(Fragmento)
Mi estadía en Inglaterra constituyó el más feliz y fructífero período de mi vida. Hay otros, muchos otros que la enriquecieron, pero la lista es demasiado larga para darla aquí. Al fin y al cabo, estoy escribiendo mi apología personal y no la historia de una época, turbulenta y sangrienta, aunque lista para estallar con esplendor como lo hacen las flores primaverales en los campos de batalla.
Como escribía en mi propia lengua, continué produciendo mis obras con constancia y cada vez con mayor vigor: La cena del Miércoles de Ceniza, La causa, el principio y el uno, Del universo infinito y los mundos, La expulsión de la bestia triunfante.
No tengo el tiempo ni la inclinación para repetirlas aquí, pero se imprimen con el resto de mis trabajos. No todas serán quemadas cuando me quemen. Otras generaciones las leerán y juzgarán mucho después de que yo haya sido borrado de la faz de la Tierra. Hay momentos en que pienso en eso como en una revancha: los Inquisidores obligados para siempre a perseguir mis ideas como fuegos fatuos en la tierra pantanosa. Hay un refrán que dice para los Dioses, la venganza es un bocado sabroso. Yo, en vez de eso, digo que la verdad se defiende a sí misma y que nadie puede enterrarla tan profundamente que no vuelva a salir a la superficie, ratificada su gloria.
Morris West (Australia, 1916-1999).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario