Vancouver: luz de agosto en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne).

lunes, 1 de febrero de 2021

Febrero: AL ESTE DEL EDÉN, de John Steinbeck

"¿Por qué no va a la tienda de música de Logan y escucha uno de esos nuevos fonógrafos?"

(Fragmento inicial del capítulo 37)

El mes de febrero en Salinas suele ser húmedo, frío y muy despreciable. Es el mes en que caen los mayores aguaceros, y si el río tiene que desbordarse, lo hace siempre por esa época. El mes de febrero de 1915 fue especialmente lluvioso, pero los Trask se hallaban muy bien establecidos en Salinas. Lee, después de haber abandonado su agridulce sueño libresco, preparó un lugar para residir en la casa contigua a la panadería de Reynaud. En el rancho nunca había desempaquetado, en realidad, sus pertenencias, porque Lee vivía con la idea constante de trasladarse a alguna parte. Pero aquí, por primera vez en su vida, se creó un hogar, dotándolo de como- didad y permanencia.

El gran dormitorio cuya ventana daba a la calle y que estaba cerca de la puerta de la entrada era el suyo. Lee echó mano de sus ahorros. Nunca había gastado un céntimo sin necesidad, ya que destinaba todo el dinero a su biblioteca. Pero ahora se compró un pequeño y duro camastro y un escritorio. Se construyó estanterías, desempaquetó sus libros y adornó su estancia con una mullida alfombra, y clavó estampas en las paredes con chinchetas. Bajo la mejor lámpara de lectura que pudo encontrar, colocó un cómodo y amplio sillón. Y por último, se compró una máquina de escribir y empezó a aprender su manejo.

Habiendo roto así con su antiguo modo de vida espartano, Lee se dedicó a poner orden en la mansión de los Trask, a lo cual Adam no se opuso en lo más mínimo. Compraron una estufa de gas e instalaron en la casa la electricidad y el teléfono. Lee gastaba el dinero de Adam sin sentir el menor remordimiento: nuevo mobiliario, nuevas alfombras, un calentador a gas y una gran nevera. Al poco tiempo, era difícil encontrar en Salinas una casa mejor dispuesta. Lee se defendía ante Adam, alegando:

- Usted tiene mucho dinero. Sería una vergüenza no disfrutar de él.

- Yo no me quejo –protestaba Adam–. Lo que pasa es que a mí también me gustaría comprar algo. ¿Qué podría comprar?

- ¿Por qué no va a la tienda de música de Logan y escucha uno de esos nuevos fonógrafos?

- Eso haré –convino Adam.

Se compró una gramola Víctor y acudía regularmente a la tienda para ver qué discos habían llegado.

John Steinbeck (Estados Unidos, 1902-1968). Obtuvo el premio Nobel en 1962.

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