Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

sábado, 20 de febrero de 2021

Miércoles de ceniza: RELATO XXXV de EL HEPTAMERÓN, de Margarita de Angulema

"Terminado el sermón, miró con atención para ver dónde celebraría misa el fraile y allí se presentó para recibir las cenizas de su mano."

(Fragmento inicial)

En la ciudad de Pamplona vivía una dama que era considerada bella y virtuosa, así como la más casta y piadosa de la tierra. Amaba a su esposo y era tan obediente con él que éste confiaba plenamente en ella. La dama siempre estaba presente en el servicio divino y los sermones, y solía persuadir a su esposo e hijos para que también los escucharan. Había cumplido los treinta años, esa edad en que las mujeres suelen reclamar más discreción que belleza, cuando el miércoles de ceniza acudió a la iglesia para recibir en su frente el emblema de la muerte. Encontró que el sermón estaba comenzando, lo predicaba un fraile estimado como un santo por todo el pueblo debido a su bondad y a una vida austera que lo había tornado delgado y pálido, pero no lo suficiente como para evitar que se le viera como uno de los hombres más apuestos que uno pudiera imaginarse.

La dama escuchó piadosa el sermón, sus ojos se mantenían fijos sobre el sacerdote y sus oídos y su mente se concentraban en lo que decía. Y sucedió que la dulzura de sus palabras atravesó los oídos de la dama hasta llegar a su corazón, mientras que le hermosura y gracia de su semblante paseaban ante su vista golpeando su alma de tal manera que se quedó extasiada. Terminado el sermón, miró con atención para ver dónde celebraría misa el fraile y allí se presentó para recibir las cenizas de su mano. Era tan blanco y hermoso como una dama y ella le prestó más atención a su figura que a las cenizas que éste pondría en su frente.

Margarita de Angulema: Margarita de Valois, Margarita reina de Navarra, Margarita de Alençon (Francia, 1492-1549).

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