El viento azotaba la tierra entera,
por todos los confines.
En la mesa ardía una vela,
una vela ardía.
Igual que los enjambres de papalotes
durante el estío las llamas buscaban,
los blancos copos desde el patio
volaban hasta la ventana.
En los vidrios la borrasca
esculpía flechas y estrellas
y en la mesa ardía una vela,
una vela ardía.
En el cielo raso iluminado
las sombras se tendían,
cruce de manos, cruce de piernas,
destinos cruzados.
En el piso, estruendosos,
dos botines cayeron.
Desde el candelabro en lágrimas
la vela en el vestido goteaba.
Todo se perdía en la bruma
canosa y blanca de la nieve.
En la mesa ardía una vela,
una vela ardía.
Del rincón sopló hacia la vela
y el ardor de la tentación
alzó, como un ángel, dos alas
formando una cruz.
El viento azotó todo el mes de febrero
y una y otra vez
sobre la mesa ardía una vela,
una vela ardía.
Boris Pasternak (Rusia, 1890-1960).
Obtuvo el premio Nobel en 1958.
(Traducido del ruso por Carlos Abrego).
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