El frío era realmente intenso. Todo el odio gratuito encerrado en el corazón de febrero estaba presente en el desolado y gélido viento que se abría camino a través de Central Park para recorrer luego la Quinta Avenida. Hablar era casi imposible, y el frío logró aturdir a Anthony de tal manera que cuando se volvió a la altura de la calle Sesenta y una, se dio cuenta de que Gloria no caminaba a su lado. Al mirar a su alrededor, la descubrió a cuarenta pies detrás de él, completamente inmóvil, el rostro oculto a medias por el cuello del abrigo de piel, e indignada o quizá divertida: Anthony no era capaz de decidir cuál de las dos cosas. El joven Patch volvió sobre sus pasos.
- ¡No quisiera interrumpir tu paseo! -exclamó ella.
- Lo siento muchísimo -respondió él lleno de confusión-. ¿Iba demasiado deprisa?
- Tengo frío -murmuró Gloria-. Quiero volver a casa. Y es verdad que vas demasiado de prisa.
- Lo siento mucho.
Uno al lado del otro emprendieron el camino de vuelta hacia el Plaza. A Anthony le hubiese gustado ver el rostro de Gloria.
F. Scott Fitzgerald (Estados Unidos, 1896-1940).
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