"... me doy por vencido, pues si se ha hecho para morder, con tu boca puedes dar mordiscos más grandes que yo, y, por el hecho de tener labios gruesos, ¿no crees que también deben ser más dulces tus besos?"
V
(Fragmento del diálogo entre Sócrates y Critobulo)
V
(Fragmento del diálogo entre Sócrates y Critobulo)
«¿Tú
crees que la belleza se da únicamente en el hombre, o también en otras cosas?».
«Yo creo, ¡por Zeus!, que también existe en un caballo, en un toro y en muchas
cosas inanimadas. Sé, por ejemplo, que también puede ser bello un escudo, una
espada y una lanza». «¿Y cómo es posible», preguntó, «que estas cosas, que no
se parecen en nada, sin embargo sean bellas?» «¡Por Zeus!», dijo Critobulo,
también estas cosas son bellas si están bien fabricadas con vistas a las
actividades para las que adquirimos cada una o bien dotadas por la naturaleza
para nuestras necesi- dades» «¿Sabes entonces para qué
necesitamos los ojos?». «Evidentemente, para ver». «En ese caso, mis
ojos son ya más hermosos que los tuyos». «¿Cómo es eso?». «Porque los
tuyos sólo ven en línea recta, mientras que los míos, por ser muy saltones, ven
también de lado». «¿Quieres decir», respondió, «que el cangrejo
tiene los ojos más bellos?». «Sin duda», respondió, «pues tiene los ojos mejor
confor- mados para su fuerza». «De acuerdo, pero ¿qué nariz es más hermosa, la
tuya o la mía?». «Yo creo», dijo, «que la mía, si efectivamente los
dioses nos pusieron la nariz para oler, pues las ventanas de la tuya miran
hacia tierra, mientras que las mías son respingonas hacia arriba, de modo
que pueden captar los olores de todas partes». «¿Y cómo va a ser una nariz
chata más hermosa que una nariz recta?». «Porque no levanta barrera, sino que
permite a los ojos ver directamente lo que desean. En cambio, una nariz alta
levanta con arrogancia una muralla entre los ojos». «Pues en cuanto
a la boca», dijo Critobulo, «desde luego me doy por vencido, pues si se ha
hecho para morder, con tu boca puedes dar mordiscos más grandes que yo, y, por el hecho
de tener labios gruesos, ¿no crees que también deben ser más dulces tus
besos?». «Oyéndote hablar», dijo Sócrates, «da la impresión de que tengo la
boca más fea que los burros. Pero como prueba de que soy más bello que tú ¿no
incluyes el hecho de que las náyades, diosas como son, dan a luz a los silenos,
que se parecen a mí mucho más que a ti?».
Jenofonte (Grecia, 431 a. de C.-354 a. de C.)
La ilustración corresponde a una estatua de Sócrates en la biblioteca de Trinity College.
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