¡Déjame besarla y muramos!"
(Fragmento del capítulo III: La agonía)
Y
saltando de la cama, con la ligereza de un gato, se mostró radiante bajo la
envoltura de las finas batistas y se sentó sobre las rodillas de Rafael.
-
¿De qué abismo hablabas, amor mío? - le preguntó, dejando asomar a su frente
una sombra de preocupación.
-
¡De la muerte!
-
¡No me atormentes! Hay ciertas ideas, en las que nosotras, pobres mujeres, no
podemos fijarnos, porque nos matan. ¿Es exceso de cariño, o falta de valor? No
lo sé. Y no es que me asuste la muerte -añadió riendo-. Morir contigo mañana mismo,
con mi boca pegada a tu boca, sería una dicha ¡Me parecería haber vivido más de
cien años! ¿Qué importa el número de días, si en una noche, en una hora, hemos
agotado toda una vida de aventura y de amor?
-
Tienes razón -contestó Rafael-. El Cielo habla por tu linda boca. ¡Déjame
besarla y muramos!
-
Muramos pues –respondió ella riendo.
Honoré de Balzac (Francia, 1799-1850).
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