"Tu boca... dame, dame tus labios..."
(Fragmento del primer capítulo de la segunda parte)
- Qué bueno eres... querido... querido amor... ¡Besa mis labios... mi nuca... mis cabellos... adorado mío!...
Su cabellera tenía un olor animal tan penetrante y me rozaba la faz con tan eléctricas caricias, que a su solo contacto olvidaba yo fiebres, fatigas y dolores... y sentía circular, correr por las venas heroicos ardores, nuevas fuerzas...
- ¡Ah, cómo vamos a divertimos, alma mía!... La vista de los presos... me trastorna... y agitan mi cuerpo estremecimientos iguales á los que produce el amor... Paréceme... ¿sabes?... paréceme que penetro en lo más recóndito, hasta el fondo de las tinieblas de mi ser... Tu boca... dame, dame tus labios...
Y ligera, ágil, impúdica y gozosa, seguida del perro que saltaba alegre también, fue en busca de las mujeres encargadas de vestirla.
Octave Mirbeau (Francia, 1848-1917).
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