"Tú y yo en la boca sentimos nacer lo que no vive,
lo que es el beso indestructible cuando la boca son alas,
alas que nos ahogan mientras los ojos se cierran,
mientras la luz dorada está dentro de los párpados."
Vicente Aleixandre
Ahora que se
celebra el tradicional festejo del día de San Valentín, y que todo gira en torno a corazones y labios en forma de beso, tratar de recordar la poesía
romántica sería tarea inagotable, en cambio es más factible concentrar ese
esfuerzo sobre un tema específico, alrededor de una de sus expresiones más típicas. “El pez por su boca muere”, decía el
refrán tradicional, luego las voces anónimas de la sabiduría coloquial añadieron: “y el enamorado con la boca quiere”.
¿Cuántas veces las
canciones y los poemas se han referido a “tu boca”? Tal vez la más
afortunada entre tantas sea aquella que corresponde al capítulo 7 de Rayuela, de Julio Cortázar: “Toco tu boca, con un dedo toco el borde de
tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu
boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y
recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y
te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad
elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no
busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la
que mi mano te dibuja.”
Ramón de
Campoamor, publicó en el lejano 1838 el poemario Ternezas y flores, del que forma parte el titulado precisamente Tu boca. Estas son tres de sus estrofas
rimadas:
Y si con sombras de bien
tal vez el mal se divisa,
es porque en ella se ven
guardar la miel de su risa
las flechas de su desdén.
tal vez el mal se divisa,
es porque en ella se ven
guardar la miel de su risa
las flechas de su desdén.
Si a mí su rigor
alcanza,
al ver su hermosura, siente
el corazón doble holganza;
y aunque un desdén me atormente,
déme una risa esperanza.
al ver su hermosura, siente
el corazón doble holganza;
y aunque un desdén me atormente,
déme una risa esperanza.
¡Bien haya la
dulce boca,
que sólo sus frescos labios
el aura pasando toca;
que haciendo el ámbar agravios,
su miel a gustar provoca!
que sólo sus frescos labios
el aura pasando toca;
que haciendo el ámbar agravios,
su miel a gustar provoca!
Casi contemporáneo es el trágico Poeta, di paso, del
colombiano José Asunción Silva, quien en determinado momento escribe: “desnuda tú en mis brazos, fueron míos tus
besos”, para culminar ante el ataúd de la amada:
Tú, mustia yerta y pálida entre la negra seda,
la llama de los cirios temblaba y se movía,
perfumaba la atmósfera un olor de reseda,
un crucifijo pálido los brazos extendía
¡y estaba helada y cárdena tu boca que fue mía!
Más
recientes, del siglo pasado, son los poemas Hiperestesia, del ecuatoriano
Miguel Ángel León, y Palabras para algo más que un dolor, del español Luis
Rosales. Dice el primero: “Mi boca como
un sello en tu boca se graba”, mientras que éste último concluye así:
"... y el beso
que te doy deje de ser una caricia
y sea más bien una pregunta,
esa pregunta destituyente
que no me atrevo a hacer sino en tu boca,
pues todo lo que soy depende de ella,
depende de saber que nuestro amor pudo resucitarnos
-ésta fue su misión y la ha cumplido--
pero
sólo puede durar
mientras que dura un beso."
esa pregunta destituyente
que no me atrevo a hacer sino en tu boca,
pues todo lo que soy depende de ella,
depende de saber que nuestro amor pudo resucitarnos
-ésta fue su misión y la ha cumplido--
pero
sólo puede durar
mientras que dura un beso."
En los día subsecuentes y aprovechando el pretexto que proporciona la fecha, emprenderé en Mitos y reincidencias una exploración por el ámbito poético de "Tu boca", desde los sudamericanos Jorge Luis Borges o Mario Benedetti, y sus respectivas paisanas Alfonsina Storni y Delmira Agustini, hasta el otro lado del océano, con Federico García Lorca y Manuel Machado, o los ganadores del premio Nobel de literatura Pablo Neruda y Vicente Aleixandre.
Así sean bocas de ceniza, como la que refiere Juana de Ibarbourou, o de fresa, como la princesa de Rubén Darío, los labios han sido siempre una representación simbólica del romance.
Jules Etienne
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